jueves, 26 de septiembre de 2019

El racismo como forma de dominación

Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)

El desarrollo social de todo pueblo exige la superación de sus problemas históricos y los de hoy, en una relación de corresponsabilidad entre gobernados y gobernantes. Estos procesos son de largo aliento y sus avances dependen de las mejoras en la calidad de su educación y, entre otros, la cultura política y democrática que promuevan y practiquen sus gobernantes.

Problemas como la corrupción y, entre otros, el racismo, en esta perspectiva, son asuntos considerados en casi todas las agendas gubernamentales; pero no trabajados a profundidad y con rigor de política de Estado. Existe temor a aquellos cambios que limiten o eliminen privilegios propios de las estructuras de poder de los grupos o sectores predominantes. La población, debido a las barreras creadas, realiza esfuerzos de poco impacto y arrastre y es por eso que no hay una acción integral del Estado, frente a estos problemas, porque cree -erróneamente- que no es de su competencia.


De esta situación hay quiénes, unos cuantos, siguen sacando provecho; tal como lo hicieron sus parientes desde tiempos inmemoriales. Por eso, entre otros tantos ejemplos que podemos citar de gobernantes latinoamericanos racistas, no llama la atención que hace unos días el congresista y ex ministro peruano Carlos Ricardo Bruce Montes de Oca, violando el marco jurídico contra el racismo, utilice un lenguaje discriminador al intentar descalificar -al llamarlo “provinciano”- al presidente Martín Alberto Vizcarra Cornejo.

Las formas de practicar racismo han cambiado en el tiempo, pero su esencia, en el perfil de quiénes lo practican, sigue siendo el mismo. Este aspecto ha permitido que su desarrollo se proyecte a través de procesos culturales y económicos “naturales” y a la medida de los sectores predominantes; excluyendo y dividiendo por medio de trabas diversas. Así, un racista, en esta perspectiva, conscientemente expresa odio por el que considera “diferente”, “inferior”, etc. como una forma de dominación.

Este dominio, que hasta ahora les ha resultado efectivo al sector “ilustrado” del país, cuando se practica por el común de la población, la mayoría, alcanza extremos inimaginables pues no pasa de ser una burda imitación de estereotipos y prejuicios “de clase”. No obstante, es la más dañina, porque impregna y reproduce una gran carga emocional de odio y frustraciones que caracterizan al racista de este “sector social”.

Este “veneno”, siguiendo al psicoanalista Jorge Bruce, que lleva a una persona a ser discriminadora, y que “necesita expulsar” es -fundamentalmente- el cúmulo de patrones culturales que ha ido asimilando desde que tiene conciencia del mundo que lo rodea. Éste, por lo general, ganado por el odio que lo consume, no distingue y siendo mestizo con marcada esencia indígena no vacila en maltratar a otro igual a él llamándolo “cholo” o “indio”. Lo propio ocurre cuando entre “blancos” se agreden y “pierde” el “serrano” o el “charapa” sólo por haber nacido en los andes o en la selva, respectivamente. Más dramática es la situación cuando un afroperuano llama “serrano de mierda” a un andino y éste, para burlarse, lo tilda de “primate” o “esclavo liberto” a su agresor. Los insultos de los “blancos” de la costa, hacia todos los demás, tienen su sitial propio, por lo abundantes y estigmatizantes.

En este orden de análisis, discriminar es un grave problema de orden cultural que podemos curar promoviendo y practicando una educación rica en valores y principios, una educación de calidad que crezca y se desarrolle iluminada por ejemplos de vida como los de José Carlos Mariategui, José Sabogal Diéguez y otros también universales como Nelson Mandela, Mahatma Gandhi o Martin Luther King.

En Latinoamérica, el Perú es uno de los países donde la discriminación y el racismo están más fuertemente instalados. Se discrimina desde niño por todo y nada y si bien es cierto hay avances normativos locales y regionales, éstos no terminan de calar -como beneficiosos- en la conciencia de la gente. Hace falta, además en esa orientación, mayor cultura de inclusión y porque no presos por discriminar, como ya ocurre en otros países.

Si queremos un Perú para todos, con justicia y libertades verdaderas, necesitamos deshacernos de taras culturales como el racismo, la corrupción y otras, que nos enfrentan y dividen cada día. Promovamos y desarrollemos, a partir de los avances existentes, una política de Estado contra el racismo y la no discriminación.

Resaltemos y disfrutemos de nuestra riqueza y diversidad étnica y defendamos lo que somos. No sigamos haciéndole al juego a los que promueven y practican el racismo como forma de dominación de los individuos y pueblos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario