jueves, 27 de mayo de 2021

La política del miedo

Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)
Causa Justa (Trujillo Perú)

El miedo, en su relación con la política, siempre será motivo de polémica. Dependiendo del cuándo, por medio de qué elementos y quiénes lo usan, será posible aceptarlo o rechazarlo.

Para quienes aspiran a vivir en libertad, el miedo, siempre será un estorbo. Su naturaleza, al estar destinado a dañar generando pánico y paranoia, es servir de instrumento para la manipulación y el control social.

El que vive con miedo siempre ve las cosas peor de lo que son. Bien lo decía Nicolás Maquiavelo en su obra El Príncipe "quien controla el miedo de la gente, se convierte en el amo de sus almas".

Está ocurriendo de nuevo, luego de 5 años en el marco del proceso electoral que enfrenta al continuismo corrupto y depredador y la esperanza. Ocurrió en los procesos electorales de los años 2011 y el 2016, con muertos -todos gente humilde- de por medio. Lo hizo el terrorismo, dieron cuenta los parcializados medios de prensa capitalinos y sus repetidoras en las regiones. También en esto se han vuelto predecibles, quienes viven y se nutren del miedo para subsistir políticamente, soberbios y sin apertura.

La campaña del “terruqueo”, en ese sentido, refleja el desprecio por aquel sector del país que apuesta por una genuina reconciliación y una senda común basada en la armonización de los intereses del mercado y los derechos humanos de la población. Existe cansancio de tanta espera y no lo quieren admitir.

Es de tal magnitud, esta vez la campaña, por lo secreta injusta y nociva para el país que es la organización que la promueve. El miedo y la zozobra que inducen, está en proporción a los privilegios que tienen en juego por perder. Saben que la cárcel -por buen tiempo- espera a muchos, valorando que no todo el sistema de justicia ha cedido a sus componendas.

El pueblo ha tomado conciencia de lo que ocurre y del tamaño y color de los hilos que mueven, aquellos que invierten cientos de millones para intimidarnos enfrentándonos, para evitar que se avance en la construcción de un país más justo. En ese sentido nos conviene afirmar compromisos, individuales y colectivos, para profundizar y sostener las demandas de democratización de nuestras instituciones y de accesibilidad al Estado en su conjunto. Lograrlo es vencer a la corrupción y la impunidad.

Esto implica desprendimientos de todo orden y de distintos actores relevantes de nuestra sociedad. Necesitamos recapacitar y repensar el momento en el que estamos, para lograr que algunas heridas cicatricen. Porque resulta inaceptable que, en el bicentenario patrio, sigamos mostrando -ante nuestros hijos y el mundo- una sociedad con moral colonial, esclavista y de siervos.

Si seguimos viviendo bajo el imperio del miedo, estamos aceptando que el dominio de unos sobre otros es normal y natural. Es darle alas, porque día a día se fortalecerá, hasta el punto de ser quien viva elija y decida por nosotros. Aún estamos a tiempo de revertir esta situación.

“A los verdugos se les reconoce siempre, tienen cara de miedo”, anotó con acierto Jean Paúl Sartre en su obra La náusea. Es ese mismo miedo el que los está llevando a cometer excesos y crímenes que, como los de la selva de Ayacucho el pasado 24 de mayo, tarde o temprano tendrá castigo.

Recuerda que el miedo es el más ignorante, injurioso y cruel de los consejeros. Su uso en política, expresa el verdadero rostro de quien lo promueve.


miércoles, 19 de mayo de 2021

Mirada ideológica

Publicado en:
Correo del Sur (Sucre Bolivia)
El Clarín (Cajamarca Perú)
Seminario Expresión (Chiclayo Perú)
Panorama Trujillano (Trujillo Perú)

Lo que está ocurriendo políticamente en varios de nuestros países me lleva a sostener que cuando se encasilla el análisis de la realidad social en determinada ideología, se pierde objetividad y horizonte. Hay distorsión y es inevitable.

Los procesos electorales, pasados, recientes y en desarrollo, muestran sociedades altamente polarizadas, pero al mismo tiempo paralizadas; porque han caído en un ciclo repetitivo del “más de lo mismo” y el “cada vez estamos peor”. Ese encasillamiento, que más parece tapaojos, está nublando la capacidad de razonamiento y, en algunos casos, anulándolo. Todos creen tener la razón y hay inamovilidad en sus posiciones.

El abuso y el desconocimiento marcan las relaciones. Atropellan los que saben que el botín en disputa es el poder por el poder, no para servir administrando mejor el Estado. Atentan por las formas de relacionarse con la gente. Dominan al instrumentalizar y usar a las personas, a las que ven como objetos -sin alma y dignidad- desechables. La ignorancia, que los abusadores identifican bien en la gente, es la principal herramienta para el embaucamiento y la traición.

En ese sentido de reflexión el Papa Francisco, en julio de 2015, expresó en Asunción (Paraguay) “no sirve una mirada ideológica que termina usando a los pobres al servicio de otros intereses políticos y personales. Las ideologías terminan mal, no sirven. Las ideologías tienen una relación o incompleta o enferma o mal con el pueblo. Las ideologías no asumen al pueblo. Por eso fíjense en el siglo pasado ¿en qué terminaron las ideologías? en dictaduras. Piensan por el pueblo, no dejan pensar al pueblo”.

Mensaje irrefutable; pese a ello, la irreflexión de los electores redondea el negocio de los políticos. Estamos en un proceso de ideologización que, entre otras cosas, busca ocultar la realidad y promueve la valoración desigual de las personas, muy convenientes para el mantenimiento de un contexto social injusto. No se concibe la ideología como valores, como los responsables de las acciones de las personas, instituciones y sociedades.

Por eso es entendible que estemos discutiendo cada día en las redes sociales, de manera exaltada, apasionada, indignada y enojada, como queriendo desahogar frustraciones. Un ejercicio democrático importante, inoportuno e insuficiente considerando que la mayoría lo hace sólo en periodo electoral, el resto de meses y años le dan la espalda al debate de los asuntos públicos.

Es la indiferencia la que está permitiendo que, durante décadas y siglos, aquellos políticos que están enseñando a observar la realidad con mirada ideológica ganen terreno y algunos para perpetuarse.

Lucrar en este contexto, con la pobreza y la ignorancia, en la mayoría de partidos políticos se ha hecho regla. Por eso, entre otros factores, el acceso a una educación de calidad es contraproducente considerando que, de brindarla, al hacer gobierno desde el Estado, ya no podrán seguir manipulando y condicionando apoyos a cambio de votos.

Se puede mirar la realidad de un país, cuando se trata de evaluar a cierto gobierno, desde diversos ángulos. Su institucionalidad, el respeto de los derechos humanos, la calidad de los servicios que presta, etc. Por eso, la mirada ideológica -hoy- es un arma de doble filo en contra de los pueblos.

La libertad, en esta línea de reflexión, está donde el pueblo piensa por sí mismo y no sus políticos por él. Aprender a pensar sin ataduras, las que impone toda cruz ideológica, es mejorar nuestra vida, es construir democracia.

jueves, 13 de mayo de 2021

Oportunidad perdida

Publicado en:
Correo del Sur (Sucre Bolivia)
El Clarín (Cajamarca Perú)
Causa Justa (Trujillo Perú)
Panorama Trujillano (Trujillo Perú)

Una oportunidad ida, como en el amor, es una oportunidad perdida. Aplica a todas las acciones humanas.

En esa lógica, la “clase política” peruana, con su comportamiento en el proceso electoral del bicentenario, está dejando pasar una irrepetible oportunidad para recomponerse limpiándose de la corrupción, acercarse al electorado en una relación de confianza y colocando como prioridad en sus propuestas, entre otros tantos temas, servicios básicos eficientes y de calidad para los más de 33 millones de peruanos y peruanas y no sus intereses de grupo.

En lugar de tener una contienda política basada en propuestas y planes que nos convienen, estamos sitiados por posturas racistas y de desconocimiento del país; que -una vez más- enfrenta a Lima al resto del Perú. Esta segunda vuelta electoral nos muestra lo lejano que estamos de la reconciliación nacional, debido al grave estado de salud ética y moral de la sociedad.

Seguimos como al inicio de la República, con políticos y actores clave anclados en el pasado con espíritu acomodaticio, violento, discriminador y egoísta; que nos tiene dando tumbos en el mismo sitio. Seguimos eligiendo lo que nos ofrece un sistema electoral que no promueve ni facilita progresos. Suman los patrones culturales predominantes, colonialistas y anti derechos, que se inclinan por aceptar como peruano a lo limeño o extranjero y lo que ellos prefieren. Salvo escasas excepciones, el resto del país los sigue; es fuerte la alienación cultural.

No escuchan, no desarrollan autocrítica, no se abren a un diálogo sincero sobre el país que merecemos y su visión se agota en lo inmediato; sus intereses. Toda posibilidad de reforma, que por ejemplo genere institucionalidad política o mejoras al “modelo económico”, es atacada hasta su archivamiento. No les importa los temas de fondo. En esa medida, tienen paralizado a un país que busca profundizar transformaciones ineludibles de cara a su futuro.

No les importa que el mundo nos esté mirando, por que no tienen identidad con lo peruano. Lo que nos ocurre, en lo político, pese a vendernos como incoherentes e irracionales, les resulta intrascendente. A la administración de nuestras enormes riquezas, no le ponen reglas favorables y tampoco sentido social; por eso no han servido para acortar desigualdades y reducir la pobreza. Los marcos normativos y otras regulaciones, hasta hoy, han sido restrictivos de derechos, nada incluyentes, y en esa medida seguimos lejos de contar con un mercado con empleo digno y rostro humano.

El pobre conocimiento y comprensión del país, por parte de la población, es usado en su contra. Se pide lo que nunca se ha dado, por ejemplo, “educación de calidad”. El que no habla o razona como limeño y sus íconos socioculturales (Melcochita, Laura Bozo, etc), es un “provinciano”, un no blanco, ignorante, pobre, retrasado e incapaz de asumir funciones de Estado, culturales o sociales de importancia. Los medios de comunicación capitalinos traicionando su fin, hacen comparsa de esto y subordinan su línea editorial a formas antidemocráticas y viles de hacer política.

Hilarante es ver como el conservadurismo de unos cuantos, que ha arrastrado a miles que no tienen nada que conservar haciéndolos creer que son ricos, usa a pobres en su defensa. Se resisten a todo cambio que los saque de su confort y aprovechamiento de su relación con el Estado. El Perú es de ellos y de nadie más.

La manipulación y embuste es de tal tamaño, y la “clase política” lo acepta, que muestran a la segunda vuelta como protagonizada por una demócrata y un provinciano “comunista” y “terrorista”. Mienten sin tapujos, al pedir “Vota por el Perú”, y lo terrible es que hay más vehemencia en el llamado en los ilustrados y eruditos. Vivimos tiempos en los que defender la democracia es lo mismo que defender la corrupción y el crimen.

En ese sentido, mirando al Perú más allá de este momento que ojalá no nos complique más la vida a “los de a pie”, corresponde aportar para que la corrupción y el autoritarismo no avancen; algo que, en el año del bicentenario, nuestros 

jueves, 6 de mayo de 2021

¿Libertad de expresión o instrumento de opresión?

Publicado en:
Correo del Sur (Sucre Bolivia)
El Clarin (Cajamarca Perú)
Panorama Trujillano (Trujillo Perú)

La relación entre prensa y política, en cualquier país del mundo, siempre ha sido de tensión y controversia. Dependiendo de sus dinámicas construyen o destruyen democracia.

La libertad de expresión, como instrumento para el control del ejercicio del poder de los gobernantes y otros actores clave de una sociedad, uno de los mandatos esenciales de la prensa que la canaliza, no termina de ser comprendida por la población y, en su medida, está siendo manipulada -para su beneficio- por el mundo político y sus aliados.

Con deshonestidad e irresponsabilidad se están apartando del marco jurídico que protege el derecho a la libertad de expresión, reconocido por la mayoría de constituciones en el mundo, así como por los principales instrumentos internacionales sobre derechos humanos como la Declaración Universal de Derechos Humanos (artículo 19º), el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (artículo 19º) y la Convención Americana sobre Derechos Humanos (artículo 13º), que resulta de obligatorio cumplimiento para cualquier Estado.

Pese a ese orden de importancia, por los aportes que ha realizado en los países con democracias consolidadas, que es reconocido en el hemisferio por diversas instituciones internacionales y organizaciones de derechos humanos como la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) que ha promovido y celebrado acuerdos y declaraciones como la Declaración de Chapultepec (México, D.F. el 11 de marzo de 1994), hace buen tiempo que algunos gobiernos, con acusaciones de corrupción otros crímenes y perfil antidemocrático, están empeñados en capturar e instrumentalizar a la prensa para usarla de aliada en sus proyectos políticos.

Dependiendo del país se aprecia, no estoy generalizando, una defensa del “modelo” imperante. Hay una santificación del estado de cosas en lo económico, también social, político y cultural. Es cuestionable, la forma en que lo hacen, por su falta de ética periodística.

Se crean o maquillan, para servir a esos intereses, efectos beneficiosos, por ejemplo al jugar con las variables crecimiento económico y disminución de la pobreza, considerando que la brecha social sigue siendo profunda. Está también el desprecio y abandono -del Estado a través del gobierno en sus distintos niveles- a pueblos alejados de las grandes urbes, que para esa prensa no cuenta; por ser intrascendentes.

Está ocurriendo de nuevo, en el marco del proceso electoral peruano. Periodistas y medios de comunicación, al servicio de una candidatura y de cancerberos de su oponente; al que no dudan de calificar de “comunista” y “terrorista”. Todos a uno y en sintonía, bajo los mismos libretos. Ocurrió en la década del 90 y luego el 2011, cuando el ex presidente Ollanta Humala fue candidato y fue satanizado por el “peligro” que representaba su discurso, para la “estabilidad” y los “avances y crecimiento del país”.

No hay periodista peruano, hoy, que no sea consciente que ese “modelo”, 10 años después, sigue generando inequidad y desigualdad y que debe ser revisado. No obstante, en lugar de visibilizarlo y canalizarlo -para que sea agenda para el próximo gobierno- lo ocultan usando adjetivos calificativos que distan mucho de un periodismo ético, independiente y constructor de democracia.

Están, entre otros planos y más allá de mi Perú, incumpliendo su obligación de tejer confianza entre gobernados y gobernantes. Una confianza basada en la ética de las personas, es decir en la coherencia entre principios, valores y hechos. Se han vuelto previsibles en sus actos. Están sirviendo a la opresión de pueblos. Son los principales causantes de la polarización de nuestras sociedades y de esa violencia silenciosa que, en los últimos días, les ha arrebatado la vida a muchos colombianos y colombianas.