miércoles, 21 de marzo de 2018

No a la xenofobia judicial

Publicado en:
 La Mula (Lima Perú)
Correo del Sur (Sucre Bolivia)


La delincuencia, aunque mínima, constituye una de las principales causas de la xenofobia contra los peruanos en Bolivia. Esta lacerante realidad, que ninguno de los estados fronterizos aludidos se han esforzado por corregir, afecta progresivamente a mis connacionales que viven de su trabajo, en armonía con la sociedad y la ley.

La xenofobia es el miedo, rechazo u odio al extranjero. Se manifiesta desde el rechazo, el desprecio y las amenazas, hasta las agresiones físicas y asesinatos. Las últimas muertes que conozco son de Ricardo Laura en enero de 2013 en El Alto y de Freddy Carlos Cano en mayo de 1999 en La Paz, en ambos casos mientras estaban bajo la responsabilidad de la Policía.

Situaciones de este tipo ocurren por que, entre otras razones, no existe entre nuestros Estados una política migratoria coherente con el Derecho Internacional de los Derechos Humanos y en esa medida los escasos mecanismos de control del tránsito, tráfico migratorio y protección fronteriza resultan obsoletos e insuficientes para limitar -principalmente- el acceso de criminales peruanos en territorio boliviano. En este contexto, ambos países tienen el deber de promover en su agenda bilateral la cooperación efectiva entre sus sistemas de inteligencia, de seguridad y persecución del delito (Sistema de Justicia). La delincuencia de peruanos en Bolivia existe porque desde hace décadas nuestros gobiernos lo permiten; más con sus omisiones que con sus acciones de cara a prevenirla combatirla y erradicarla. Por eso “la binacional”, para ser útil al Pueblo, debe centrarse en aspectos sociales sin descuidar lo económico.

En este marco, un plano de la realidad que está exhibiendo la xenofobia tiene que ver con la política del Estado boliviano de lucha contra la no violencia contra la mujer que, si bien es cierto constituye un logro concreto (en mi evaluación el mejor) del gobierno del Presidente Morales a favor de los derechos de la mujer, está colocando en la cárcel -y con la pena más alta- a cuanto peruano tiene el infortunio de verse envuelto en un proceso judicial de feminicidio. Existe un discurso punitivo predominante de algunos interlocutores del Gobierno Nacional, y sus rasgos xenófobos repercuten en policías, fiscales y en algunos jueces y periodistas. 

Cito dos casos: Renatto Cafferata Centeno y Jheysen Edilberto Vega Aguilar. El primero recibió en Santa Cruz, en primera instancia, una condena de treinta años y el segundo tiene más de tres años de prisión preventiva en Sucre y pedido fiscal de máxima pena. Ambos expedientes dan cuenta de que no se está cumpliendo elementos básicos del debido proceso y que si no fuese por los esfuerzos familiares, por lograr justicia justa, los procesados estarían librados a “su suerte”. Al Estado peruano, expresan las madres de los presos mencionados, “poco o nada les importa” la violación de los derechos humanos de sus súbditos en un Estado vecino, incumpliendo -con ello- su deber escencial y razón de existencia. El Gobierno Nacional de Bolivia conoce de estas vulneraciones, pero sus reacciones siguen siendo “tibias” frente a la magnitud del grave daño que se sigue generando.

En mis casi dos décadas de servicio al mejoramiento del Sistema de Justicia de Bolivia, de mi país y de otras naciones hermanas, he luchado para lograr una revalorización social positiva de los jueces y fiscales por ser pilares en la construcción de nuestra democracia. En esa medida, no puedo ser indiferente a casos concretos, como los que menciono, que dan cuenta de sistemas estatales perversos que discriminan y destruyen proyectos de vida.

Que la xenofobia no sea una característica más del Sistema de Justicia boliviano. Hago votos para que nuestros Estados pasen de ser entidades formales decorativas y hasta nominales, cuando se trata de derechos humanos, y que cumplan proactivamente con la protección y defensa de la persona humana, por ser su fin supremo; más allá de nacionalidades, chauvinismos y falsos patriotismos.  

martes, 13 de marzo de 2018

Bolivia: Elementos para una agenda judicial

Publicado en:
 Correo del Sur (Sucre Bolivia)
Los Tiempos (Cochabamba Bolivia)
Nuevo Sur (Tarija Bolivia)

Marzo se aproxima y, en aras de no repetir lo ocurrido en el último quinquenio, conviene a las instituciones del Sistema de Justicia (Órgano Judicial, Tribunal Constitucional, Fiscalía General del Estado, Ministerio de Justicia y otras) difundir cuáles son los componentes de sus respectivas agendas, de cara a la sociedad y no divorciada de ella, en la perspectiva de contribuir a su fortalecimiento.
En coherencia a lo que hemos sostenido en los últimos años en el blog “Construyamos Justicia”, estas iniciativas y esfuerzos, desde lo público o privado, deberían inscribirse en el reto mayor de agendar oportunamente de modo técnico participativo y con pluralidad real, las acciones que el Sistema de Justicia necesita emprender para superar su crisis estructural. Nos referimos a la necesidad de promover y participar en una reforma judicial desde el enfoque de política pública evitando reformas cosméticas, mediáticas y coyunturales.
En este marco resulta importante lograr una propuesta de “reforma integral” que emerja del propio Órgano Judicial en acuerdo con las demás instituciones del Sistema de Justicia. Trabajar por cuenta propia debe ser el último recurso. Si en ese proceso se escucha y se promueve la participación social democrática, la institución judicial gana. La clave está en conocer a los posibles aliados y establecer acuerdos programáticos y con legitimidad. Las anteriores autoridades electas y designadas no propusieron al país agenda alguna y así, sin percatarse, contribuyeron a la crisis estructural de la Justicia, al permitir que sean las conclusiones de la Cumbre Nacional de Justicia Plural (una actividad política y no técnica), la hoja de ruta judicial. Esa historia se debe corregir.
Constituye error, en esa perspectiva, hacer gobierno y gestión judicial de puertas cerradas a lo social o sólo ser respaldadas por aquellas con afinidad política con el gobierno de turno, sin masa crítica y sin coordinación y colaboración interinstitucional a nivel judicial. También es un contrasentido el exacerbado sentido de pertenencia de instituciones que son de todos, que suelen desarrollar algunas autoridades. En esa línea, ayuda que las nuevas autoridades judiciales, en orden a los compromisos que asumieron frente a sus electores, generen condiciones para que, en lo posible, todas las voces sean escuchadas, en una lógica de democratización de la Justicia.
En Bolivia existe una importante cooperación internacional y nacional interesada en sumar al desarrollo institucional de todo lo que tiene que ver con los servicios de justicia, pero lo que falta es propuesta y claridad sobre lo que el Judicial necesita. Las instituciones judiciales tienen, en ese sentido, el deber de trabajar en sistema, porque sólo de ese modo podrán elaborar una propuesta para ponderar con los intereses de los órganos políticos que trascienda lo coyuntural. Esta cooperación, que es aun más necesaria en estos tiempos de ajuste económico y resistencia del Gobierno nacional a una mayor asignación presupuestal, no debe ser desdeñada y una seña que puede dar el Judicial para afirmar el diálogo entre las cooperantes y el Estado boliviano sería el inicio de la elaboración de la propuesta que planteamos y demandamos. En ese sentido, pude constatar -hace unos días- que hasta habría posibilidades incluso de tener apoyo de la cooperación internacional para la elaboración de esa propuesta integral de reforma al Sistema de Justicia.
En orden a lo anterior, se puede concluir que existen condiciones para que se retome la agenda judicial a partir de elementos aportes y compromisos concretos. La dimensión e impacto de las medidas que adopten, en pro del futuro judicial boliviano, está en manos de las nuevas autoridades judiciales ahora. Conspira contra la salud democrática de Bolivia si los años que siguen son de improvisación y falta de liderazgo en las instituciones judiciales y no se trasciende del discurso a la propuesta y acción concreta. Estos elementos son también, en esencia, ejercicio de autonomía e independencia judicial.
Existe un caudal de ayudas potenciales y una mirada cooperante para fortalecer la Justicia a partir de las iniciativas bolivianas, pero solo veremos un dique si no hay agenda. Que nuestra promesa de un país de justicia sea tal y no el recodo de un sueño que nunca fue, que nunca será.