Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)
La Gaceta Jurídica - La Razón (La Paz Bolivia)
Si.
La construcción de democracia es el proceso social más complejo que existe.
Sigue siendo un cometido humano inacabado, no por el tiempo transcurrido desde
sus orígenes, si no por las distorsiones y zarpazos que ha recibido de sus
creadores.
Demanda
tareas compartidas y, por lo general por la diversidad de los actores que
intervienen, siempre enfrenta a las personas, en orden a un universo de
factores, la mayoría hasta ahora, marcados por intereses individuales antes que
colectivos; que han reflejado sólo perspectivas de la vida y del mundo de una
minoría.
En
ese sentido, en adelante, al referirnos a la democracia debemos hacerlo con
mente abierta, autocrítica y espíritu creativo y constructivo. Debemos evitar
un mayor desgaste de este propósito humano, situación que atenta contra su
existencia. Necesitamos repensarla - colectivamente- y replantearla. Es
imprescindible que el pueblo participe y hay que crear las formas.
Su
carácter de proceso, cuestiona la validez de algunos supuestos que suenan mucho
-como categóricos- en este tiempo, en el marco de los cambios políticos en
nuestra Latinoamérica y el mundo. Decir “recuperamos la democracia”, “estamos
regresando a la dictadura” o que hay peligro de ser tiranizados si es elegido
determinado candidato o cierta candidata, es un error. No podemos seguir
generando falsas expectativas o ensalzando conceptos que aún sólo son buenas
intenciones.
Existe
un innecesario e inmerecido manoseo del término democracia, sobre todo por
actores clave de la vida política mediática y económica y, en esa medida, su
desgaste sigue -peligrosamente- extendiéndose porque no genera soluciones a los
problemas de la población. Esta sobre exposición, está acentuando su agonía y
alentando a nuestros pueblos a respaldar formas retorcidas de gobierno que
jamás sumarán a una cultura de paz e igualdad de oportunidades.
Recordemos
que democracia, en el común de las personas, fundamentalmente por patrones
“educativos”, es asociada con soluciones, servicios eficaces y eficientes,
probidad y decencia de nuestras autoridades, respeto a las reglas de juego y
sobre todo derechos y libertades.
En
este horizonte, en la mayoría de nuestros países, la democracia está cada vez
más vaciada de contenidos y fines y aun no lo comprendemos. La realidad se
impone y de formas perversas. Seguimos, al hablar de ella, exhibiendo una falsa
moral que se traduce en la persistencia de discursos huecos que
-paradójicamente- tienen más eco en aquellos sectores sociales que menos
beneficios han recibido –históricamente- y más víctimas han sido de los
gobernantes que eligieron.
¿Asumimos
entonces como regla, que cada país tiene la democracia y los gobernantes que se
merece? ¿Qué ha cambiado -en sustancia en nuestros países- en este tiempo, si
las motivaciones y gran parte de las acciones de quienes hoy nos gobiernan son
las mismas, son las de siempre? ¿Qué hacer para aportar a la construcción de
genuina democracia? ¿Hemos perdido acaso a su creador, al ser humano?
Que
algunas ficciones, como los crecimientos económicos en países cuyos gobernantes
y ex gobernantes los exaltan como algunos de sus máximos logros y los muestran
como expresión -irrefutable- de democracia, no nos alejen del rumbo que
necesitamos seguir. Democracia es esencialmente -además- institucionalidad
pública suficiente, eficiente, autónoma de los apetitos políticos y sin
cuestionamientos, que impide acentuar la marginación y exclusión.
Si
nuestros políticos y gobernantes no han comprendido la importancia de una vida
en democracia, este es buen tiempo para invitarlos al retiro por medio de las
urnas. La democracia como forma de convivencia social, mediante el mecanismo de
participación directa que les confiere legitimidad a nuestros representantes,
urge renovarla y ponerla al servicio y beneficio de todos y todas.
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