viernes, 20 de julio de 2018

Es tiempo de enfrentar y ganarle a la corrupción judicial


Publicado en:
Expresión (Chiclayo Perú)
El Clarín (Cajamarca Perú)
El Poder (Tarapoto Perú)


Estoy entre quienes sienten indignación frente al nuevo “destape” de corrupción en nuestro Perú, esta vez de parte de jueces (César Hinostroza, Walter Ríos Montalvo, Emperatriz Pérez Castillo y José Luis Cavassa Roncalla) y consejeros del Consejo Nacional de la Magistratura – CNM (Iván Noguera, Julio Gutiérrez, Guido Aguila y Orlando Velásquez Benites), que sigue exhibiendo a nuestro país como uno de incipiente institucionalidad y mayor corrupción e impunidad en la región.

Esta situación me lleva a compartir mis perspectivas sobre cómo enfrentar y derrotar a la corrupción judicial, desde los espacios y funciones en los que nos encontramos.

En primer lugar debemos hacer el esfuerzo de individualizar y exponer por su nombre y función, uno a uno, a los implicados en este y cualquier caso. No contribuimos a fortalecer la institucionalidad si caemos en  generalidades, al hablar de la justicia de los jueces o del Poder Judicial, debido a que dañamos la imagen de instituciones que son de todos y que resultan centrales en cualquier proceso de construcción de democracia. Debemos recordar siempre que las responsabilidades son individuales y no institucionales y si seguimos generalizando y no separando la paja del trigo, a los corruptos de los honestos, le hacemos un gran favor a aquellos políticos tendenciosos y a la corrupción en sí que se nutre y necesita instituciones débiles.

También considero que este es un buen momento, por las características del caso, para volver hablar de la necesidad de una reforma integral al Sistema de Justicia (interprétese en la extensión y significado de los términos que uso); más allá de que políticamente no haya condiciones. En ese sentido, ayuda afianzar la corriente de opinión que germina a favor de este proceso; el que podría tener respaldo más adelante cuando contemos con un efectivo y democrático contrapeso de poderes. Es importante que la población tome conciencia de romper con esa tara cultural de tolerancia a las formas diversas de corrupción y eso demanda tiempo y acciones sostenidas desde todos los espacios, principalmente los sociales. Nuestro Estado, debido al perfil de la mayoría de sus interlocutores, poco o nada hará para cambiar el estado de cosas.

En la línea de lo anterior, como tercera reflexión, considero que debemos demandar y promover una reforma judicial con participación social efectiva y no nominal, como ha ocurrido en los últimos “intentos”. Una reforma concebida como un proceso social plural e inclusivo de corto mediano y largo plazo, con enfoques más de orden técnico (el de política pública, de interculturalidad y de derechos, por ejemplo) y no basado en elementos políticos que, como sabemos, tienen carácter coyuntural y se basan en intereses de los gobiernos de turno en la lógica de controlarlos e instrumentalizarlos.

Finalmente, decir que mientras sigamos considerando que no somos parte del problema, no avanzaremos en la lucha contra el cáncer de la corrupción que sigue haciendo metástasis. Mientras no entendamos que las autoridades que tenemos son las que deseamos, porque de alguna forma llegaron al puesto que ocupan y alguien las eligió o designó, tampoco tendremos mejoras sustantivas en el perfil de nuestras autoridades. Somos parte del problema y la solución debe partir de cada uno, a través de un proceso educativo que genere ciudadanos. La corrupción está alcanzando nivel de institucionalización y expresa el estado de la salud de nuestra sociedad.

Planteo entonces llevar el abordaje de este problema a un nivel superior y no quedarnos en los lamentos y las acusaciones que, si bien es cierto ayudan a construir conciencia social, no resuelven un problema que tiene raíces culturales y expresiones de crisis estructural.