viernes, 21 de febrero de 2020

No se trata de ser el primero

Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)
Correo del Sur (Sucre Bolivia)
Los Tiempos (Cochabamba Bolivia)

Los humanos, en su gran mayoría, en nombre de la “competitividad”, la “excelencia” y otras categorías prefabricadas para “diferenciar” y “distinguir”, se esfuerzan por ser los primeros –en todo– y olvidan lo esencial, que es conseguir ser buenas personas. 

Es lo central, si bien es cierto no todo está perdido, en la crisis de valores que nos acosa, enfrenta y extingue, debido a que ser el primero –a cualquier precio– es lo que finalmente está importando e imperando en este tiempo. El “sistema” está diseñado así en sus distintos planos y se afianza con escasos cuestionamientos.

Ser el primero es bueno, pero no significa ser el mejor. Se puede ser el primero, pero hay que cuidar la sustancia, que la persona no pierda el alma y esté dispuesta a mantener los pies en la tierra.

Ser mejor es tener la mente abierta y caminar con paso firme, aprendiendo y enseñando y viceversa, hacía objetivos que ayuden a la construcción de un mundo mejor, con igualdad de oportunidades y justicia. Es no encerrarse en su “mundito” de envidia, vanidad y egoísmo. Es reflejarse, autocríticamente y de modo permanente, en el espejo de la calle o lo rural y tener misión de vida y horizonte social.

Ser mejor es haber desarrollado capacidades para discernir sobre aquello que suma y no resta, decidir con criterio de equidad, y priorizar entre lo efímero, superficial e irrelevante de aquello que verdaderamente le da contenido a las cosas valiosas y la misma vida. 

Es además, entre otros tantos aspectos, responsabilidad, desinterés por las cosas materiales, bondad, servicio, trabajo, solidaridad, optimismo, respeto, perseverancia, pasión, empatía, gratitud y alejamiento de los problemas y las personas ruidosas utilitarias y mezquinas. Es despojarse del autoritarismo, abuso, arbitrariedad, sospechas y dudas que alejan la oportunidad de lograr paz.

No se trata de ser el primero, se trata de ser mejor ser humano. Por eso, es terrible el error en el que se encuentran aquellos padres que exigen a sus hijos ser los primeros. Sin darse cuenta hasta sacrifican sus familias, salud y economía para mantenerlos en un pedestal que, si bien es cierto genera prestigio social y renombre, en el fondo, por el rigor que impone mantenerlos en ese estatus, terminan saturándolos y, a futuro, con anticuerpos frente a los estudios y otros aspectos de fondo de toda agenda de vida responsable y productiva.

¿Qué significa ser el primero?, ¿Estamos en verdad realizando esfuerzos para tener hijos y nietos con espíritu y acción transformadora y alma justiciera?, ¿Al inculcarles criterios de que deben ser los primeros, sin principios y valores universales, no estamos reproduciendo más miseria humana?, ¿No estamos dinamitando el mejor periodo de su vida al imponerles reglas que, más que de su conveniencia, obedecen a deudas propias con la vida o al ego de alimentar el culto a la personalidad y el ruido de las tribunas?

En ese sentido, de lo que se trata es de compatibilizar –en la reflexión y la acción– aquellos criterios que marcan nuestra relación con los hijos. Importa darles desde temprano libertad de –en todo– elegir, ayudarlos para que se generen capacidades que les permita ser útiles a su sociedad, forjar acumulación de imágenes vivenciales que los ayuden a tener y compartir la paz que llevan en el alma, promover su autonomía económica e independización y, lo fundamental, que aprendan a vivir con amor.

Hagamos lo posible para que nuestros hijos, en el curso de su existencia, siempre sumen. Ese es el primer ladrillo para construir una vida feliz.

martes, 11 de febrero de 2020

La última “fiesta democrática” del Perú


Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)

Uno de los atributos y ventajas de vivir en democracia, radica en el derecho de la población de elegir o ser elegidos bajo reglas de igualdad, libertad y respeto del sentido del voto; como formas de valorar la dignidad de las personas.

Este último domingo los peruanos y las peruanas elegimos, a otros connacionales para recomponer la función legislativa y tener un Congreso con una nueva representación hasta el 28 de julio de 2021, y el circuito -siempre perfectible- del juego democrático, volvió a operar y con resultados que todos y todas respetan.

Más allá de las “sorpresas” que el proceso electoral generó, en los que la mayoría está centrando su atención, transcurridos algunos días rescato -para continuar en el debate- algunos aspectos:

Pese a las debilidades institucionales y legales del sistema electoral, a diferencia de otros países, elegimos en libertad, bajo el imperio de nuestras leyes, consciencia y decisión. Como antes, hubo una campaña mediática invasiva y direccionada, que esta vez tuvo menor impacto en el electorado. Esto es bueno y corresponde rescatarlo analizarlo y alentarlo, considerando que tras estas estrategias de marketing mediático están las mafias que viven de la política y para ello la distorsionan y envilecen. No obstante, elegimos mejor.

Los políticos, en sus variopintas formas de organización y presentación, mostraron su rostro de siempre. No proyectaron propuestas y mucho menos sustentaron sus perspectivas del país, respecto a los problemas estructurales que nos afectan. Tuvimos más de lo mismo. Ruido, chismes, ataques mediáticos y escaso periodismo de investigación. Por más remozadas y costosas que estuvieron algunas caretas, compradas en el mercado de la politiquería, ninguna sedujo en la hora de elegir. De ese modo, los tranzas y rastreros de la política fueron castigados -severamente- en las urnas.

El pueblo encontró en este proceso una oportunidad y motivo de unión. Votamos en contra del autoritarismo, la concentración de poder, la corrupción y la impunidad. Hubo mayor información y por eso el voto lo orientamos a sancionar las alianzas mafiosas y los conciliábulos de aquella mayoría tramposa que mantuvo secuestrado al Congreso por años para generar impunidad a los crímenes de sus “líderes” y aliados en sectores clave del Estado.

Nuestro voto zanjó y deslindó con los oscuros intereses de los grupos de poder económico y mediático y los bloqueos y sabotajes, de estos y sus operadores en la política, a la vigencia de la Constitución Política del Estado. Votamos en respaldo y reconocimiento a la labor que cumplen jueces y fiscales del sistema de justicia anticorrupción para funcionarios públicos y otras islas del sistema de justicia, que están visibilizando -a partir de casos concretos- la importancia de una justicia independiente en la construcción de democracia.

En esa perspectiva, para que la fiesta democrática se vaya completando, los peruanos y las peruanas esperamos que las nueve (9) agrupaciones políticas elegidas, que por cierto no llegarán a los 67 votos para aprobar en “el pleno” las acusaciones constitucionales y tampoco a los 87 votos para nombrar a los nuevos integrantes del Tribunal Constitucional, no se aparten de lo esencial y respeten las reglas de juego democrático. En ese sentido, por ejemplo, cambiar la Constitución de 1993, necesita de un contexto social y político más favorable y maduro y sería un grave error intentarlo en este corto tiempo. Las mejoras que el país necesita (reforma política, reforma judicial, derogatoria de la inmunidad parlamentaria y otras) deben ser priorizadas, calendarizadas y, respecto a ellas, desarrollarlas en el marco de un debate nacional. Este diálogo puede ayudar a generar condiciones para ir perfilando el nuevo pacto social, que el país necesita y demanda.

También desgastaría y le restaría seriedad a la nueva representación nacional, si caen en la tentación de distraer el tiempo en el tratamiento de medidas populistas como la “pena de muerte para presidentes corruptos o para homosexuales”. Discutir sobre estos puntos es retrógrado y es señal de desconocimiento del carácter de progresividad que tienen los derechos humanos en el mundo.

Ahora nos queda vigilar a los que elegimos. Lo que ellos hagan -en este tiempo que sigue- y el perfil del Congreso del 2021 al 2025 depende, en gran medida, del tipo de control que ejerzamos hoy.

Te digo por quién votar


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El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)

“Dime por quién votar” ha sido una pregunta reiterada, en las últimas semanas, de parte de amistades y familiares; considerando que estamos próximos a elegir a la nueva representación en el Congreso que -temporalmente- tendrá función legislativa hasta el 28 de julio del año 2021.

Respondo así.

Primero.- No podemos elegir más de lo mismo. Ya bastante hemos tenido en los últimos años, siguiendo al laureado Vargas Llosa, con el “circo grotesco de forajidos y semianalfabetos”, que redujeron al primer Poder del Estado, a bastión de defensa de la corrupción y la impunidad de las castas políticas y económicas del país, en contubernio con operadores clave en el sistema de justicia como Chávarry, Hinostroza, Blume y otros.

Esta vez, el 26 de enero, tenemos la oportunidad de elegir mejor. No más congresistas con desempeño y perfil de Mauricio Mulder, Mercedes Araoz, Rosa Bartra, Kenji Fujimori, Héctor Becerril, Patricia Donayre, Juan Sheput, Martha Chávez, Luz Salgado, Cecilia Chacón, Leyla Chihuán, Carlos Bruce, Lourdes Alcorta, Moises Mamani, Yeni Vilcatoma, Javier Velásquez Quesquén, Luciana León, Víctor Andrés García Belaunde, Ursula Letona, Daniel Salaverry, Salvador Heresi y otros tantos.

En ese sentido, ningún peruano con identidad y amor a su país debería votar por Fuerza Popular (los naranjas), los Alanistas que siguen malbaratando el nombre del APRA y Solidaridad Nacional (los amarillitos).

Segundo.- Ayuda no votar en blanco o nulo. Hacerlo, en cualquiera de las dos formas, aumenta las posibilidades de que Fuerza Popular, el APRA y Solidaridad Nacional ganen más congresistas en el siguiente Parlamento. Las normas electorales se prestan para este juego, considerando que estos partidos, han sido los predominantes en las últimas décadas y han diseñado las “reglas de juego” a su antojo y beneficio. No es accidente que la mayoría de los “congresistas disueltos”, de estos grupos, se hayan reubicado con los primeros números en listas testaferras. Nos quieren volver a estafar.

Jóvenes no se desencanten de la política y la democracia. A ambos instrumentos, que sirven para una vida con reglas y convivencia pacífica, los políticos los degeneraron en Latinoamérica. En nuestro Perú, por ejemplo, nunca fueron puestos -verdaderamente- a prueba y ahora ustedes pueden marcar un antes y un después. Tomen nota de lo importante y trascendente que resulta que nuestra democracia, vía el Tribunal Constitucional, haya resuelto que la disolución del Congreso, en setiembre de 2019, fue legítima y constitucional. No todo está perdido y eso tiene nervioso a los corruptos.

Tercero.- Tenemos en manos la oportunidad de construir democracia. No la desaprovechemos, votando influidos por el desencanto. Algunas de las importantes reformas, que como país necesitamos, dependen del tipo de personas que integren el siguiente Congreso.

En ese sentido, resulta impensable que las reformas del sistema político y judicial, la renovación de la composición del Tribunal Constitucional y los ajustes en el modelo de economía de mercado, sean atendidos con visión de país querido, si es que los “congresistas disueltos” son elegidos y regresan al Parlamento. Nuevamente regresaríamos al entrampamiento y la parálisis del país, porque queda claro que Fuerza Popular el APRA y Solidaridad Nacional sólo están en política para lucrar y -en esa perspectiva- su objetivo es la captura y asalto -sin control- del Estado y los bienes públicos de los peruanos y peruanas.

Cuarto.- Vota por candidatos del Partido Morado o Juntos por el Perú. Conozco y apoyo, entre otros, a Pier Paolo Marzo (1 Juntos por el Perú - Huánuco), Juan Karlo Caicho (2 Perú Patria Segura – Lima), Mirta Vásquez (2 Frente Amplio - Cajamarca), Julio Arbizu (5 Juntos por el Perú - Lima).

Elegir y ser elegido son derechos a los que debemos dar contenido y esencia. Controlar a quiénes elegimos también lo es y la mejor forma de ejercer ese control y dar contenido a nuestros derechos políticos es eligiendo a los mejores.

Los hijos que entregamos a la sociedad


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TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)
Correo del Sur (Sucre Bolivia)
Los Tiempos (Cochabamba Bolivia)

¿Qué tipo de hijos o hijas estoy dispuesto a dar a nuestra sociedad?, debería ser una interrogante para quienes tienen planes de asumir paternidad y maternidad. ¿Qué tipo de hijos o hijas estoy entregando a nuestra sociedad?, debería ser hoy una alerta para quienes ya son padres.

Sobre el tema hay bastantes escritos y tratados, desde científicos hasta dogmáticos, que se esfuerzan por orientar y ayudar a darle al mundo personas que sumen, con valores y principios. No obstante, como individuos, familias y sociedad, algo potente nos contamina y a velocidad.

Los que aún respetan están muriendo por vejez. Cada día son más evidentes nuestras distorsiones y aberraciones. Elegimos como gobernantes a los peores cuadros, vemos a la política o la religión como oportunidad de enriquecernos, callamos ante el acoso y la violencia contra la mujer, somos indiferentes ante el asesinato del planeta, callamos los feminicidios y la violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes, practicamos aún la discriminación y maltratamos a los indígenas, toleramos la corrupción y la impunidad, aplaudimos el abuso de poder, festejamos el egocentrismo, la avaricia, el materialismo, etc. Nos seguimos autodestruyendo como especie y parece generarnos placer.

Seguimos siendo la especie humana, cruel, egoísta y depredadora que no aprende del pasado.

En esa línea de reflexión, considerando lo que tenemos o en lo que nos hemos convertido, creo que podemos fallar en todo, en el curso de nuestra vida, menos en “formar,” “educar” o “cultivar” a los hijos; aquellos que decidimos tener.

La salud de la sociedad en la que vivimos, y sin importar si nacimos en ella, entre otros factores, depende de la calidad de hijos que le entregamos. Los principios y valores, que marcan y orientan nuestras vidas, los adquirimos en el seno del hogar (papá y mamá fundamentalmente juntos o separados) y debemos esforzarnos en sembrarlos y cosecharlos en los que nos suceden, en el ciclo de la vida.

Nada sustituye al papel de los padres, por eso es un gran error asumir que es la sociedad, y en ella el proceso educativo, el que cultiva a nuestros hijos y los prepara para la vida. Los que abandonan –cobardemente– a los que procrearon no saben lo que se pierden. La vida les cobra la factura, tarde o temprano. Una forma, de las varias que hay, de realización de los humanos es la paternidad y la maternidad y solo se entiende cuando se lo vive.

En esa perspectiva, vivir enseñando a los hijos cómo ser “exitosos” o “distinguidos”, y obviar lo esencial (principios y valores), es sumar –a lo que ya estamos viviendo– a la hecatombe humana.

Si no hay esencia y motivaciones altruistas en una vida, por ejemplo hacer cosas a favor del “bien común” o “servir sin nada a cambio”, el éxito y la distinción no sirven, porque envilecen.

Queda en ese horizonte desarrollar capacidad de renuncia y desechar cruces y estereotipos que nos atrofian e impiden tener un razonamiento lógico y amplio de lo que debemos dar a nuestras sociedades. Es abandonar comodidades y hacer y hacer y hacer para evitar que el egoísmo, la angurria y la estupidez ganen la batalla haciendo despiadados a los humanos.

Nadie más que uno sabe qué tipo de apuesta estamos haciendo por la construcción de un país con justicia e igualdad de oportunidades. Tenemos un juicio (juez) interno al que debemos responder, más temprano que tarde.

Está en cada persona cambiar o mejorar el estado de cosas que nos dañan. Está en cada padre y madre tener los hijos que desean y también sumar o restar a una mejor herencia social.

¿Construir democracia es un proceso?

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El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)

Si. La construcción de democracia es el proceso social más complejo que existe. Sigue siendo un cometido humano inacabado, no por el tiempo transcurrido desde sus orígenes, si no por las distorsiones y zarpazos que ha recibido de sus creadores.

Demanda tareas compartidas y, por lo general por la diversidad de los actores que intervienen, siempre enfrenta a las personas, en orden a un universo de factores, la mayoría hasta ahora, marcados por intereses individuales antes que colectivos; que han reflejado sólo perspectivas de la vida y del mundo de una minoría.

En ese sentido, en adelante, al referirnos a la democracia debemos hacerlo con mente abierta, autocrítica y espíritu creativo y constructivo. Debemos evitar un mayor desgaste de este propósito humano, situación que atenta contra su existencia. Necesitamos repensarla - colectivamente- y replantearla. Es imprescindible que el pueblo participe y hay que crear las formas.

Su carácter de proceso, cuestiona la validez de algunos supuestos que suenan mucho -como categóricos- en este tiempo, en el marco de los cambios políticos en nuestra Latinoamérica y el mundo. Decir “recuperamos la democracia”, “estamos regresando a la dictadura” o que hay peligro de ser tiranizados si es elegido determinado candidato o cierta candidata, es un error. No podemos seguir generando falsas expectativas o ensalzando conceptos que aún sólo son buenas intenciones.

Existe un innecesario e inmerecido manoseo del término democracia, sobre todo por actores clave de la vida política mediática y económica y, en esa medida, su desgaste sigue -peligrosamente- extendiéndose porque no genera soluciones a los problemas de la población. Esta sobre exposición, está acentuando su agonía y alentando a nuestros pueblos a respaldar formas retorcidas de gobierno que jamás sumarán a una cultura de paz e igualdad de oportunidades.

Recordemos que democracia, en el común de las personas, fundamentalmente por patrones “educativos”, es asociada con soluciones, servicios eficaces y eficientes, probidad y decencia de nuestras autoridades, respeto a las reglas de juego y sobre todo derechos y libertades.

En este horizonte, en la mayoría de nuestros países, la democracia está cada vez más vaciada de contenidos y fines y aun no lo comprendemos. La realidad se impone y de formas perversas. Seguimos, al hablar de ella, exhibiendo una falsa moral que se traduce en la persistencia de discursos huecos que -paradójicamente- tienen más eco en aquellos sectores sociales que menos beneficios han recibido –históricamente- y más víctimas han sido de los gobernantes que eligieron.

¿Asumimos entonces como regla, que cada país tiene la democracia y los gobernantes que se merece? ¿Qué ha cambiado -en sustancia en nuestros países- en este tiempo, si las motivaciones y gran parte de las acciones de quienes hoy nos gobiernan son las mismas, son las de siempre? ¿Qué hacer para aportar a la construcción de genuina democracia? ¿Hemos perdido acaso a su creador, al ser humano?

Que algunas ficciones, como los crecimientos económicos en países cuyos gobernantes y ex gobernantes los exaltan como algunos de sus máximos logros y los muestran como expresión -irrefutable- de democracia, no nos alejen del rumbo que necesitamos seguir. Democracia es esencialmente -además- institucionalidad pública suficiente, eficiente, autónoma de los apetitos políticos y sin cuestionamientos, que impide acentuar la marginación y exclusión.

Si nuestros políticos y gobernantes no han comprendido la importancia de una vida en democracia, este es buen tiempo para invitarlos al retiro por medio de las urnas. La democracia como forma de convivencia social, mediante el mecanismo de participación directa que les confiere legitimidad a nuestros representantes, urge renovarla y ponerla al servicio y beneficio de todos y todas.

Es un grave error no atender la reforma judicial


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El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)
Correo del Sur (Sucre Bolivia)
Los Tiempos (Cochabamba Bolivia)

Ninguno de los países latinoamericanos que enfrenta problemas de gobernabilidad, debido a la crisis política generada por sus gobernantes y políticos y el justo levantamiento de sus pueblos, está atendiendo responsablemente la postergada agenda de la reforma judicial.

En muchos años y hasta décadas, ningún contexto y coyuntura de país han sido más favorables que el actual para la reforma y lo están desperdiciando al dejarlo pasar. No comprenden que la sensibilidad social, por mejorar lo judicial, no surge y se exterioriza siempre.

¿Existirá justificación alguna, a tamaña omisión? ¿Desconocimiento de su vital importancia, a lo mejor? ¿O cálculo político, para sacar ventajas presentes y futuras?, considerando que en casi todos los Estados la crisis estructural de la justicia es el talón de Aquiles de su rumbo democrático.

Más extraño aún resulta, porque de nuestros políticos y Gobiernos (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) podemos esperar muchas cosas, que el mundo académico, las universidades, los gremios de abogados y sectores “especializados” de la denominada sociedad civil (las ONGs), hayan bajado la guardia y no sostengan una demanda clara y firme de “reforma integral al sistema de justicia” o “política de Estado en materia judicial”.

Se conforman con pedir renuncias y a dar una que otra pincelada, descalificando el estado de la justicia, pero no entran, autocríticamente, al tratamiento del fondo del asunto. Sigue primando la sed de desquite que el deseo de abordar, seriamente y con perspectiva de instituciones queridas, los temas pendientes de la agenda nacional. Asumen como sinónimos reforma judicial y algunas medidas mediáticas sobre algún asunto –superficial,y desarticulado– del funcionamiento del engranaje judicial. Hasta las agencias de cooperación internacional no saben cómo apoyar esta agenda pendiente, por eso su perfil bajo.

Seguimos en lo mismo que ayer y el pasado. No hay un propósito de trascender de lo epidérmico y acomodaticio –políticamente– a una acción integral del Estado y población, en pro de las instituciones que hacen al sistema de justicia. Si algo existe, todo se agota en la crítica; irónicamente con más golpe y saña de parte de los políticos desde dentro y fuera del Estado.

Si la lucha de nuestros pueblos es por la recuperación de sus respectivos países para todos y todas y por madurar y consolidar su democracia, en esta coyuntura es fundamental desarrollar y afianzar mayor conciencia social sobre los beneficios de vivir en un estado de Derecho, uno que respete los derechos humanos. Este momento solo será posible con un sistema de justicia independiente, accesible, transparente, intercultural, con enfoque de género de derechos y política pública; pero sobre todo con legitimidad social. Lograrlo solo será posible si pasamos del discurso a los hechos e iniciamos una reforma integral a cada institución que participa en el circuito judicial.

Reponernos de los acechos de la corrupción, la impunidad y otros tipos de crimen organizado y transnacional, que caracterizan hoy a los procesos políticos de poder –y por eso su afán de continuismo– no prosperará si no le damos su lugar e importancia a una genuina reforma judicial.

La reforma judicial no puede seguir siendo patrimonio de los políticos. Esta también debe ser eminentemente de nuestros pueblos que la demandan, siguen y respaldan, y estar en manos de técnicos y con participación efectiva de los jueces y fiscales de todos sus niveles.

Sin un sistema de justicia liberado, maduro y sin cruces ni cadenas, en nuestros países hablar de democracia siempre será una falacia.

Próximas elecciones ¿más de lo mismo?


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El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)
Coreo del Sur (Sucre Bolivia)

No existen elementos que nos lleven a decir lo contrario y es bueno –constructivamente– insinuarlo, en la lógica de motivar reflexiones más profundas, aportar al debate (que no existe) y apuntalar propuestas y prioridades sobre los problemas y necesidades nacionales; que ayuden a clarificar qué perspectivas de país tienen los políticos y lo que nos conviene como pueblo.

La forma en que, hasta hoy, los principales actores de nuestros procesos electorales se han comportado, nos lleva a afirmar que siguen primando intereses distintos a aquellos que tienen que ver con el fortalecimiento del sistema democrático y el Estado de Derecho.

Políticos, grupos de poder económico, medios de comunicación, encuestadoras, asociaciones de profesionales y otros sectores, no aprenden de sus errores del pasado. Todos continúan sin autocrítica política y persiguen, con sed de desierto, el poder para fines de venganza. Los proyectos siguen siendo solo de poder y no de país querido. Siguen concibiendo que hacer gobierno es sentido de propiedad del Estado, no rendir cuentas y, entre otras formas, fomentar la corrupción instrumentalizando leyes y controlando instituciones del Estado.

Caudillismos, dispersión, fanatismo, corrupción, impunidad, improvisación, mentiras y oportunismos, son apenas algunas de las características de la mayoría de “ofertas políticas” que tenemos a la vista. La inexistencia de partidos políticos, en su perspectiva y esencia democrática, nos pasa la factura nuevamente.

Por eso es necesario, en legítimo ejercicio de ciudadanía, separar la paja del trigo –y de ser necesario confrontando– y exponer socialmente a aquellas propuestas políticas que ahora, con diferente rostro y nombre, pretenden acceder al poder y hacer gobierno a fin de seguir defendiendo intereses de minorías (los mismos de ayer y del pasado) y lucrando en desmedro de necesidades postergadas, por siglos, de la población.

También es menester poner bajo lupa, críticamente y despojándonos de simpatías y arraigos ideológicos, a aquellas opciones políticas que por motivos coyunturales creen tener opción de ser elegidas. Si bien es cierto que es legítima su participación, deben demostrar que sus intereses personales y de los grupos que los respaldan están muy por debajo de aquellos que hacen a un país democrático y con derechos vigentes y no nominales.

Evitemos que nuestra historia política siga plagada de caudillos, falsos revolucionarios, improvisados y corruptos. No nos condenemos a más de lo mismo. Estamos a tiempo de corregir nuestros pasos andados. Demos contenido al derecho de elegir, con un voto informado, y no sigamos siendo instrumento de políticos inescrupulosos y estadística del sistema.

No consideremos a “partidos”, “alianzas” o “movimientos” políticos con antecedentes antidemocráticos y de corrupción. No elijamos a personas que tienen probado conflicto con la ley penal, exhiben una moral esclavista y son antiderechos. No hagamos caso a los medios de comunicación que inducen a un voto desinformado y que, soterradamente, llevan agua al molino de los corruptos e inmorales.

Un país democrático, entre otros tantos elementos, está conformado por instituciones sólidas y confiables, por un marco jurídico que promueve y materializa derechos, por partidos políticos con bases y mecanismos de renovación periódica, pero sobre todo por ciudadanos. Es tiempo de practicar esa condición y no seguir siendo “tontos útiles” de indeseables que, en nombre de la patria, la política y la democracia, nos siguen manteniendo en este círculo vicioso de mentiras, violencia, hambre y muerte.

Caminemos hacia la renovación total de la clase política y pongamos como prioridad un nuevo pacto social, con el pueblo como actor principal. Avanzar a estos objetivos mayores es tarea de todos y todas e implica escoger bien, votar por los y las mejores y controlarlos. Las elecciones que se avecinan son una nueva oportunidad, no la desperdicies.

Si no quieres “más de lo mismo”, no insistas en elegir a los peores. Sé responsable con tu familia y tu país

¡Oh democracia, muchos crímenes se siguen cometiendo en tu nombre!


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El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)
La Mula (Lima Perú)
Correo del Sur (Sucre Bolivia)

Así como la libertad se volvió contra muchos que lucharon por ella, en el marco de la revolución francesa y otras disputas que siguieron por más derechos humanos, acabando con miles de vidas inocentes, hoy -casi 400 años después- en nuestra América y el planeta, la democracia se vuelve contra sus pueblos que la reclaman y defienden. En su nombre se cometen atrocidades y el mundo, la mayoría de veces por sus intereses y arraigos ideológicos, las justifican y hasta aplauden.

Todos la proclaman y en cualquier boca suena bien, porque vende y es señuelo en el mercado y cosecha de votos para el acceso al poder. No obstante, de todos aquellos que más la invocan, nadie se esfuerza en darle real contenido y vigencia. Por eso aún es intangible y valorada como una aspiración human todavía muy lejana e inalcanzable.

Sus beneficios aún no llegan a sus destinatarios, el pueblo, por eso pocos creen en ella. Estoy aludiendo a la democracia representativa moderna, en la que el gobernante se sujeta a la opinión de su pueblo para que se implementen o abandonen políticas en orden -fundamentalmente- a los problemas y necesidades de un país. Tiene que ver, también en esencia, con el respeto de las libertades ciudadanas y un marco legal adecuado, suficiente para limitar la acción del gobernante; también conocido como estado de Derecho.

Les cuesta la vida o les vale un comino, a los que tienen acción política y hacen gobierno desde los órganos o poderes políticos del Estado (ejecutivo y legislativo), asimilar y aplicar esta lógica de vida en sociedad (la democrática). Sin embargo, pese a que viven de ella y nunca para ella, la mal utilizan ultrajan y pisotean cuando quieren. Por eso, cada vez resulta más difícil comprender al ser humano porque ya es regla pregonar lo que no se practica, ofrecer lo que no se cumple y engañar impune y cíclicamente porque la población olvida. Ya nada es predecible en los humanos, cada quién tiene su propio juego y la vida transcurre sin motivaciones más que las individuales o de pequeños grupos.

A estas individualidades y pequeños grupos de poder -fundamentalmente económico político y religioso- nada les importa vivir enfrentados con las mayorías y menos enfrentar a sectores dentro de esas mismas mayorías (a las que ellos llaman minorías). Con sus propias características y sin ir muy lejos, pasó hace semanas en Ecuador, está ocurriendo en Chile y Bolivia y perdura -por su carácter estructural- en Perú.

En ese sentido, si la democracia es una de las mejores construcciones humanas de todos los tiempos, ¿por qué se está devorando a sus propios hijos, a sus creadores? ¿Tenemos acaso en nuestros países una falsa democracia o nuestros políticos y el mismo pueblo que los sostienen y le dan cabida en la vida nacional la han desfigurado y vaciado de contenidos? ¿Qué hace falta para comprenderla y aplicarla bien? ¿Cuesta tanto vivir en democracia? ¿Es acaso democracia el instrumento para someter y generar relaciones de tiranía (perpetua), injusticia e inequidad?

En esa perspectiva, una sociedad logra un horizonte democrático en la medida en que su gente -todos y todas- cumplan las reglas de juego, aquellas que emergen del conocimiento y consenso y se hacen pacto social; esto es las respeten y obedezcan.

Por eso, citando ejemplos de nuestra cotidianidad latinoamericana, no hace democracia la sed de venganza y daño de los que ingresan hacer gobierno frente a los que lo dejan. Tampoco los reacomodos y mutaciones de quiénes viven de la política y se relacionan con el Estado para beneficiarse. Menos aquellas visiones que consideran al Estado una agencia de empleos y a los gobernantes sus “jefes”.

Siguiendo a Javier Romero Mendizábal (Santa Cruz Bolivia) democracia, en estos tiempos de despertar desde las calles, es “la acción política … para la restitución del orden y la paz.” Es “actos valientes y oportunos … para encauzar el rumbo hacia una construcción mejor”. Es “olvidarse que la ruptura no debe ser entre compatriotas, sino en función de un pasado irreflexivo, excluyente y sin autocrítica”. Es “encontrarnos con nuestras mejores versiones individuales y grupales para apreciarnos sin distinciones”. Es “ser mejores ciudadanos y personas”.

Algunos pensarán que es iluso vivir en democracia y tienen razón. La democracia es una buena capitana, pero la naturaleza humana hasta ahora ha sido un pésimo soldado.

¿Misión en la vida?


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El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU.COM (Trujillo Perú)
Los Tiempos (Cochabamba Bolivia)
Gaceta Jurídica - La Razón (La Paz Bolivia?)

Sí. Todo ser humano debería cumplir una misión en el curso de su vida, como manera de justificar y darle contenido a su existencia.

¿Qué estás haciendo que te diferencia del resto de animales? ¿Sólo naces, creces, te reproduces y esperas la muerte? ¿Cuál es el legado que le estás dejando a la sociedad donde te encuentras?

Hablo de un reto personal por asumir, considerando que lo que ocurre -en este momento- en gran parte del mundo, nos interpela en nuestra esencia.

¿Seguiremos diciendo que estamos bien y que las crisis que azotan a nuestros pueblos es asunto de los demás y que la solución debe provenir únicamente de la barita mágica de los políticos y gobernantes? ¿Qué estamos esperando ocurra para empezar a repensar y replantear los planos en los que estamos fallando como humanos?

Insisto, pero esta vez de otro modo. Pregúnteles a sus hijos o sobrinos si creen que el país que le estás heredando es lo que ellos se merecen. Claro que para tener una respuesta que sume, debes estar esforzándote -también- en darle buenos hijos a esta sociedad.

Por eso los invito a, sin dejar de tenerlos como prioridad, salirse -aunque sea por un tiempo corto- de su cómoda esfera personal y núcleo familiar y, con espíritu autocrítico y constructivo, definir y empezar a desarrollar acciones que influyan socialmente, en los ámbitos en los que se desenvuelven, en la perspectiva de rescatar valores y principios que hacen a una vida con justicia y equidad.

Hay dos etapas propicias, para este buen propósito, la juventud y adultez. La bondad de los años, sumado a la inquieta creatividad, lucha y compromiso por un lado y por el otro el aprendizaje y la experiencia, la seguridad y el horizonte claro, al servicio de este propósito; es algo que nos falta explotar.

No concuerdo con quiénes creen que es necesario llegar a la vejez para tener claridad (le llaman “sabiduría”) sobre lo que nos conviene como personas y sociedad. Son falsos preconceptos que nos llevan a postergar lo importante, mantienen anclados en el tiempo y sin aportar socialmente.

En esta línea, los objetivos y metas personales también deberían ser sociales y consustanciales a la existencia humana y no como ocurre hoy. El divorcio de los intereses personal y familiar de lo que le conviene a la colectividad, nos tiene enfrentados y en proceso de autodestrucción.

Necesitamos despojarnos del egoísmo, que es el hermano mayor del individualismo, porque envilece el alma y lo envenena. Éste, lleva al ser humano a perpetrar aberraciones y atrocidades como torcer el Derecho, perseguir y arrebatarle la vida al prójimo, mentir calculada e impulsivamente, instrumentalizar a los más débiles, olvidar compromisos y responsabilidades, e incluso ir contra los hermanos y los padres.

Necesitamos países de ciudadanos. Nos referimos a personas que no caminan a la deriva sino que tienen metas y objetivos personales pero también sociales, que aportan y construyen, que ayudan al más vulnerable sin esperar nada a cambio, que tienen cultura del trabajo y del servicio y que transitan en la vida enseñando los valores justicia y equidad y -algo muy importante- sin odios y resentimientos.

Mientras no comprendamos que el ser humano adquiere la condición de tal, sólo cuando comparte, nuestros problemas y enfrentamientos -como sociedad- irán en aumento. Está demostrado. Nos estamos quedando (los humanos) sin esencia, sin alma.

Debe ser un propósito de la vida cumplir una misión. Por eso, aprender a compartir y no ser egoísta y angurriento es parte central de ese fin humano.

Ella fue como un libro abierto

Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)

Debemos estar preparados para cerrar etapas en nuestra vida. En ese sentido, hoy me corresponde reconocer y agradecer al ser que me regaló la oportunidad de la vida y enseñó a caminar sin temores, con respeto, siempre ayudando y con dignidad.

Han transcurrido casi dos meses del fallecimiento de María Julia Chuquiruna Garrido y, pese al vacío y dolor que me genera ver que el mundo se está auto-destruyendo y que la insania de unos cuantos atropella y se traga derechos y sueños de nuestros pueblos, siento paz perdurable y quietud en mi alma por la forma como vivió y lo que me enseñó.

Me preparó para continuar, sin remordimientos ni cruces. Aprendí temprano, porque Ella me enseñó, que la vida tiene un inicio y un final y que lo importante es vivirla con honestidad y sinceridad, como un libro con sus páginas abiertas. “Si algo hay que hacer, en relación a los que decimos amar, debe ser en vida y no cuando ya no estemos en este mundo”, decía. “Rasgarse las vestiduras y darse golpes en el pecho, en cada conmemoración de un fallecimiento, es vivir de esclavo del pasado y tener doble moral”, agregaba siempre.

Nunca impuso nada y tampoco me pisó los talones para avanzar en la vida, pero sus decisiones y acciones, como emigrar del campo a la ciudad -para generarnos otras oportunidades- cuando tenía 12 años, me hicieron ver que una existencia sin objetivos y metas, inquietud y preguntas, proactividad y servicio al ser humano, es vacía y sin esencia ni horizonte.

Todo lo dio, pues me enseñó qué es la libertad y la importancia de defenderla. Su riqueza siempre fue moral y espiritual y nunca se afanó en concentrar bienes materiales, porque consideraba que “envilecen a las personas”. Razón no le faltó.

Recuerdo -siendo niño- como solía alimentar a los dos indigentes que -en ese entonces- había en mi Agua Blanca (San Miguel - Cajamarca) y cómo estos (“Neto” y “Coronel”) llegaban a casa con confianza y sonriendo; porque María Julia siempre los trató como a seres humanos.

Fue admirable su compromiso con la vida e incomparable su fortaleza para velar, muchas veces sola porque mi padre fue un político honesto, por sus hijos e hijas. La recuerdo como si fuese ayer, resolviendo problemas y enfrentando el día a día en una ciudad hostil para los “provincianos” como es Lima, y celebro que haya sido de ese modo; porque -en lo personal- me enseñó además que lo que llega o se recibe de modo fácil nunca es valorado y que si deseamos mejorar como personas -en todo orden de cosas- debemos esforzarnos hasta tocar los límites.

Pese a haber tenido sólo 4 meses de escuela, en Caipán (San Marcos – Cajamarca), leía y escribía con solvencia. Su libro favorito siempre fue la Biblia y antes que, en orden a lo narrado, pregonar sus enseñanzas y mensajes, los practicaba. Demostró que no se necesitan rótulos y títulos para ser un ejemplo a seguir y que los valores y principios del cristianismo -adecuadamente canalizados- ayudan a la construcción de un mundo mejor.

María Julia murió de vejez y no de enfermedad. Murió en paz y rodeada del amor y respeto de sus descendientes. Siguió el ejemplo de Jesús de Nazaret y, así como la recuerdan quienes la conocieron, cumplió con su misión en este mundo. Ahora, que ocupo su lugar en el ciclo de la vida, doblaré esfuerzos para honrar su legado e intentar reproducir su ejemplo.