Lo que está ocurriendo políticamente en varios de nuestros
países me lleva a sostener que cuando se encasilla el análisis de la realidad
social en determinada ideología, se pierde objetividad y horizonte. Hay
distorsión y es inevitable.
Los procesos electorales, pasados, recientes y en
desarrollo, muestran sociedades altamente polarizadas, pero al mismo tiempo
paralizadas; porque han caído en un ciclo repetitivo del “más de lo mismo” y el
“cada vez estamos peor”. Ese encasillamiento, que más parece tapaojos, está
nublando la capacidad de razonamiento y, en algunos casos, anulándolo. Todos
creen tener la razón y hay inamovilidad en sus posiciones.
El abuso y el desconocimiento marcan las relaciones.
Atropellan los que saben que el botín en disputa es el poder por el poder, no
para servir administrando mejor el Estado. Atentan por las formas de
relacionarse con la gente. Dominan al instrumentalizar y usar a las personas, a
las que ven como objetos -sin alma y dignidad- desechables. La ignorancia, que
los abusadores identifican bien en la gente, es la principal herramienta para
el embaucamiento y la traición.
En ese sentido de reflexión el Papa Francisco, en julio de
2015, expresó en Asunción (Paraguay) “no sirve una mirada ideológica que
termina usando a los pobres al servicio de otros intereses políticos y
personales. Las ideologías terminan mal, no sirven. Las ideologías tienen una
relación o incompleta o enferma o mal con el pueblo. Las ideologías no asumen
al pueblo. Por eso fíjense en el siglo pasado ¿en qué terminaron las
ideologías? en dictaduras. Piensan por el pueblo, no dejan pensar al pueblo”.
Mensaje irrefutable; pese a ello, la irreflexión de los
electores redondea el negocio de los políticos. Estamos en un proceso de
ideologización que, entre otras cosas, busca ocultar la realidad y promueve la
valoración desigual de las personas, muy convenientes para el mantenimiento de
un contexto social injusto. No se concibe la ideología como valores, como los
responsables de las acciones de las personas, instituciones y sociedades.
Por eso es entendible que estemos discutiendo cada día en
las redes sociales, de manera exaltada, apasionada, indignada y enojada, como
queriendo desahogar frustraciones. Un ejercicio democrático importante,
inoportuno e insuficiente considerando que la mayoría lo hace sólo en periodo
electoral, el resto de meses y años le dan la espalda al debate de los asuntos
públicos.
Es la indiferencia la que está permitiendo que, durante
décadas y siglos, aquellos políticos que están enseñando a observar la realidad
con mirada ideológica ganen terreno y algunos para perpetuarse.
Lucrar en este contexto, con la pobreza y la ignorancia, en
la mayoría de partidos políticos se ha hecho regla. Por eso, entre otros
factores, el acceso a una educación de calidad es contraproducente considerando
que, de brindarla, al hacer gobierno desde el Estado, ya no podrán seguir
manipulando y condicionando apoyos a cambio de votos.
Se puede mirar la realidad de un país, cuando se trata de
evaluar a cierto gobierno, desde diversos ángulos. Su institucionalidad, el
respeto de los derechos humanos, la calidad de los servicios que presta, etc.
Por eso, la mirada ideológica -hoy- es un arma de doble filo en contra de los
pueblos.
La libertad, en esta línea de reflexión, está donde el pueblo piensa por sí mismo y no sus políticos por él. Aprender a pensar sin ataduras, las que impone toda cruz ideológica, es mejorar nuestra vida, es construir democracia.
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