martes, 11 de febrero de 2020

Los hijos que entregamos a la sociedad


Publicado en:
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)
Correo del Sur (Sucre Bolivia)
Los Tiempos (Cochabamba Bolivia)

¿Qué tipo de hijos o hijas estoy dispuesto a dar a nuestra sociedad?, debería ser una interrogante para quienes tienen planes de asumir paternidad y maternidad. ¿Qué tipo de hijos o hijas estoy entregando a nuestra sociedad?, debería ser hoy una alerta para quienes ya son padres.

Sobre el tema hay bastantes escritos y tratados, desde científicos hasta dogmáticos, que se esfuerzan por orientar y ayudar a darle al mundo personas que sumen, con valores y principios. No obstante, como individuos, familias y sociedad, algo potente nos contamina y a velocidad.

Los que aún respetan están muriendo por vejez. Cada día son más evidentes nuestras distorsiones y aberraciones. Elegimos como gobernantes a los peores cuadros, vemos a la política o la religión como oportunidad de enriquecernos, callamos ante el acoso y la violencia contra la mujer, somos indiferentes ante el asesinato del planeta, callamos los feminicidios y la violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes, practicamos aún la discriminación y maltratamos a los indígenas, toleramos la corrupción y la impunidad, aplaudimos el abuso de poder, festejamos el egocentrismo, la avaricia, el materialismo, etc. Nos seguimos autodestruyendo como especie y parece generarnos placer.

Seguimos siendo la especie humana, cruel, egoísta y depredadora que no aprende del pasado.

En esa línea de reflexión, considerando lo que tenemos o en lo que nos hemos convertido, creo que podemos fallar en todo, en el curso de nuestra vida, menos en “formar,” “educar” o “cultivar” a los hijos; aquellos que decidimos tener.

La salud de la sociedad en la que vivimos, y sin importar si nacimos en ella, entre otros factores, depende de la calidad de hijos que le entregamos. Los principios y valores, que marcan y orientan nuestras vidas, los adquirimos en el seno del hogar (papá y mamá fundamentalmente juntos o separados) y debemos esforzarnos en sembrarlos y cosecharlos en los que nos suceden, en el ciclo de la vida.

Nada sustituye al papel de los padres, por eso es un gran error asumir que es la sociedad, y en ella el proceso educativo, el que cultiva a nuestros hijos y los prepara para la vida. Los que abandonan –cobardemente– a los que procrearon no saben lo que se pierden. La vida les cobra la factura, tarde o temprano. Una forma, de las varias que hay, de realización de los humanos es la paternidad y la maternidad y solo se entiende cuando se lo vive.

En esa perspectiva, vivir enseñando a los hijos cómo ser “exitosos” o “distinguidos”, y obviar lo esencial (principios y valores), es sumar –a lo que ya estamos viviendo– a la hecatombe humana.

Si no hay esencia y motivaciones altruistas en una vida, por ejemplo hacer cosas a favor del “bien común” o “servir sin nada a cambio”, el éxito y la distinción no sirven, porque envilecen.

Queda en ese horizonte desarrollar capacidad de renuncia y desechar cruces y estereotipos que nos atrofian e impiden tener un razonamiento lógico y amplio de lo que debemos dar a nuestras sociedades. Es abandonar comodidades y hacer y hacer y hacer para evitar que el egoísmo, la angurria y la estupidez ganen la batalla haciendo despiadados a los humanos.

Nadie más que uno sabe qué tipo de apuesta estamos haciendo por la construcción de un país con justicia e igualdad de oportunidades. Tenemos un juicio (juez) interno al que debemos responder, más temprano que tarde.

Está en cada persona cambiar o mejorar el estado de cosas que nos dañan. Está en cada padre y madre tener los hijos que desean y también sumar o restar a una mejor herencia social.

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