viernes, 29 de septiembre de 2017

¡Los jóvenes a la política!

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Semanario Expresión (Chiclayo Perú)


Hoy recordé a Saúl Cóndor Medina y con él a Víctor Raúl Haya La Torre, porque ambos hicieron de la política un apostolado. Haya solía concluir que la verdadera misión es la que se reviste de corazón. Saúl demostró que solo la pasión que enraíza en nuestros actos e intenciones es la que nos forja para el reto de la buena política. Lo demás es espíritu acomodaticio e interés. El político genuino es el que comprende que su sacerdocio y su magisterio trascienden al poder efímero. Decía Haya: “Quienes han creído que la misión del aprismo es llegar a Palacio, están equivocados… la misión del aprismo es llegar a la conciencia del pueblo, antes que llegar a Palacio. A la conciencia del pueblo se llega… con la luz de una doctrina, con el profundo amor a una causa de justicia, con el ejemplo glorioso del sacrificio…”

Luis Alberto Sánchez también nos transmitió la sustancia de la política. El éxito no es alcanzar los pináculos deseables o el poder, es servir, “servir en cualquier capacidad. Realmente gozo sirviendo, me molesta mucho cuando no puedo servir. No me ha interesado mucho el sobresalir. … lo que me interesa es seguir sirviendo y seguir haciendo cosas”. Saúl vivió para servir a su San Gregorio y Agua Blanca en San Miguel Cajamarca.

Ahora que la corrupción acosa a América Latina y cuestiona la esencia de la política, los jóvenes que pisan en el umbral de la política deben memorizar estas frases y entender que la verdadera transformación del Perú y el mundo está en sus manos si es que entienden la política como una entrega, como una misión, como una docencia del desprendimiento, como un trabajo del No Yo. Pero el espíritu no es suficiente, debe ser una entrega colmada, con contenido de ideas y propuestas. Los jóvenes deben comenzar estudiando, para dilucidar qué ha cambiado desde los años germinales de los grandes debates en el siglo XX hasta hoy ¿Es una señal de nuestra decadencia como países que las grandes preguntas se respondan en una fiscalía o ante un juez o una comisión investigadora? La política no debe quedarse en los periódicos, debe explorarse en los grandes libros y en las líneas de los grandes maestros ¿Cuáles son hoy las grandes preguntas que se hacen los jóvenes? ¿Las que leen con pasmo en las portadas de los diarios? ¿Debemos volver atrás e inspirar nuestra acción en las interrogantes sobre el régimen económico que Haya, Mariátegui y Víctor Andrés Belaunde gestaron en la conciencia nacional? ¿Debemos resolver el gran reto geográfico que se planteó Belaunde Terry? ¿Y el espíritu de exploración y respuesta que se planteó el joven Riva Agüero de los “Paisajes peruanos? ¿Y las grandes dudas sobre la educación de los sabios pioneros?

No hay futuro sin jóvenes que vuelvan a las viejas grandes preguntas, porque de la ausencia de preguntas nace la sed mercantil y el espíritu fenicio, el hambre de fugaces lumbres, la avidez de fama. Los jóvenes deben entender, como Haya, Sánchez, Mariátegui y los Belaunde, que la política es un sacerdocio, una misión, un servicio; pero que fertilizarán la tierra solo si se acompaña de preguntas, de doctrinas, de propuestas claras.

¿Qué papel les toca a los jóvenes políticos para adecentar y centrar el debate? ¿Qué papel tienen los partidos políticos para formar nuevas generaciones? ¿Qué puede aportar una ley de partidos para que los jóvenes sean visibilizados?.

Por tal razón es pertinente mencionar que uno de los actuales temas de reforma en Perú y Latinoamérica es el de la crisis estructural de los partidos políticos. Muchos de estos son combis electorales (alimentadas por el voto preferencial) que lleva a las organizaciones a preferir la participación de solventes postulantes a la de aquellos jóvenes que, desprovistos de recursos, solo tienen como sustento su capital intelectual. Pero el intelecto no paga una campaña, la paga el financista al que lo mueve poco o nada el cambio, el ideal o el apostolado. La regeneración de la política solo será posible si es que cambiamos los viejos patrones de juego y apoyamos el encumbramiento de jóvenes valores, de esos que en germen constituyen la base de la institucionalización de las organizaciones con vista a futuro. A ellos debemos formarlos en democracia, en Estado de Derecho, en pasión por la justicia social y en vocación por la libertad.

El Perú a 196 años de vida independiente y otros países no se definen, han perdido el gesto de la pregunta, son países cuyas generaciones se suceden sin fecundar, por eso no tienen nuevos líderes con visión apostólica sino -en su mayoría- mercaderes haciendo política. La voz lapidaria de González Prada no tiene eco en la formación de una nueva intelectualidad, joven, potente, estremecedora, que nos arrastre y nos subvierta.

Los años venideros deben ser un tiempo para ellos, para los que postulen una conciencia limpia, una doctrina clara y una virtud sólida. Solo así afrontaremos el bicentenario con la génesis de la esperanza ¿Estamos preparados para una política en serio desde los jóvenes? La respuesta subyace como médula en el mensaje del maestro en el Politeama: “los troncos añosos y carcomidos produjeron ya sus flores de aroma deletéreo y sus frutas de sabor amargo. ¡Que vengan árboles nuevos a dar flores nuevas y frutas nuevas! ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!”