Defender el estatus quo en un país ganado por la corrupción
política y de otros grupos de poder, resulta inmoral. Doblemente deshonesto es,
pese a conocer lo que realmente ocurre, tener vocación acomodaticia, renunciar
a principios, fomentar el utilitarismo e individualismo y “perder” conciencia
sobre los daños que generan a una sociedad las formas de crimen organizado y
amparado por sectores clave del Estado.
Patrocinar el actual estado de cosas, considerando que
nuevamente estamos arañando fondo, es lo mismo que mentir a un crio, es hacer
apología del delito, es conveniencia y traición, es oportunismo. La población así
lo está entendiendo y expresando, como este 5 de setiembre en las calles, a lo
largo y ancho del país. +Está ocurriendo, lo recogen todas las encuestas de
este año y se aprecia el -cada vez mayor- rechazo a la corrupción, a sus
perpetradores y a la utilización de nuestras instituciones por los mismos
políticos y grupos de poder económico para seguir delinquiendo y no tener
castigo. Los casos del fiscal supremo Pedro Gonzalo Chávarry Vallejos y los
hermanos Graña del denominado “Club de la Construcción”, son dos de los peores
ejemplos.
Estamos asimilando los peruanos, aunque con lentitud, la
necesidad de afirmar el proceso de moralización e higiene de la política y el
país y sanciones drásticas y efectivas contra los corruptos. El adelanto de las
elecciones generales para el año 2020, que debemos apoyar, es paso clave de
este proceso. Sabemos que si seguimos con las viejas prácticas de las elites
económicas y políticas, aquellas que han “gobernado” por siglos el país con
privilegios e impunidades y -desde la República- utilizando ubicaciones
estratégicas de nuestro Estado, seguiremos siendo lacayos, estadísticas y
“ciudadanos” de quinta.
Estas élites y sus viejas prácticas, todo indica, llegaron
para quedarse. Aparecen y luego se ocultan cuando pierden presencia y cuotas de
poder en el Estado. Siempre han controlado de algún modo. En las últimas tres
décadas reaparecieron, en dos oportunidades, fortalecidos por aliados que
muchos creían democráticos y se resisten a irse. Entre sus operadores,
interlocutores y prospectos de estadistas -de hoy- están sus excelencias Rosa
Bartra, Mauricio Mulder, Juan Sheput, Mercedes Araoz, Salvador Heresi, Víctor
Andrés García Belaunde y cada uno de los que hacen mayoría en el Congreso.
Están además, pero con mucho dinero, la prensa que miente, los abogados
“constitucionalistas” de los corruptos que obstruyen, desinforman y confunden,
los “líderes” empresariales que chantajean y acosan y una veintena de
operadores naranjas de campo que, sin argumentos, confrontan violentamente en
las calles a cambio de su “taper”.
Penoso y vergonzoso ¿verdad?, porque se trata de nuestro
Perú, de nuestros paisanos, la tierra de los Incas y nuestra rojiblanca. En
este contexto, no nos dejan otra alternativa que confrontarlos, exponerlos y,
por el extremo de sus conductas con las que cada día nos faltan el respeto,
renovarlos por medio de las urnas. Es necesario, posible y sería verdaderamente
transformador si nos informamos bien y elegimos mejor la siguiente vez, y, en
una línea autocrítica, aprendemos de nuestros últimos errores; no votando por
gente ligada al hampa. Ahora es cuando, hay condiciones para democráticamente
derrotar a la mafia.
Somos más del 80 por ciento de la población los que
apostamos por aquellas reformas democráticas, como la política la judicial y
otras, que el Congreso -que ahora representa a esas élites gobiernistas
minoritarias- nos niega. Somos ese mismo porcentaje de peruanos los que
respaldamos a nuestro subsistema de justicia anticorrupción y anhelamos que
profundicen y afiancen la lucha contra la corrupción. En igual proporción
respaldamos al Presidente Vizcarra en el uso de sus prerrogativas
constitucionales de promover el adelanto de elecciones para el 2020 y, de ser
necesario, disolver temporalmente el Congreso. Cualquier nueva representación
congresal, será mejor que la de hoy. Todo esto que ocurre los tiene frenéticos
y furiosos a los corruptos, de dentro y fuera del Estado, porque se sienten
sitiados y saben que muchos terminarán en la cárcel.
Suscribo en general, en esa perspectiva, el pronunciamiento
de los docentes de Derecho Constitucional de la Pontificia Universidad Católica
del Perú, que felicito, y hago propio el llamado de que “el país demanda de
gobernabilidad, para continuar con las políticas públicas económicas y
sociales, así como, con la reconstrucción moral de nuestra democracia
constitucional de cara al Bicentenario”. Soy consciente de que estos retos no
son intereses compartidos con la mafia, ya sabemos que se aferran a su miseria,
por eso seguiremos en esta lucha mientras haya aliento de vida.
Demuestra que sí piensas, que sí preguntas, que sí
interpelas, que reconoces tus errores de elegir mal, que no necesitas de los
políticos y que sí (tú) puedes sumar en este proceso de reorientar el rumbo de
la historia de nuestro país.
Súmate y lucha por un Perú libre de corrupción…!!!
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