Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)
Gaceta Jurídica - La Razón (La Paz Bolivia)
Correo del Sur (Sucre Bolivia)
Así
como la libertad se volvió contra muchos que lucharon por ella, en el marco de
la revolución francesa y otras disputas que siguieron por más derechos humanos,
acabando con miles de vidas inocentes, hoy -casi 400 años después- en nuestra
América y el planeta, la democracia se vuelve contra sus pueblos que la
reclaman y defienden. En su nombre se cometen atrocidades y el mundo, la
mayoría de veces por sus intereses y arraigos ideológicos, las justifican y
hasta aplauden.
Todos
la proclaman y en cualquier boca suena bien, porque vende y es señuelo en el
mercado y cosecha de votos para el acceso al poder. No obstante, de todos
aquellos que más la invocan, nadie se esfuerza en darle real contenido y
vigencia. Por eso aún es intangible y valorada como una aspiración human
todavía muy lejana e inalcanzable.
Sus
beneficios aún no llegan a sus destinatarios, el pueblo, por eso pocos creen en
ella. Estoy aludiendo a la democracia representativa moderna, en la que el
gobernante se sujeta a la opinión de su pueblo para que se implementen o
abandonen políticas en orden -fundamentalmente- a los problemas y necesidades
de un país. Tiene que ver, también en esencia, con el respeto de las libertades
ciudadanas y un marco legal adecuado, suficiente para limitar la acción del
gobernante; también conocido como estado de Derecho.
Les
cuesta la vida o les vale un comino, a los que tienen acción política y hacen
gobierno desde los órganos o poderes políticos del Estado (ejecutivo y
legislativo), asimilar y aplicar esta lógica de vida en sociedad (la
democrática). Sin embargo, pese a que viven de ella y nunca para ella, la mal
utilizan ultrajan y pisotean cuando quieren. Por eso, cada vez resulta más
difícil comprender al ser humano porque ya es regla pregonar lo que no se
practica, ofrecer lo que no se cumple y engañar impune y cíclicamente porque la
población olvida. Ya nada es predecible en los humanos, cada quién tiene su
propio juego y la vida transcurre sin motivaciones más que las individuales o
de pequeños grupos.
A
estas individualidades y pequeños grupos de poder -fundamentalmente económico
político y religioso- nada les importa vivir enfrentados con las mayorías y
menos enfrentar a sectores dentro de esas mismas mayorías (a las que ellos
llaman minorías). Con sus propias características y sin ir muy lejos, pasó hace
semanas en Ecuador, está ocurriendo en Chile y Bolivia y perdura -por su
carácter estructural- en Perú.
En
ese sentido, si la democracia es una de las mejores construcciones humanas de
todos los tiempos, ¿por qué se está devorando a sus propios hijos, a sus
creadores? ¿Tenemos acaso en nuestros países una falsa democracia o nuestros
políticos y el mismo pueblo que los sostienen y le dan cabida en la vida
nacional la han desfigurado y vaciado de contenidos? ¿Qué hace falta para
comprenderla y aplicarla bien? ¿Cuesta tanto vivir en democracia? ¿Es acaso
democracia el instrumento para someter y generar relaciones de tiranía
(perpetua), injusticia e inequidad?
En
esa perspectiva, una sociedad logra un horizonte democrático en la medida en
que su gente -todos y todas- cumplan las reglas de juego, aquellas que emergen
del conocimiento y consenso y se hacen pacto social; esto es las respeten y
obedezcan.
Por
eso, citando ejemplos de nuestra cotidianidad latinoamericana, no hace
democracia la sed de venganza y daño de los que ingresan hacer gobierno frente
a los que lo dejan. Tampoco los reacomodos y mutaciones de quiénes viven de la
política y se relacionan con el Estado para beneficiarse. Menos aquellas
visiones que consideran al Estado una agencia de empleos y a los gobernantes
sus “jefes”.
Siguiendo
a Javier Romero Mendizábal (Santa Cruz Bolivia) democracia, en estos tiempos de
despertar desde las calles, es “la acción política … para la restitución del
orden y la paz.” Es “actos valientes y oportunos … para encauzar el rumbo hacia
una construcción mejor”. Es “olvidarse que la ruptura no debe ser entre
compatriotas, sino en función de un pasado irreflexivo, excluyente y sin
autocrítica”. Es “encontrarnos con nuestras mejores versiones individuales y
grupales para apreciarnos sin distinciones”. Es “ser mejores ciudadanos y
personas”.
Algunos
pensarán que es iluso vivir en democracia y tienen razón. La democracia es una
buena capitana, pero la naturaleza humana hasta ahora ha sido un pésimo
soldado.
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