martes, 11 de febrero de 2020

La última “fiesta democrática” del Perú


Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)

Uno de los atributos y ventajas de vivir en democracia, radica en el derecho de la población de elegir o ser elegidos bajo reglas de igualdad, libertad y respeto del sentido del voto; como formas de valorar la dignidad de las personas.

Este último domingo los peruanos y las peruanas elegimos, a otros connacionales para recomponer la función legislativa y tener un Congreso con una nueva representación hasta el 28 de julio de 2021, y el circuito -siempre perfectible- del juego democrático, volvió a operar y con resultados que todos y todas respetan.

Más allá de las “sorpresas” que el proceso electoral generó, en los que la mayoría está centrando su atención, transcurridos algunos días rescato -para continuar en el debate- algunos aspectos:

Pese a las debilidades institucionales y legales del sistema electoral, a diferencia de otros países, elegimos en libertad, bajo el imperio de nuestras leyes, consciencia y decisión. Como antes, hubo una campaña mediática invasiva y direccionada, que esta vez tuvo menor impacto en el electorado. Esto es bueno y corresponde rescatarlo analizarlo y alentarlo, considerando que tras estas estrategias de marketing mediático están las mafias que viven de la política y para ello la distorsionan y envilecen. No obstante, elegimos mejor.

Los políticos, en sus variopintas formas de organización y presentación, mostraron su rostro de siempre. No proyectaron propuestas y mucho menos sustentaron sus perspectivas del país, respecto a los problemas estructurales que nos afectan. Tuvimos más de lo mismo. Ruido, chismes, ataques mediáticos y escaso periodismo de investigación. Por más remozadas y costosas que estuvieron algunas caretas, compradas en el mercado de la politiquería, ninguna sedujo en la hora de elegir. De ese modo, los tranzas y rastreros de la política fueron castigados -severamente- en las urnas.

El pueblo encontró en este proceso una oportunidad y motivo de unión. Votamos en contra del autoritarismo, la concentración de poder, la corrupción y la impunidad. Hubo mayor información y por eso el voto lo orientamos a sancionar las alianzas mafiosas y los conciliábulos de aquella mayoría tramposa que mantuvo secuestrado al Congreso por años para generar impunidad a los crímenes de sus “líderes” y aliados en sectores clave del Estado.

Nuestro voto zanjó y deslindó con los oscuros intereses de los grupos de poder económico y mediático y los bloqueos y sabotajes, de estos y sus operadores en la política, a la vigencia de la Constitución Política del Estado. Votamos en respaldo y reconocimiento a la labor que cumplen jueces y fiscales del sistema de justicia anticorrupción para funcionarios públicos y otras islas del sistema de justicia, que están visibilizando -a partir de casos concretos- la importancia de una justicia independiente en la construcción de democracia.

En esa perspectiva, para que la fiesta democrática se vaya completando, los peruanos y las peruanas esperamos que las nueve (9) agrupaciones políticas elegidas, que por cierto no llegarán a los 67 votos para aprobar en “el pleno” las acusaciones constitucionales y tampoco a los 87 votos para nombrar a los nuevos integrantes del Tribunal Constitucional, no se aparten de lo esencial y respeten las reglas de juego democrático. En ese sentido, por ejemplo, cambiar la Constitución de 1993, necesita de un contexto social y político más favorable y maduro y sería un grave error intentarlo en este corto tiempo. Las mejoras que el país necesita (reforma política, reforma judicial, derogatoria de la inmunidad parlamentaria y otras) deben ser priorizadas, calendarizadas y, respecto a ellas, desarrollarlas en el marco de un debate nacional. Este diálogo puede ayudar a generar condiciones para ir perfilando el nuevo pacto social, que el país necesita y demanda.

También desgastaría y le restaría seriedad a la nueva representación nacional, si caen en la tentación de distraer el tiempo en el tratamiento de medidas populistas como la “pena de muerte para presidentes corruptos o para homosexuales”. Discutir sobre estos puntos es retrógrado y es señal de desconocimiento del carácter de progresividad que tienen los derechos humanos en el mundo.

Ahora nos queda vigilar a los que elegimos. Lo que ellos hagan -en este tiempo que sigue- y el perfil del Congreso del 2021 al 2025 depende, en gran medida, del tipo de control que ejerzamos hoy.

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