viernes, 27 de septiembre de 2019

¡Cuidado con los humanos!

Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)
Correo del Sur (Sucre Bolivia)
Los Tiempos (Cochabamba Bolivia)

Nos estamos acostumbrando a vivir entre tragedias. Apreciar que miles de kilómetros cuadrados de bosques en Paraguay, Perú y especialmente amazónicos en Bolivia y Brasil, arden desde hace semanas, me disgusta y cuestiona como ser humano. 
Somos los que más hemos depredado la naturaleza (árboles, animales, atmósfera, etc). Somos, pese a ser la única especie con capacidad de razonamiento, los que no paramos –un segundo– de contaminar nuestro hábitat. Somos los más peligrosos, por eso estamos afanados en extinguir toda forma de vida de “nuestra madre Tierra” y, al paso al que vamos, más temprano que tarde lograremos un planeta sin humanos y otros animales.
No voy a analizar las causas de estas últimas tragedias. Creo que es tarea de los ambientalistas, los sociólogos, los biólogos, los agrónomos, los comunicadores, otros científicos y autoridades “técnicas” generar información entendible –pero consistente y “aterrizada”– que nos ayude a entender los riesgos que se avecinan y a motivarnos para abandonar la cómoda indiferencia y pasar a ser protagonistas de la solución. Los “jurídicos”, me incluyo, estaríamos fracasando en este objetivo humano.
Los del mundo político y empresarial, al menos por esta vez, absténganse. Mientras menos intervengan más aportarán a las soluciones. Esta catástrofe ya es parte de su legado y mientras sigan divorciados de los beneficios de la ciencia, seguirán a la deriva. Por eso, es deber de la humanidad elegir líderes que reconozcan la importancia de proteger la naturaleza y que se esfuercen en promover soluciones científicas e integrales y una enorme base social empoderada que las respalde. Neguemos nuestro respaldo a quienes sólo creen en sus efímeros intereses personales y de grupos, en todos lados sabemos quiénes son. Pensemos cómo limitar su acción destructiva y cómo efectivizar los mecanismos legales internacionales existentes para que sus crímenes contra la Tierra y sus habitantes tengan castigo. 
¿Alguien duda de que el primer problema que tenemos actualmente es la salud medioambiental de la Tierra? ¿Alguien cree que, porque se “forró de” (para decirlo de algún modo), o heredó, unos cuantos millones de euros o dólares o tiene su mansión en los Alpes los Andes el Caribe o Australia, no sufrirá las consecuencias del cambio climático? ¿Por qué lo técnico y lo político no pueden caminar juntos y sumar a un mismo objetivo?
Y no es que lo aliente pero, podemos subsistir otros tantos cientos y miles de años con terrorismo, narcotráfico, corrupción, discriminación, inseguridad y violencias, dictaduras, guerras, etc., mas no con catástrofes medioambientales como las de estas semanas en nuestros países. Que Brasil, este 2019, haya tenido un incremento de incendios forestales en un 84% y que en Bolivia en lo que va del año, según la Fundación Amigos de la Naturaleza, se hayan quemado 1,8 millones de hectáreas, es una alerta roja para el mundo.
La Amazonia, siguiendo al periodista y ambientalista peruano Ramiro Escobar, “es el agua, es la lluvia, es la vida. Es la posibilidad de que otras regiones del planeta existan.” Su “bosque pone 20.000 millones de toneladas de agua en la atmósfera al día, y provoca lluvias hasta en la Patagonia. No es una fábula que es vital para todo el planeta”. 
Vivimos la mayor crisis moral de de estos últimos tiempos. Estamos acabando nuestro tiempo de vida como especie y nadie reconoce su responsabilidad por los incendios. Agresores e inocentes, ricos y pobres, gobernantes y gobernados –todos y todas– sufriremos las consecuencias de no haber respetado a nuestro mundo. Si no detenemos la destrucción, aun no controlada, nada más tendrá importancia. No tendremos futuro.
No podemos seguir, desde los gobiernos, legalizando la lapidación del planeta. Tampoco sustituyendo y restando responsabilidad, con fines electorales, a los gobiernos regionales y locales. El incendio forestal y político debe parar, no repetirse más y ser sustituido por espacios para la pedagogía política ambientalista. Tampoco destinando migajas para las “políticas medioambientales” a nivel interno e internacional.
Nuestra mentalidad que “prefiere lo rápido” (cuando se trata de expandir la frontera agrícola) debe evolucionar y apostar por lo sostenible. Necesitamos convocar y aprender de los “ninguneados” indígenas en sus formas de relacionarse y vivir en armonía con la naturaleza. La cumbre del G-7 debe servir a la humanidad y no servirse de ella, pero sobre todo –por su corresponsabilidad– deben ser los que nos ayuden a gobernar los ecosistemas, fortaleciendo la institucionalidad ambiental. Todo lo tienen ¿les falta algo? La Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), si se le disminuyen el tinte político, podría ser útil.
Los humanos necesitamos de la naturaleza y del planeta. La Tierra no necesita de nosotros para seguir existiendo, más aún si somos, en nombre del desarrollo, sus principales depredadores. ¿Es tan difícil entenderlo?

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