sábado, 28 de septiembre de 2019

¡Expresarnos en las calles es lo único que nos queda!

Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)

La “clase política” nacional nos ha robado y ninguneado tanto, en estos casi dos siglos de República, que sólo nos queda la voz en las calles. Nuestra capacidad de indignarnos, generar cambios y sepultar episodios vergonzosos está -nuevamente- en prueba.

La actual correlación de fuerzas existente en el Congreso, con predominio fujimorista digitados desde el penal de Santa Mónica por Keiko Fujimori, ha degenerado sus funciones en abusivas arbitrarias y antidemocráticas y, de espaldas a lo que mayoritariamente el pueblo demanda, ha puesto en evidencia un siniestro plan de toma y control de otros sectores clave del Estado y la recaptura total del poder; como en la década del 90. Por ahora además del Congreso tienen mayoría en la Junta de Fiscales Supremos encabezados por Pedro Chávarry, designados gracias al control que lograron en el disuelto Consejo Nacional de la Magistratura. También tienen la complacencia del Presidente del Poder Judicial que -reiteradamente- critica a los jueces anticorrupción por su labor y busca desacreditar el uso de institutos jurídicos como la detención preventiva.

Los corruptos necesitan impunidad e invisibilidad social. Es imprescindible, en ese sentido en esta coyuntura, entre otras tretas, controlar el Tribunal Constitucional (TC), porque en sala plena actual la mayoría de jueces son autónomos e independientes. Ese predominio les permitiría, entre otras acciones futuras, liberar a Keiko, impedir el acuerdo con ODEBRECHT, acabar con todo el trabajo de los fiscales Vela y Pérez y los jueces anticorrupción que también favorece a sus aliados y tránsfugas e impugnar la posibilidad de una cuestión de confianza para adelantar las elecciones generales que permita sacar al peor Congreso de nuestra historia que, como sabemos, sólo representa a los intereses delictivos de esa mayoría congresal y sus cómplices fuera del Estado.

Por eso, con una prisa inusual y estridente difusión en sus adictos y torcidos medios de comunicación capitalinos, la “Comisión Especial” que preside Pedro Olaechea (el mismo que dijo que un sueldo mínimo de S/. de 850 “dentro del Perú era mucho”) está programando la “elección” de los nuevos magistrados del TC el lunes 30 de setiembre. Ya existen listas aprobadas de candidatos, “seleccionadas” en tan solo media hora, entre los que figuran como “favoritas” personas con una demostrada vinculación política con el fujimorismo y el alanismo. A estas organizaciones sólo les basta nombrar a uno de los que integran sus listados y tendrán el control del TC.

Recordemos que la actual composición del TC ha permitido que se declare inconstitucional leyes relativas a publicidad estatal, transfuguismo y el intento de modificar la cuestión de confianza. A estos y otros casos, que tienen que ver con la profundización de la democratización del país y la lucha contra la corrupción jueces como Ernesto Blume (actual presidente del TC), José Luis Sardón y Augusto Ferrero, mostraron oposición a través de argumentos partidarios inconsistentes y vacilantes.

No debe quedar duda entonces que, en las últimas décadas, Fuerza Popular -a través de cada una de sus anteriores caretas de participación política fujimontesinista- y lo que queda del Partido Aprista Peruano, son expresión política de la corrupción y la impunidad en el país. Que son los actuales representantes de la escuela del robo descarado a los más de 30 millones de peruanos usando el Estado; por eso se vinculan a él, como desde hace más de 500 años lo han hecho diferentes actores y sectores sociales, hasta no hace mucho intocables (los del Club de la Construcción por ejemplo).

Por lo anterior, su achorada resistencia a irse y ceder beneficios del Perú para los peruanos. Por eso hasta al asesinato apelan, como habría ocurrido con el juez Ernesto Araujo Ramos de Rosas del Juzgado Unipersonal Penal de Chepén (La Libertad) que juzgaba a Joaquín Ramírez (ex Secretario General de Fuerza Popular y mano derecha de Keiko) y a posturas fascistas y anti-históricas de considerar que “al pueblo no se le hace caso, al pueblo se le gobierna y el pueblo solo tiene derechos, y de esos derechos, al pueblo le nacen de la Constitución, los derechos del pueblo nacen de la Constitución y el pueblo tiene derecho a elegir”.

Queda claro, por lo expresado y muchas otras tantas razones de hecho y Derecho, que el actual Congreso no tiene legitimidad para elegir a los nuevos integrantes del TC. Sus repugnantes componendas para sus repartijas los delatan. Ya todos sabemos que su único propósito es el control y sometimiento del TC para asegurar la impunidad a sus crímenes pasados, actuales y futuros; por eso es nuestro derecho abrir otras puertas que aporten a la solución de esta crisis de gobernabilidad del país generado por la corrupción y la impunidad.

Los peruanos necesitamos comprender que si estas mafias políticas y sus aliados dentro y fuera del Estado insisten en concretar estos planes, al margen de la aplicación de las prerrogativas del Ejecutivo (del Gobierno Nacional) frente a la desatención de sus propuestas que el pueblo respalda (como el adelanto de elecciones generales para el 2020), nos están habilitando para usar nuestro derecho constitucional (artículo 46, segundo párrafo) a la insurgencia.

El orden constitucional debe ser recompuesto en sus elementos (conceptos y contenidos) y dado que la insensatez y angurria de las mafias persisten, para afirmar nuestra lucha libertaria como pueblo, sólo nos queda la voz en las calles.

Dejar de ser considerados como “cholos baratos” “sin alma” y “tontos útiles”, de políticos inescrupulosos y empresarios con moral esclavista, depende de nosotros. Sí podemos transformar el mundo y desechar cruces que nosotros mismos nos echamos en la espalda.

NOS VEMOS EN LAS CALLES…!!!

¿Qué nos está pasando?

Publicado en:
Revista Lea (Chiclayo Perú)

La humanidad está viviendo tiempos extremos. Desde hace bastantes décadas, nos afanados en autodestruirnos y lo trágico es que -parece- no somos conscientes de que cada afectación a la naturaleza nos acerca más y más a la extinción como especie.

Desde hace semanas apreciamos que arden cientos de miles de hectáreas de bosques en Paraguay, Perú y especialmente en la Amazonía de Bolivia y Brasil. En Bolivia, en lo que va del año, según la Fundación Amigos de la Naturaleza, se habrían quemado 1,8 millones de hectáreas. En Brasil habría un incremento anual de incendios forestales en un 84%.

Nos cuesta comprender que somos los humanos los que necesitamos de la naturaleza y del planeta y no la Tierra de nosotros, para seguir existiendo. Algo tan elemental, pero al mismo tiempo simple, que gobernantes y gobernados no somos capaces de asimilar y actuar.

En nombre del denominado “desarrollo”, nos hemos constituido en el principal depredador de nuestro hogar, el planeta Tierra. Los que más tienen más quieren y los que menos tienen, entre otras razones, además de ser “educados” para ser indiferentes sumisos y permisivos con los depredadores, somos “controlados”, a sangre y fuego, cuando levantamos la voz en defensa del medio ambiente.

Pese a ser la única especie con capacidad de razonamiento, somos los que no paramos -un segundo- de contaminar el lugar donde estamos. Por eso nos hemos convertido en el animal más peligroso sobre la faz de la tierra y, al paso al que vamos, más temprano que tarde daremos paso al apocalipsis.

Por eso, es deber de la humanidad elegir líderes que reconozcan la importancia de proteger la naturaleza y que se esfuercen en promover soluciones científicas e integrales y una enorme base social empoderada que las respalde. Neguemos nuestro respaldo a quienes sólo creen en sus efímeros intereses personales y de grupos, en todos lados sabemos quiénes son. Pensemos cómo limitar su acción destructiva y cómo efectivizar los mecanismos legales internacionales existentes para que sus crímenes contra la Tierra y sus habitantes tengan castigo.

No podemos seguir permitiendo que desde los gobiernos se siga legalizando la lapidación del planeta. Tampoco sustituyendo y restando responsabilidad, con fines electorales, a los gobiernos regionales y locales. Es también inconcebible que sigamos guardando silencio cuando nuestros gobiernos destinan migajas para las “políticas medioambientales” a nivel nacional, regional y municipal.

Es fundamental también que, quiénes integran los sectores predominantes, el sector minero por ejemplo, aprendan a respetar la naturaleza, nuestra diversidad y pluriculturalidad (diversos pueblos con sus propias culturas en un mismo Estado), que pasa porque abandonen su lógica de relacionamiento basado en el abuso de poder, la manipulación y los costos ocultos.

La relación entre mercado, medio ambiente, política y ciencia, necesita ser replanteada. Necesitamos relaciones basadas en el equilibrio de la naturaleza, el respeto a los seres vivos y la preservación de la especie humana.

Si nada cambia, la auto-extinción humana sería un justo castigo. Aún lo podemos evitar. Les recuerdo que no tenemos otro hogar, más que la Tierra.

viernes, 27 de septiembre de 2019

Los “psicosociales” han vuelto

Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)

Un poco más de 20 años después, de una de las dictaduras más crueles contaminantes costosas destructivas y perversas que hemos tenido como país, vuelven los “psicosociales”; uno de los instrumentos más eficaces de control social usados por medio de la psicología humana para asustar, distraer, confundir, pretextar, manipular y utilizar al pueblo.

Vladimiro Montesinos Torres, Nicolás Hermosa Ríos y la cúpula militar y policial (de ese entonces), gracias a la venta de la línea periodística de los medios de comunicación que dirigían José Enrique Crousillat, los hermanos Mendel y Samuel Winter, Ernesto Schutz y otros “barones” de la televisión, radio y prensa escrita, con pleno conocimiento y respaldo del ex presidente y hoy recluso Alberto Fujimori Fujimori, utilizaron esta herramienta por casi 10 años, para contrarrestar cualquier investigación (venta de armas a las FARC, ropa donada, “Grupo Colina”, sótanos del “Pentagonito”, etc), minimizar e invisibilizar sus latrocinios y corrupción (“diarios chicha”, coimas por las privatizaciones, pagos a Montesinos, etc) y encubrir sus crímenes de lesa humanidad (Barrios Altos, La Cantuta, etc).

Usaron rostros “populares” del momento en la televisión como, entre otros, el de Laura Bozzo, Gisela Valcárcel, Magaly Medina y “servicios periodísticos” de “referentes de la prensa” como Nicolas Lucar y Mónica Delta, para idiotizar desinformando y ofreciendo circo.

Ahora -lamentablemente- seguimos en lo mismo. Algunas de estas personas siguen haciendo circo, otras han modulado su lenguaje y actitudes despóticas y se esfuerzan por mostrar que cambiaron y hay nuevos en escena. Los encontramos bajo los nombres de Phillip Butters, Aldo Mariategui, Milagros Leyva, otros y otras. También tienen un sitial ganado, en este camaleónico escenario, los “cómicos” Fernando Armas, Jorge Benavides, Manolo Rojas, Guillermo Rossini, Ernesto Pimentel y otros y otras. Hasta la congresista fujimorista Yeny Vilcatoma, pagado con dinero del pueblo peruano, tiene programa en el canal del Congreso; que usa para dividir, propagar su cultura del odio, defender la corrupción y promover la impunidad.

En la base de datos mundial de Internet, existe un registro de lo que cada una de estas personas -las de ayer y hoy- aportaron a la construcción de nuestro Perú, en aquella década de concentración y abuso de poder, latrocinio y corrupción, terrorismo (de Estado y de los grupos alzados en armas), persecución, secuestros, ejecuciones extrajudiciales y en general muertes direccionadas.

Toda esta gente, que soportan mediáticamente a los intereses de los grupos predominantes del país, se reinventan y -al igual que los políticos antidemocráticos como los fujimontesinistas y sus aliados y tránsfugas- se resisten también a irse. Mantienen fuertes e ininterrumpidos lazos con estos sectores, por eso su relación con los personajes clave involucrados en los procesos judiciales por corrupción; seguidos por el Sistema Nacional Especializado en Delitos de Corrupción de Funcionarios. Tienen una misión que cumplir, como en la década del 90.

Por eso -fanáticamente mintiendo y en sintonía de legión romana- dan cabida en sus programas “periodísticos” y “humorísticos” a sus socios, todos los que hacen mayoría en el Congreso, y juntos buscan desacreditar la forma en que los jueces y fiscales del Sistema Nacional Especializado en Delitos de Corrupción de Funcionarios, desarrollan los procesos judiciales en relación, entre otros casos, a ODEBRECH.

Es menos casualidad, en esa misma orientación de acciones, que ahora aparezcan “cuerpos descuartizados” (así los titulan en sus pantallas, tabloides, reportes radiales y redes sociales) en distintos lugares de Lima. Igualmente no es coincidencia que la mayoría de la familia Fujimorí en el mismo día se hayan "enfermado del corazón". Ambos hechos obedecen a un siniestro plan desestabilizador. Vuelven a "operar", al mismo estilo de su dictadura de los 90. Buscan desviar la atención de la población sobre lo que se aproxima, en términos de decisiones del sistema de justicia anticorrupción contra los acusados de corrupción -entre ellos la Sra. "K"- generar un clima de inseguridad ciudadana y "bajarle el impulso social" al adelanto de elecciones generales. Buscan sitiar al presidente Vizcarra y su gabinete, afectando su buena relación con la población. Por eso las movilizaciones nacionales deben continuar.

Sin escrúpulo alguno, la mafia fujimontesinista y sus aliados y tránsfugas -políticos y programas de la prensa- intentan utilizarte paisano peruano. Por eso debes valorar los medios que están usando (cadáveres y estados de salud), porque son muestra de lo que son capaces. Su objetivo es aferrarse al poder corrupto y corruptor que practican y promueven y seguir en total impunidad.

Nuestra desgracia no puede durar cien años, necesitamos deshacernos de estas prácticas mafiosas y personas que no comulgan con un Perú para todos y todas. El lugar es en las urnas, eligiendo bien; por eso la importancia de adelantar las elecciones generales al 2020.

Los psicosociales deben ser parte del pasado. Hoy está en nosotros que así sea, por eso apelo a tu memoria; porque un pueblo sin memoria histórica y consciencia social de lo que mejor le conviene está condenado a cometer los mismos errores una y mil veces.

Sacar a la mafia del poder es factible

Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)

Defender el estatus quo en un país ganado por la corrupción política y de otros grupos de poder, resulta inmoral. Doblemente deshonesto es, pese a conocer lo que realmente ocurre, tener vocación acomodaticia, renunciar a principios, fomentar el utilitarismo e individualismo y “perder” conciencia sobre los daños que generan a una sociedad las formas de crimen organizado y amparado por sectores clave del Estado.

Patrocinar el actual estado de cosas, considerando que nuevamente estamos arañando fondo, es lo mismo que mentir a un crio, es hacer apología del delito, es conveniencia y traición, es oportunismo. La población así lo está entendiendo y expresando, como este 5 de setiembre en las calles, a lo largo y ancho del país. +Está ocurriendo, lo recogen todas las encuestas de este año y se aprecia el -cada vez mayor- rechazo a la corrupción, a sus perpetradores y a la utilización de nuestras instituciones por los mismos políticos y grupos de poder económico para seguir delinquiendo y no tener castigo. Los casos del fiscal supremo Pedro Gonzalo Chávarry Vallejos y los hermanos Graña del denominado “Club de la Construcción”, son dos de los peores ejemplos.

Estamos asimilando los peruanos, aunque con lentitud, la necesidad de afirmar el proceso de moralización e higiene de la política y el país y sanciones drásticas y efectivas contra los corruptos. El adelanto de las elecciones generales para el año 2020, que debemos apoyar, es paso clave de este proceso. Sabemos que si seguimos con las viejas prácticas de las elites económicas y políticas, aquellas que han “gobernado” por siglos el país con privilegios e impunidades y -desde la República- utilizando ubicaciones estratégicas de nuestro Estado, seguiremos siendo lacayos, estadísticas y “ciudadanos” de quinta.

Estas élites y sus viejas prácticas, todo indica, llegaron para quedarse. Aparecen y luego se ocultan cuando pierden presencia y cuotas de poder en el Estado. Siempre han controlado de algún modo. En las últimas tres décadas reaparecieron, en dos oportunidades, fortalecidos por aliados que muchos creían democráticos y se resisten a irse. Entre sus operadores, interlocutores y prospectos de estadistas -de hoy- están sus excelencias Rosa Bartra, Mauricio Mulder, Juan Sheput, Mercedes Araoz, Salvador Heresi, Víctor Andrés García Belaunde y cada uno de los que hacen mayoría en el Congreso. Están además, pero con mucho dinero, la prensa que miente, los abogados “constitucionalistas” de los corruptos que obstruyen, desinforman y confunden, los “líderes” empresariales que chantajean y acosan y una veintena de operadores naranjas de campo que, sin argumentos, confrontan violentamente en las calles a cambio de su “taper”.

Penoso y vergonzoso ¿verdad?, porque se trata de nuestro Perú, de nuestros paisanos, la tierra de los Incas y nuestra rojiblanca. En este contexto, no nos dejan otra alternativa que confrontarlos, exponerlos y, por el extremo de sus conductas con las que cada día nos faltan el respeto, renovarlos por medio de las urnas. Es necesario, posible y sería verdaderamente transformador si nos informamos bien y elegimos mejor la siguiente vez, y, en una línea autocrítica, aprendemos de nuestros últimos errores; no votando por gente ligada al hampa. Ahora es cuando, hay condiciones para democráticamente derrotar a la mafia.

Somos más del 80 por ciento de la población los que apostamos por aquellas reformas democráticas, como la política la judicial y otras, que el Congreso -que ahora representa a esas élites gobiernistas minoritarias- nos niega. Somos ese mismo porcentaje de peruanos los que respaldamos a nuestro subsistema de justicia anticorrupción y anhelamos que profundicen y afiancen la lucha contra la corrupción. En igual proporción respaldamos al Presidente Vizcarra en el uso de sus prerrogativas constitucionales de promover el adelanto de elecciones para el 2020 y, de ser necesario, disolver temporalmente el Congreso. Cualquier nueva representación congresal, será mejor que la de hoy. Todo esto que ocurre los tiene frenéticos y furiosos a los corruptos, de dentro y fuera del Estado, porque se sienten sitiados y saben que muchos terminarán en la cárcel.

Suscribo en general, en esa perspectiva, el pronunciamiento de los docentes de Derecho Constitucional de la Pontificia Universidad Católica del Perú, que felicito, y hago propio el llamado de que “el país demanda de gobernabilidad, para continuar con las políticas públicas económicas y sociales, así como, con la reconstrucción moral de nuestra democracia constitucional de cara al Bicentenario”. Soy consciente de que estos retos no son intereses compartidos con la mafia, ya sabemos que se aferran a su miseria, por eso seguiremos en esta lucha mientras haya aliento de vida.

Demuestra que sí piensas, que sí preguntas, que sí interpelas, que reconoces tus errores de elegir mal, que no necesitas de los políticos y que sí (tú) puedes sumar en este proceso de reorientar el rumbo de la historia de nuestro país.

Súmate y lucha por un Perú libre de corrupción…!!!

¡Cuidado con los humanos!

Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)
Correo del Sur (Sucre Bolivia)
Los Tiempos (Cochabamba Bolivia)

Nos estamos acostumbrando a vivir entre tragedias. Apreciar que miles de kilómetros cuadrados de bosques en Paraguay, Perú y especialmente amazónicos en Bolivia y Brasil, arden desde hace semanas, me disgusta y cuestiona como ser humano. 
Somos los que más hemos depredado la naturaleza (árboles, animales, atmósfera, etc). Somos, pese a ser la única especie con capacidad de razonamiento, los que no paramos –un segundo– de contaminar nuestro hábitat. Somos los más peligrosos, por eso estamos afanados en extinguir toda forma de vida de “nuestra madre Tierra” y, al paso al que vamos, más temprano que tarde lograremos un planeta sin humanos y otros animales.
No voy a analizar las causas de estas últimas tragedias. Creo que es tarea de los ambientalistas, los sociólogos, los biólogos, los agrónomos, los comunicadores, otros científicos y autoridades “técnicas” generar información entendible –pero consistente y “aterrizada”– que nos ayude a entender los riesgos que se avecinan y a motivarnos para abandonar la cómoda indiferencia y pasar a ser protagonistas de la solución. Los “jurídicos”, me incluyo, estaríamos fracasando en este objetivo humano.
Los del mundo político y empresarial, al menos por esta vez, absténganse. Mientras menos intervengan más aportarán a las soluciones. Esta catástrofe ya es parte de su legado y mientras sigan divorciados de los beneficios de la ciencia, seguirán a la deriva. Por eso, es deber de la humanidad elegir líderes que reconozcan la importancia de proteger la naturaleza y que se esfuercen en promover soluciones científicas e integrales y una enorme base social empoderada que las respalde. Neguemos nuestro respaldo a quienes sólo creen en sus efímeros intereses personales y de grupos, en todos lados sabemos quiénes son. Pensemos cómo limitar su acción destructiva y cómo efectivizar los mecanismos legales internacionales existentes para que sus crímenes contra la Tierra y sus habitantes tengan castigo. 
¿Alguien duda de que el primer problema que tenemos actualmente es la salud medioambiental de la Tierra? ¿Alguien cree que, porque se “forró de” (para decirlo de algún modo), o heredó, unos cuantos millones de euros o dólares o tiene su mansión en los Alpes los Andes el Caribe o Australia, no sufrirá las consecuencias del cambio climático? ¿Por qué lo técnico y lo político no pueden caminar juntos y sumar a un mismo objetivo?
Y no es que lo aliente pero, podemos subsistir otros tantos cientos y miles de años con terrorismo, narcotráfico, corrupción, discriminación, inseguridad y violencias, dictaduras, guerras, etc., mas no con catástrofes medioambientales como las de estas semanas en nuestros países. Que Brasil, este 2019, haya tenido un incremento de incendios forestales en un 84% y que en Bolivia en lo que va del año, según la Fundación Amigos de la Naturaleza, se hayan quemado 1,8 millones de hectáreas, es una alerta roja para el mundo.
La Amazonia, siguiendo al periodista y ambientalista peruano Ramiro Escobar, “es el agua, es la lluvia, es la vida. Es la posibilidad de que otras regiones del planeta existan.” Su “bosque pone 20.000 millones de toneladas de agua en la atmósfera al día, y provoca lluvias hasta en la Patagonia. No es una fábula que es vital para todo el planeta”. 
Vivimos la mayor crisis moral de de estos últimos tiempos. Estamos acabando nuestro tiempo de vida como especie y nadie reconoce su responsabilidad por los incendios. Agresores e inocentes, ricos y pobres, gobernantes y gobernados –todos y todas– sufriremos las consecuencias de no haber respetado a nuestro mundo. Si no detenemos la destrucción, aun no controlada, nada más tendrá importancia. No tendremos futuro.
No podemos seguir, desde los gobiernos, legalizando la lapidación del planeta. Tampoco sustituyendo y restando responsabilidad, con fines electorales, a los gobiernos regionales y locales. El incendio forestal y político debe parar, no repetirse más y ser sustituido por espacios para la pedagogía política ambientalista. Tampoco destinando migajas para las “políticas medioambientales” a nivel interno e internacional.
Nuestra mentalidad que “prefiere lo rápido” (cuando se trata de expandir la frontera agrícola) debe evolucionar y apostar por lo sostenible. Necesitamos convocar y aprender de los “ninguneados” indígenas en sus formas de relacionarse y vivir en armonía con la naturaleza. La cumbre del G-7 debe servir a la humanidad y no servirse de ella, pero sobre todo –por su corresponsabilidad– deben ser los que nos ayuden a gobernar los ecosistemas, fortaleciendo la institucionalidad ambiental. Todo lo tienen ¿les falta algo? La Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), si se le disminuyen el tinte político, podría ser útil.
Los humanos necesitamos de la naturaleza y del planeta. La Tierra no necesita de nosotros para seguir existiendo, más aún si somos, en nombre del desarrollo, sus principales depredadores. ¿Es tan difícil entenderlo?

¿Realmente estamos “Contigo Perú”?

Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)
Correo del Sur (Sucre Bolivia)
La composición de Augusto Polo Campos “Contigo Perú”, que interpreta Arturo Zambo Cavero, es emblema de nuestra música y no hay connacional que se resista a tararearla, cuando de mostrar su país de origen o, entre otras motivaciones, triunfos en el mundo se trata. Me incluyo. No obstante, como ocurre con todo lo importante que suma y hace a la construcción de nuestro país, estamos muy lejos de lo que su letra proyecta y nos exige hagamos.
Además de la unidad de regiones (costa, sierra y selva) a la que nos convoca, reconoce el compromiso que debemos tener con nuestro país cuando proclama “Pues todos estamos contigo, Perú”. “Somos tus hijos y nos uniremos” “Y así triunfaremos contigo, Perú”. Añade un ofrecimiento que estremece el alma cuando nos lleva, siguiendo su letra, a decir “Te daré la vida” “Y cuando yo muera” “Me uniré en la tierra Contigo, Perú”. También nos insta a darle grandeza a nuestra patria cuando nos pide “¡A triunfar, peruanos!” “Que somos hermanos” “Que se haga victoria” “Nuestra gran gratitud”.
Una hermosa composición y apasionada interpretación, poética, conmovedora, con gran arraigo social, pero irreal; porque hasta ahora no han dejado de ser sus elementos meras aspiraciones. No porque esté desenfocado y descontextualizado el gran Augusto Polo Campos, sino porque no hemos sido capaces de responder al reto que nos planteó. Paradójicamente, para la mayoría de peruanos, por una y mil razones, en el país todo está bien. Lo demuestran en sus acciones, pero más en sus omisiones; porque la corrupción, la impunidad, pero sobre todo la indiferencia (de esa mayoría) están destruyendo nuestro grandioso Perú.
El amor por un pueblo o país no se discute ni se pregona, se demuestra con proactividad (acciones y resultados verificables). Lo lírico y aquellos mensajes huecos y sin sentido de pertenencia social, que idiotizan, solo empantanan e impiden el despertar, el caminar y el progreso. El amor por un país, que es uno de los sentimientos más sublimes y que con naturalidad se va construyendo en la vida de los seres humanos, se expresa a través una vida productiva basada en normas, principios, valores y prácticas, que condensan y resaltan aquellas mejores cualidades de las personas. 
En la moralización de cualquier país y el sepelio de su corrupción y sus otros males, todas las personas honestas pueden y deben participar.
En esta perspectiva, además de algunos aspectos de orden material, histórico, religioso o económico, caracteriza fundamentalmente a un país, la calidad, perseverancia y coherencia de su gente. Importa si son respetuosos y tolerantes de la diversidad, puntuales, ordenados, con cultura del trabajo y del servicio, solidarios y, entre otros aspectos, conocedores y promotores de sus raíces y culturas, cumplidores de su marco normativo y si han desarrollado una visión propia del contexto y suman a la realización de la hoja de ruta de su país. 
Concluido el campeonato mundial de fútbol 2018, fuimos reconocidos por la FIFA como “la mejor hinchada del mundo”. Este mismo año también fuimos reconocidos como “mejor destino culinario en el mundo” al recibir por séptimo año consecutivo este galardón en la 25° edición de los Wold Travel Awards, considerados los “Oscar del Turismo”. Tenemos una de las “siete maravillas del mundo”. Somos un país con 47 lenguas indígenas vivas y 80 microclimas en las diferentes regiones. Creamos el pisco y contamos con el mejor tenor de este siglo. También poseemos la universidad más antigua de América y hace unos días clausuramos los “mejores juegos panamericanos de todos los tiempos”, en los que rompimos récord en medallas de oro en nuestra historia deportiva.  
Tenemos de todo y hemos limpiamente ganado un sitial único en el orbe. No obstante, no somos coherentes, no somos sinceros, no somos perseverantes, estamos marcados por la cultura de la mediocridad y la derrota, somos egoístas y conformistas, porque no hacemos lo que ofrecemos y decimos. “Contigo Perú”, pese a ser una canción idolatrada y vitoreada, demuestra estas afirmaciones.
Todos y todas saben que nuestro país está siendo saqueado por la peor calaña de seres humanos que se resisten a irse y se muestran indiferentes. Ya nadie ignora que nuestro Estado, en gran parte de su estructura estratégica, está en manos de esos criminales y la mayoría se conforma y calla. Por eso, con tremendo dolor y tristeza, les digo que resulta inconcebible que estén permitiendo, una vez más, que la corrupción y la impunidad sigan gobernando y destruyendo a ese Perú que a gritos dicen amar.
Estamos muy lejos de merecer un país como el Perú, porque lo que se ama –compulsiva y persistentemente– no se traiciona

Los corruptos no se quieren ir

Publicado en:
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)
Correo del Sur (Sucre Bolivia)
Desde que el subsistema de justicia anticorrupción, hace menos de dos años, empezó a generar sus primeros resultados y, siguiendo debidos procesos, puso tras las rejas a políticos y empresarios acusados de corrupción, según aquella minoría que ha gobernado históricamente nuestro país, los problemas del Perú cobraron vida. 
Antes vivíamos los beneficios del crecimiento económico y nos proyectábamos al futuro como un país pacificado y reconciliado. Además disfrutábamos de la eficacia y efectividad de los servicios básicos que nos brindaba el Estado (justicia, salud, educación, deporte, saneamiento y vivienda, registros, etc.) y veíamos con entusiasmo y respeto religioso la ejemplar y educadora función legislativa y fiscalizadora del Congreso de la República. Teníamos un Gobierno central con estadistas honestos y genuinos promotores de carrera pública y paradigmas de la transparencia de la gestión y el Gobierno. Los gobernadores regionales y alcaldes –todos– cumplían sus mandatos y sumaban para que nuestro Perú sea ejemplo mundial de buen gobierno, pulcritud y decencia. Contábamos con una democracia casi perfecta, entre otros aspectos, gracias a la visión y plan de país del mundo empresarial, el mérito y aportes de nuestros servidores públicos, pero sobre todo aprendíamos del desprendimiento, integridad e identidad con lo peruano de los políticos.
Lo antes indicado es el mensaje que, irresponsable y tendenciosamente, los corruptos intentarán posesionar en el imaginario de la población, en el tiempo que sigue, con el fin de confundirnos, enfrentarnos y seguir manipulándonos. Se están valiendo para ello de su esencia, mentiras y todo tipo de inmoralidades. En ese sentido, sus portavoces y operadores en la prensa, las empresas y sus niveles de representación, el mundo de la política fallida, el secuestrado Congreso, algunos ámbitos clave del Ministerio Público, el Poder Judicial y el Tribunal Constitucional, no están vacilando en salir y defender la corrupción y la impunidad, usando y abusando de instrumentos que hacen a una democracia, como la libertad de expresión, la participación política, la inmunidad parlamentaria, la presunción de inocencia, etc.
Resulta que ahora, para estos indeseados de la política nacional y sus aliados y operadores, los culpables de la crisis del país son los fiscales Rafael Vela y José Pérez o los jueces Richard Concepción Carhuancho y Jorge Luis Chávez y todo aquel que se les enfrenta; entre ellos el presidente Martín Vizcarra. Son ellos los que “perturban nuestra democracia”, “alejan la inversión privada”, “generan recesión” y nos muestran en el contexto internacional como “país no confiable”. Son ellos los “autoritarios” y “dictadores”, los “violadores de la Constitución”, los “rojos” y “terrucos”; pero sobre todo los principales causantes del entrampamiento institucional que nos acosa. 
Para estos corruptos de ayer y de hoy, entre otras tantas formas de sus fechorías, la organización criminal de los “cuellos blancos del puerto”, que estaría integrada –para generarles impunidad– por algunos jueces y fiscales superiores y supremos además de consejeros del extinguido Consejo Nacional de la Magistratura, no existió y tampoco existe hoy. Los financiamientos ilegales (en la modalidad de lavado de activos y otros tipos penales) a campañas de candidatos identificados y su organización política a cambio de futuros contratos de millonarias obras, tampoco se dio. Las coimas entregadas por la corrupta y corruptora Odebrecht a expresidentes del país, gobernadores y alcaldes tampoco son ciertas. Menos se ajusta a la verdad que “periodistas” y “analistas políticos” vendan su opinión a favor de la corrupción por unos cuantos dólares. No es real igualmente que algunos arcángeles del Congreso, casi todos reclutados por la señora “K”, estén ligados al narcotráfico y que la inmunidad de la que gozan y la ayudita de “los hermanitos” y los “cuellos blancos del puerto” les haya permitido –hasta ahora– impunidad; al igual que a los otros que en función congresal en los últimos meses y años han cometido delitos.
Para los corruptos, que cada día vemos desfilar por la televisión y la radio adicta al latrocinio contra el pueblo peruano, todos son culpables de las desgracias del Perú, menos ellos. Por eso se sienten y conducen como los intocables, los probos y generosos, los inmaculados y algunos son vendidos como los mesías. Si la población los repudia y los quiere fuera de toda función de Estado, es porque está desinformada, son manipulados por gente del Gobierno o forman parte de alguna “facción terruca” que quiere derrocarlos porque desprecian la democracia y quieren evitar el desarrollo del país.
Así de insultante y testaruda es la defensa de la corrupción y la impunidad en este tiempo en nuestro Perú. Por eso, así de fuerte y potente también debe ser nuestra protesta y movilización social en defensa de la institucionalidad democrática. Seguros, insuperables e imperturbables debemos mostrarnos, porque no estamos lidiando con personas comunes, sino con integrantes de organizaciones puestas al servicio del crimen.
Si permitimos que los corruptos se queden y nos sigan gobernando, estaremos heredando a nuestros hijos una sociedad desahuciada, de siervos, con miedo, sin iniciativa y marcada por la cultura del fracaso. Si derrotamos a los corruptos, los estaremos expulsando de la escena nacional y daremos un salto cualitativo hacia una vida digna, con equidad, justicia, progreso, pan y, entre otros tantos beneficios, libertad.
Los peruanos necesitamos repensarnos como individuos, como sociedad, como país y renovarnos estructuralmente. Imposible no es.

Nuestra crisis política sólo la resolveremos actuando

Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)

Durante esta semana, tras el anuncio presidencial de adelantar las elecciones generales para el 2020, gran parte de los sectores sociales comprometidos con el país -entre ellos algunos académicos- se han pronunciado y la mayoría coincide en que necesitamos salir del entrampamiento en el que nos tienen políticos y empresarios corruptos que domina el Congreso y otros sectores clave del Estado; actitudes que celebro, considerando que vivimos tiempos en los que el silencio resta doblemente y la indiferencia calculada suma al fortalecimiento de un Estado débil y dócil.

La polarización que vivimos, y que intereses ocultos hacen más visible en la relación Ejecutivo y Legislativo, debe terminar y es tarea de todos lograrlo. En esa línea, la apuesta por avanzar hacia la gobernabilidad democrática del país, siguiendo constructivas reglas de juego (éticas, morales, legales, etc) debe ser respaldada con pasión futbolística por todo genuino peruano. La continuidad -fortalecida por sus últimos reacomodos- de la corrupción y la impunidad, representada por quiénes hacen mayoría en el Congreso, que busca su institucionalización utilizando las estructuras y dinero del propio Estado, aquel que deja de ser utilizado para brindar mejores servicios al pueblo y va a los bolsillos de los corruptos, debe ser rechazada con ese mismo sentimiento de amor que nos une a nuestro Perú.

Seamos claros y directos, porque el momento histórico que vivimos lo exige. Si al Congreso que tenemos no le ponemos un alto ahora, no sólo obstaculizará el gobierno a cualquier Presidente o Presidenta que no se someta a sus designios de corrupción e impunidad, sino que también multiplicará sus artimañas y leguleyadas, para no extinguirse, hasta ganar la elección presidencial y congresal a futuro; incluso al margen de la ley, como en la década del 90 lo hizo su mentor y aun guía Alberto Fujimori. Se oponen al adelanto de las elecciones al 2020, además, porque estando fuera ya nadie le asegurará impunidad a sus “líderes” y socios políticos y empresariales (los del "club de la construcción" por ejemplo), y porque saben que bajo reglas de un debido proceso judicial nadie los salvará de la cárcel. Les aterra nunca más ser Gobierno nacional, porque sus crímenes acumulados sí tendrían castigo.

Por eso: ¿A alguien le quepa duda de que nuestro el Congreso, con su actual composición, predominio e intereses pro-corrupción y pro-crimen, aceptará reforma política alguna que los afecte mientras dure su mandato?, porque saben que ya perdieron la posibilidad de reelección. ¿Todavía no es claro que la protección a algunos jueces y fiscales corruptos, como Chávarry e Hinostroza, tiene que ver con acuerdos de impunidad para sus actuales “líderes” políticos y sus congresistas con sentencia judicial o procesos en curso por corrupción, narcotráfico y otros crímenes? ¿Acaso ya olvidamos, o por conveniencia lo queremos evadir u ocultar, que los que dominan hoy nuestro Congreso, son los mismos que violaron la Constitución de Haya de la Torre, cerraron el Congreso y capturaron el Poder Judicial el 5 de abril de 1992, crearon el Grupo Colina para asesinar secuestrar y perseguir opositores y, entre otros tantos ilícitos, cometieron el robo más grande de nuestra historia bajo las directrices de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos?

Entonces, necesitamos generar condiciones para que haya una alternancia política democrática, esto es “se vayan todos” el 2020, y siguiendo procesos transparentes y de renovación legal de autoridades del sistema electoral (ONPE- JNE fundamentalmente), eligiendo mejor, nos gobierne gente capaz y honesta. Esto es viable, nos conviene y ya lo hicimos cuando cayó la dictadura de Alberto Fujimori el año 2000.

No podemos seguir permitiendo que el abuso de un poco más de 70 legisladores, que por sus antecedentes, vínculos y acciones, han perdido total respaldo ciudadano, sigan imponiendo sus reglas de juego pro-crimen sobre los intereses de más de 33 millones de peruanos. No fueron elegidos para desnaturalizar y envilecer el orden democrático. Por eso, interpelarlos y pedirles acorten su mandato, es un derecho constitucional de todos y todas que ha canalizado bien el presidente Vizcarra.

El crimen y la impunidad no pueden eternizarse en la vida social y política peruana, como lo pretenden los fujialanistas y sus aliados. En ese sentido, efectivizar el recorte del mandato presidencial y legislativo, debe ser parte de la agenda diaria de ese 77% de nuestra población nacional que lo respalda. Necesitamos generar y garantizar un apoyo ciudadano más sostenido a esta necesidad nacional. Uno de sus instrumentos -el más potente- es la movilización ciudadana informada y organizada. Otro es la generación de corriente de opinión para que esa movilización tenga -en paralelo- cada vez más adeptos y argumentos sobre los beneficios de ganarle la guerra a la corrupción e impunidad. Uno más, accesible para todos, es exponer por redes sociales -constructiva y respetuosamente- cada paso que siguen los acusados de corrupción.

En nosotros está impedir que los persistentes atracos a nuestra democracia pasen a ser parte de la “normalidad” que sus perpetradores buscan. No esperemos, porque la gravedad de lo que nos ocurre no da más tiempo, que los poderes del Estado resuelvan esta crisis que, si bien es cierto tiene responsables políticos, la generamos -en el tiempo- los peruanos y las peruanas.

Asumamos el papel que, por responsabilidad social, nos corresponde y actuemos antes que esta oportunidad de sumar a la moralización del país, otra vez y otra vez y otra vez, la perdamos.

Adelantar las elecciones generales es un acierto

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El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)
Correo del Sur (Sucre Bolivia)

El contexto de crisis política que vivimos, desde hace algún tiempo, es consecuencia –fundamentalmente– de la corrupción de la “clase política” nacional y sus aliados en sectores clave del Estado, la prensa y el mundo empresarial. 
Agudiza esta crisis la protección que brindan autoridades y exintegrantes estratégicos de nuestras instituciones democráticas (Ministerio Público, Poder Judicial, Congreso y otras), como el exfiscal de la Nación Pedro Chávarry, el exjuez supremo César Hinostroza y otros administradores del sistema de justicia, la mayoría de los integrantes de la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales del Congreso, entre otros, a políticos y operadores del crimen organizado; que están siendo investigados por el subsistema de justicia anticorrupción. 
Dos décadas y media después, volvemos a vivir tiempos en los que los mismos corruptos y violadores de la Constitución y otras leyes, usando las instituciones y dineros de nuestro Estado (de los peruanos), defienden sus prácticas delictivas, y lo más reprochable, intentando hacernos creer que en el país todo anda bien y que sus conductas son legales, éticas y democráticas. Son los mismos lobos, pero con distinto pelaje y uno que otro crío aprendiendo a depredar, los que vuelven a poner en vilo a nuestra precaria democracia. Sus intereses siempre están primero, no les importa el Perú y no les afecta delinquir, porque como interpretan y controlan las reglas de juego, desde el Congreso, sus crímenes –por ahora– no tendrán castigo.
Queda claro entonces que no es odio, tampoco persecución política, que no se trata de acciones al margen de la ley de jueces y fiscales a cargo de los procesos anticorrupción seguidos a sus “líderes”, mucho menos de linchamientos mediáticos, movilizaciones sociales desestabilizadoras, burdas maniobras o envidia de los “caviar”. Se trata de un genuino –aunque incipiente– proceso social, que respalda la acción de un Estado y su Gobierno, en pro de devolverle la dignidad a un pueblo tantas veces mentido, traicionado, instrumentalizado y utilizado. Si trata de reconocer que tenemos una oportunidad de darle contenido y potencia al esfuerzo democrático de los peruanos honestos de construir instituciones autónomas e independientes que brinden justicia, seguridad jurídica y sirvan a otros fines supremos del país y no a organizaciones pro crimen. Es así mismo, utilizando los cauces institucionales y legales, oportunidad irrepetible para seguir desterrando de la vida política nacional a toda persona y organización con fines subalternos, antidemocráticos, autoritarios y con conflicto con la ley penal.
En este contexto, era inevitable el enfrentamiento entre Poderes. Por un lado los que abogan para que nada cambie, a fin de seguir disfrutando de los beneficios de la corrupción (mayoría del Congreso y sus operadores en el sistema de justicia) y los que buscan el establecimiento de nuevas y superiores reglas de juego para evitar la impunidad (el Gobierno central y la mayoría de la población). En este marco, la segunda “cuestión de confianza” otorgada por el Congreso al gobierno de Martín Vizcarra, resultó ser una burla al país, porque desnaturalizó aquellos proyectos sustantivos y necesarios de reforma política; entre ellos el relativo a la “inmunidad parlamentaria” que busca sea levantada por la Corte Suprema de Justicia y no siga –como fue aprobada por los fujialanistas, sus topos y tránsfugas– en manos del mismo Congreso. Ganaron los representantes de la corrupción e “intérpretes de la impunidad”.
Frente a estas ofensas y el acoso permanente, de las superestructuras pro corrupción e impunidad, el presidente Vizcarra decidió gobernar como un estadista dando la cara a su pueblo y planteó –en orden al marco constitucional– su decisión de “adelantar las elecciones generales para el 2020”; escuchando a la amplia mayoría (82,9%) de la población, que está de acuerdo con los seis cambios propuestos a la Constitución y otras leyes estratégicas. Una medida de este tipo, ya se adoptó el año 2000, cuando tocó acabar con el latrocinio, persecución y asesinatos de la dictadura de Alberto Fujimori.
En este marco, confrontar con la política corrupta e instituciones –públicas y privadas– a su servicio, para cualquier presidente democrático fue, es y será inevitable; más aún si vuelven a ganar la mesa directiva del Congreso. 
La mayoría del Congreso son lo que dicen y hacen, no hay necesidad de convencerlos de nada; siempre serán lo mismo. En ese sentido, si algo queda por hacer es afirmar la vocación democrática de los peruanos y las peruanas a favor de la lucha contra la corrupción y la impunidad, por medio de la movilización ciudadana. Lo que sigue puede ser cierto, si logramos que el fujialanismo y sus serviles de turno pierdan en las urnas el 2020 el poder corrupto y corruptor que ahora concentra y que –sin dudas– defenderá con piedras, palos y lodo. 
Adelantar las elecciones generales para el 2020 y estar preparados para elegir bien, es una cuestión de vida o muerte para la democracia peruana. Vencer a la corrupción, desde las urnas, es una oportunidad que la población no debe desperdiciar

Cada Aniversario Patrio un buen motivo para mejorar

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El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)

Es común que en el curso de nuestra vida valoremos y celebremos sucesos emblemáticos, como el aniversario patrio, nuestro onomástico o conmemoraciones familiares especiales. Estos momentos, pasarían de ser comunes a extraordinarios si es que también sirviesen para hacer un balance autocrítico, como individuos y sociedad, de cuáles son los aportes que estamos haciendo para el mejoramiento de la humanidad, nuestro país y hogar.

Esto no sucede, en casi ninguna ocasión, por eso las celebraciones son repetitivas y protocolares, comerciales, sin huella y sin compromisos ni tareas. Sólo son celebraciones momentáneas, movidas por la costumbre y cuando son privadas, por lo general, orientadas a satisfacer el “control social”.

Lo que ocurre, año a año, con ocasión de “fiestas patrias” grafica lo que afirmo.

Un programa “oficial”, cada vez más inalterable, que se cumple con riguroso protocolo en gran parte del país. Como previos, y en paralelo a lo anterior, somos inundados por las “ofertas” del mercado, que van acompañadas de un exacerbado espíritu patriotero. No hay una reflexión de fondo sobre el presente y futuro del país, pese a que, sobre todo en este último tiempo, vivimos una realidad plagada de múltiples problemas sociales, políticos y estructurales de Estado, que nos acosan y afectan dramáticamente.

¿Celebramos un año más de “independencia”, el día de la “patria” o conmemoramos el inicio de nuestra “libertad”? ¿Celebramos la alegría por los feriados y los viajes que algunos piensa realizar aprovechando la “grati”? ¿Celebramos nuestra “cultura militar” en de los desfiles escolares, policiales y de las FFAA? ¿Celebramos el tener la extraordinaria riqueza de un país multicultural y con una historia y arqueología milenaria? ¿Celebramos nuestra gastronomía? ¿Celebramos el tener los mejores ciudadanos y “clase política” del mundo? ¿Celebramos la eficacia y eficiencia de nuestro Estado? ¿Celebramos los avances en la construcción de un país sin corrupción, impunidad y otros crímenes? ¿Qué celebramos?

Todos y todas, si amamos como pregonamos a nuestro país, debemos ofrecer respuestas aterrizadas y sinceras. Necesitamos repensar y terminar de construir la estructura, la identidad y el rostro del Perú que merecemos. Tenemos un país excepcional que, en la medida que no lo conocemos, no lo valoramos ni respetamos. Por eso entre peruanos nos discriminamos y excluimos, usando la empresa la política y el Estado nos robamos, legislamos en contra de los intereses de los más necesitados y a favor de los que más tienen y, entre otros tantos modos de herirnos, nos engañamos y avasallamos. En suma, nos tratamos como enemigos; pues no hay apuestas por la reconciliación que hace más de 15 años recomendó la CVR.

Por eso la mirada que tienen del Perú y los peruanos en el mundo sigue siendo irreal y hasta romántica. Creen, por los espejismos que genera el turismo, el auge de la gastronomía, pero sobre todo el “crecimiento económico” de años pasados, que estamos muy cerca de dar el gran salto al “primer mundo”. Creen que ya no tenemos pobres y analfabetos y que nos alejamos por completo de los fantasmas del terrorismo y los autoritarismos. Estas valoraciones realmente se ajustan a la realidad? Porque paradógicamente, en contrasentido a esa mirada irreal, nos siguen asociando con Laura Bozo, la operadora de los psicosociales de la dictadura de Fujimori y Montesinos en los 90, como si todos los peruanos fuésemos embaucadores o viviésemos en conflicto con la ley penal.

En ese sentido, en este tiempo de “sensibilidad por lo peruano”, estamos llamados a pisar tierra y realizar una reflexión práctica sobre la ruta que debemos seguir, TODOS los peruanos, para consolidar aquellos procesos positivos que tenemos en desarrollo. El país que merecemos, entre otros factores, dependerá de que nuestra educación cívica, jurídica y política mejore hasta generar genuinos ciudadanos; también de que forjemos partidos políticos verdaderamente democráticos y elijamos mejor; y -por supuesto- que derrotemos a la corrupción, la impunidad y todo tipo de crimen.

TODOS podemos sumar a este hermoso propósito. Hagamos que la frase “te amo Perú” sea de verdadero compromiso y acción y no de retórica y sentimientos gaseosos. Darle potencia, contenido y valor histórico a la fecha 28 de julio, está en manos de cada peruano y peruana.

“Más importante es ganarle a la corrupción”

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El Clarín (Cajamarca Perú)
Correo del Sur (Sucre Bolivia)
Los Tiempos (Cochabamba Bolivia
)
La Razón (La Paz Bolivia)

En el marco de la final de la Copa América, hace unos días, en todos los grupos de los que soy parte en Facebook, publiqué “Ganarle a Brasil el domingo es bueno pero MÁS IMPORTANTE ES GANARLE A LA CORRUPCIÓN”, y de inmediato recibí una catarata de insultos desde diversos lugares de Perú y otros de la región, lo que me motiva a compartir algunas reflexiones adicionales sobre el punto con el fin de mantener vigente esta importante discusión, que también es parte de la realidad de otros países.
Para expresar y generar corriente de opinión a favor de temas centrales –pendientes– de la agenda de un país, toda ocasión, tiempo y lugar son pertinentes. Asociar temas como el fútbol y la lucha contra la corrupción también lo es, considerando la alta sensibilidad y apertura de mente que genera el deporte rey, que predispone a las personas a recibir y acuñar mensajes en su subconsciente. 
En ese sentido, aprovechar la coyuntura para promover mayor consciencia social anticorrupción, por ejemplo a propósito de las cosas buenas que están ocurriendo en Perú en ese ámbito, no solo es constructivo y necesario, también es asumir con autocrítica y corresponsabilidad problemas que nos atañen a todos y todas. 
Una población educada, informada y consciente de su realidad, no puede estar sensible y atenta solo a hechos que le generan satisfacciones momentáneas, como el fútbol, y obviar u olvidar otras tan importantes que tienen que ver con el presente y futuro de un país; como la lucha contra la corrupción y su negativo impacto, entre otros, en el acceso a servicios básicos y el ejercicio de derechos. 
Lo lógico y coherente es que vivamos con intensidad todo lo que nos rodea y no solo lo frívolo y pasajero. Una vida así no tiene esencia, no tiene horizonte, no aporta, no construye. Es vivir de espaldas a la realidad y abandonando el legítimo derecho que tienen las generaciones que nos sucedan, entre ellas nuestros propios hijos, de recibir un mundo más equilibrado, equitativo y justo. 
Necesitamos despojarnos de aquellas cadenas que nos hacen daño, como personas y sociedad. Así como hemos sido “educados” –distorsionadamente– para sólo recibir beneficios y no para servir, esto es a cambio de nada, también solo miramos y nos inclinamos por aquello que es superficial, fácil y redituable. En esa línea, el “sistema imperante” nos ha inducido a reconocer que hay temas que no debemos tocar, porque están reservados a los políticos, gobernantes, opinólogos, otros grupos de poder y administradores del Estado. Fatalmente, producto de los resabios de nuestra cultura colonial, lo hemos aceptado. 
Por eso tenemos sociedades complacientes y tolerantes con los grandes males que nos acosan y cómodas porque fácilmente nos adecuamos a cualquier oferta mientras esta genere míseros favores. Somos incondicionales del beneficio propio y no tenemos capacidad de sacrificio y abnegación si se trata también de los demás. Los demás y el país importan nada. Por eso la indiferencia frente a la ineficacia gubernamental al prestar servicios, el abuso de poder, la injusticia sistemática, la impunidad y sus costos como, entre otras, las tantas vidas que cobra diariamente.
Entonces hablar de la lucha contra la corrupción y de otros lastres sociales históricos de nuestros países, más allá de la irritación que genera en sus perpetradores y beneficiarios, por eso sus ofensas y ataques contra todo aquel que se les opone, es una necesidad impostergable. Debemos tener claro que en la lucha contra la corrupción no pueden existir contemplaciones con nadie, incluso si estos resultan ser hermanos, hijos o padres.
Nuestros pueblos jamás tendrán planes de país ni alcanzarán sus objetivos si es que el miedo y la autocensura ceden frente al crimen y los beneficios y comodidades propias. Tampoco alcanzaremos –en esencia– la condición de ciudadanos y padres responsables, si seguimos aportando con nuestras omisiones a que este “círculo vicioso” crezca y se fortalezca. En todo caso, al menos dejemos de quejarnos y tampoco deslicemos responsabilidades sobre otros y aceptemos nuestro triste papel en este sombrío mundo

La incomprendida reforma judicial que necesitamos


Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)

Los peruanos y las peruanas, aun no hemos comprendido la importancia de darle real vigencia a nuestro sistema de justicia, considerando que la forma en que brinda sus servicios, que por cierto es un derecho humano fundamental, ofrece múltiples barreras y, entre otras debilidades, es fuente permanente de escándalo público -por acción u omisión de algunos de sus integrantes ligados a la corrupción- y deleite de la “clase política” antidemocrática y el sector corrupto del mundo periodístico y empresarial, que no vacilan en ponerla al servicio de sus fines. Está ocurriendo ahora, en este preciso momento.

Tampoco hemos discernido, con sensatez y responsabilidad, la ruta a seguir para alcanzar ese objetivo de País. Una senda que nos permita, vía proceso de reforma integral a cada una de las instituciones que hacen a nuestros sistema de justicia (Tribunal Constitucional, Poder Judicial, Ministerio Público, Consejo Nacional de la Magistratura – hoy Junta Nacional de Justicia, Academia de la Magistratura, Dirección Nacional de Defensa Pública y Acceso a la Justicia, Policía Nacional), construir un verdadero Poder de Estado. Una Función que, de “Cenicienta”, pase a otorgar seguridad jurídica dinamizando y efectivizando nuestro ordenamiento legal y poner alto -cuando corresponda- al abuso de los Poderes políticos (Ejecutivo o Gobierno Nacional y Legislativo o Congreso) y sancionar, sin distinción alguna, las violaciones de derechos humanos y -entre otros- todo acto de corrupción; como en los casos que tienen en estrado judicial, con pedido de extradición, impedimento de salida del país y con detención preventiva a “altas autoridades”, empresarios y operadores clave, todos hasta no hace mucho “intocables”.

 

Desperdiciamos las oportunidades que nos ofreció, a inicios del actual siglo, el Acuerdo Nacional y la CERIAJUS. La falta de voluntad política, para avanzar y profundizar estas importantes iniciativas, se explica hoy en los millonarios actos de corrupción en los que habría incurrido cada uno de los ex presidentes que sucedieron al honesto y honorable Valentín Paniagua.

Seguimos validando, desde el Estado y la sociedad, que con medidas coyunturales y reactivas, como las emergentes de la crisis de gobernabilidad del país del 2018, debido a los escándalos de corrupción política empresarial y judicial que desencadenó en el referéndum nacional del 9 de diciembre, estamos dando solución a un problema histórico; como es la crisis estructural del sistema de justicia.

No hemos reparado que seguimos en lo mismo, porque los cambios que viene promoviendo el Ejecutivo, pechando al Congreso, están limitados por sus propios alcances institucionales, pues no involucran al íntegro de instituciones del sistema de justicia. La Junta Nacional de Justicia, con sus atribuciones legales, difícilmente podrá resolver los problemas crónicos del Poder Judicial y Ministerio Público; menos del resto de instituciones judiciales autónomas. Tampoco hemos percibido que, pese a los ataques y resistencias de la mayoría del Congreso, este tipo de “reformas” es lo que más les conviene.

Nuestra democracia intenta reponerse de los acechos de la corrupción y otros tipos de crimen. El sub sistema de justicia anticorrupción está aportando a ello. En esa perspectiva, lograr su progresiva curación y total sanación, dependerá de cómo población y gobernantes acuerden el desarrollo de un proceso de reforma integral al sistema de justicia. Imposible, no lo es.

Por eso en esta coyuntura, es fundamental desarrollar y afianzar mayor conciencia social sobre los beneficios de vivir en un estado de Derecho, uno que respete los derechos humanos de todos y todas y que sólo es posible con un sistema de justicia independiente, accesible, transparente, intercultural, con enfoque de género, pero sobre todo con legitimidad social.

En este momento, tal como ocurrió cuando se descubrió las fechorías de Alberto Fujimori, Vladimiro Montesinos y sus socios, a inicios de siglo, hay una alta sensibilidad social a favor del desarrollo de una genuina reforma judicial, que se debe aprovechar. Resulta claro que el actual Congreso seguirá oponiéndose a cualquier cambio que le recorte poder e impunidad. También que el Gobierno Nacional insistirá en avanzar en la materialización de sus propuestas. Pero es el Poder Judicial, el llamado a marcar la diferencia y un buen inicio puede ser su apertura al debate; porque no desde su propia propuesta y desde su seno o base institucional.

Queda, en ese sentido, no perder de vista esta agenda pendiente de País. Queda además, generar condiciones para que en un próximo periodo gubernamental y legislativo, se reorienten las reglas de juego y, juntos todos los peruanos, tengamos -por fin- el inicio de una auténtica reforma judicial.

jueves, 26 de septiembre de 2019

El “machismo”, otro gran problema social

Publicado en:
Gaceta Judicial de la Corte Superior de Justicia de Lambayeque (Chiclayo Perú)El Clarín (Cajamarca Perú)
Correo del Sur (Sucre Bolivia)
La Razón (La Paz Bolivia
)

Cualquier tiempo y lugar son buenos para interpelar a nuestra sociedad e instituciones que hacen al Estado, cuando persisten problemas que afectan derechos humanos de grupos en situación de vulnerabilidad como los que alimenta y reproduce la tara cultural conocida como “machismo”.
Este, que exhibe los peores y más arraigados prejuicios contra la feminidad, se muestra de una y mil formas y niveles, pero siempre como maltrato, esto es abuso y opresión, y produce miedo e intimidación en su víctima; al punto de obligarla, silenciosa y progresivamente, a renunciar a naturales y legítimas aspiraciones y decisiones que le dan contenido a una vida plena, a una vida en libertad. 
Para el machista el mundo se reduce a “primero Yo”, “luego Yo” y “sigo siendo Yo”, por eso es la única voz que decide y en función a lo que le gusta o disgusta y, como se cree un reyezuelo, no vacila en pregonarlo. Su víctima vive en “neutro”, pues no tiene capacidad de reacción, calla, tampoco propone, debido a que no vive, sólo existe. Las machistas, que también las hay y por decenas de miles y en todas las “clases sociales”, aceptan y justifican, siempre de alguna manera, las formas y niveles de maltrato que reciben de su opresor. 
Los marcos jurídicos e institucionales existentes, tanto a nivel nacional como internacional, han sido insuficientes para enfrentar con éxito esta aberración humana, porque existe un predominio del hombre y debido a que sus prácticas son encubiertas y hasta invisibles; pues mayormente se dan en el ámbito íntimo de las relaciones y entre cuatro paredes. Se habla poco del “machismo”, porque obedece a una construcción de esos predominantes a través de las familias y la cultura, transmitidas vía aquella “educación” que los mismos no desean cambie.
Es además común que las víctimas del “machismo” acepten todo por temor o vergüenza al “qué dirán” y hasta matrimonios fachada tienen; porque también es recurrente la infidelidad en los machistas. Esta doble moral que marca su existencia lleva a los machistas a exaltar sus vidas y socialmente son reconocidos como “ejemplares”. Ocurre siempre y también sus víctimas lo aceptan para “no quedar solas” o para que sus “hijos tengan cerca a su padre”. 
Estas formas de vida en sumisión y dependencia plena persisten, se reproducen en el tiempo y no ceden, porque tiene anclaje en una sociedad con códigos y genética patriarcales de particular complejidad. Enfrentarlos y transformarlos en relaciones humanas basadas en respeto y genuino amor, implica desarrollar un proceso estructural de cambios culturales, vía educación, de mediano y largo plazo. 
“El patriarcado” ha generado una cultura inequitativa, debido a que la organización social que ha creado ha colocado exclusivamente como autoridad al hombre o sexo masculino. Este ha mantenido y reproducido sistemáticamente la desigualdad de género y ha ejercido una violencia de género sobre las mujeres. Su impacto en mujeres y niñas ha sido y es, violando sus derechos a la vida, a su integridad, a su libertad sexual, a una existencia sin violencia.
En ese sentido, enfrentar el machismo es avanzar en el proceso de despatriarcalización desde, hacia, con y para las mujeres. Es despojar de todo ese lastre cultural de dominación y opresiones a víctimas y victimarios. Es el camino a la construcción de una cultura de paz, donde mujeres y hombres son personas iguales en esencia y derechos.
Debe ser, por lo antes señalado, una prioridad de todo Estado, que se precia de “transformador” y “revolucionario”, promover y desarrollar una genuina política nacional antipatriarcal.
Curemos a nuestra sociedad. Este tiempo es bueno para impulsar este gran proceso. No quiero ofender a nadie, pero es imperativo evolucionar recibiendo el potencial y talento de nuestras esposas, madres, hermanas e hijas.