viernes, 27 de septiembre de 2019

La incomprendida reforma judicial que necesitamos


Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)

Los peruanos y las peruanas, aun no hemos comprendido la importancia de darle real vigencia a nuestro sistema de justicia, considerando que la forma en que brinda sus servicios, que por cierto es un derecho humano fundamental, ofrece múltiples barreras y, entre otras debilidades, es fuente permanente de escándalo público -por acción u omisión de algunos de sus integrantes ligados a la corrupción- y deleite de la “clase política” antidemocrática y el sector corrupto del mundo periodístico y empresarial, que no vacilan en ponerla al servicio de sus fines. Está ocurriendo ahora, en este preciso momento.

Tampoco hemos discernido, con sensatez y responsabilidad, la ruta a seguir para alcanzar ese objetivo de País. Una senda que nos permita, vía proceso de reforma integral a cada una de las instituciones que hacen a nuestros sistema de justicia (Tribunal Constitucional, Poder Judicial, Ministerio Público, Consejo Nacional de la Magistratura – hoy Junta Nacional de Justicia, Academia de la Magistratura, Dirección Nacional de Defensa Pública y Acceso a la Justicia, Policía Nacional), construir un verdadero Poder de Estado. Una Función que, de “Cenicienta”, pase a otorgar seguridad jurídica dinamizando y efectivizando nuestro ordenamiento legal y poner alto -cuando corresponda- al abuso de los Poderes políticos (Ejecutivo o Gobierno Nacional y Legislativo o Congreso) y sancionar, sin distinción alguna, las violaciones de derechos humanos y -entre otros- todo acto de corrupción; como en los casos que tienen en estrado judicial, con pedido de extradición, impedimento de salida del país y con detención preventiva a “altas autoridades”, empresarios y operadores clave, todos hasta no hace mucho “intocables”.

 

Desperdiciamos las oportunidades que nos ofreció, a inicios del actual siglo, el Acuerdo Nacional y la CERIAJUS. La falta de voluntad política, para avanzar y profundizar estas importantes iniciativas, se explica hoy en los millonarios actos de corrupción en los que habría incurrido cada uno de los ex presidentes que sucedieron al honesto y honorable Valentín Paniagua.

Seguimos validando, desde el Estado y la sociedad, que con medidas coyunturales y reactivas, como las emergentes de la crisis de gobernabilidad del país del 2018, debido a los escándalos de corrupción política empresarial y judicial que desencadenó en el referéndum nacional del 9 de diciembre, estamos dando solución a un problema histórico; como es la crisis estructural del sistema de justicia.

No hemos reparado que seguimos en lo mismo, porque los cambios que viene promoviendo el Ejecutivo, pechando al Congreso, están limitados por sus propios alcances institucionales, pues no involucran al íntegro de instituciones del sistema de justicia. La Junta Nacional de Justicia, con sus atribuciones legales, difícilmente podrá resolver los problemas crónicos del Poder Judicial y Ministerio Público; menos del resto de instituciones judiciales autónomas. Tampoco hemos percibido que, pese a los ataques y resistencias de la mayoría del Congreso, este tipo de “reformas” es lo que más les conviene.

Nuestra democracia intenta reponerse de los acechos de la corrupción y otros tipos de crimen. El sub sistema de justicia anticorrupción está aportando a ello. En esa perspectiva, lograr su progresiva curación y total sanación, dependerá de cómo población y gobernantes acuerden el desarrollo de un proceso de reforma integral al sistema de justicia. Imposible, no lo es.

Por eso en esta coyuntura, es fundamental desarrollar y afianzar mayor conciencia social sobre los beneficios de vivir en un estado de Derecho, uno que respete los derechos humanos de todos y todas y que sólo es posible con un sistema de justicia independiente, accesible, transparente, intercultural, con enfoque de género, pero sobre todo con legitimidad social.

En este momento, tal como ocurrió cuando se descubrió las fechorías de Alberto Fujimori, Vladimiro Montesinos y sus socios, a inicios de siglo, hay una alta sensibilidad social a favor del desarrollo de una genuina reforma judicial, que se debe aprovechar. Resulta claro que el actual Congreso seguirá oponiéndose a cualquier cambio que le recorte poder e impunidad. También que el Gobierno Nacional insistirá en avanzar en la materialización de sus propuestas. Pero es el Poder Judicial, el llamado a marcar la diferencia y un buen inicio puede ser su apertura al debate; porque no desde su propia propuesta y desde su seno o base institucional.

Queda, en ese sentido, no perder de vista esta agenda pendiente de País. Queda además, generar condiciones para que en un próximo periodo gubernamental y legislativo, se reorienten las reglas de juego y, juntos todos los peruanos, tengamos -por fin- el inicio de una auténtica reforma judicial.

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