Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)
Uno
de los atributos y ventajas de vivir en democracia, radica en el derecho de la
población de elegir o ser elegidos bajo reglas de igualdad, libertad y respeto
del sentido del voto; como formas de valorar la dignidad de las personas.
Este
último domingo los peruanos y las peruanas elegimos, a otros connacionales para
recomponer la función legislativa y tener un Congreso con una nueva
representación hasta el 28 de julio de 2021, y el circuito -siempre
perfectible- del juego democrático, volvió a operar y con resultados que todos
y todas respetan.
Más
allá de las “sorpresas” que el proceso electoral generó, en los que la mayoría
está centrando su atención, transcurridos algunos días rescato -para continuar
en el debate- algunos aspectos:
Pese
a las debilidades institucionales y legales del sistema electoral, a diferencia
de otros países, elegimos en libertad, bajo el imperio de nuestras leyes,
consciencia y decisión. Como antes, hubo una campaña mediática invasiva y
direccionada, que esta vez tuvo menor impacto en el electorado. Esto es bueno y
corresponde rescatarlo analizarlo y alentarlo, considerando que tras estas
estrategias de marketing mediático están las mafias que viven de la política y
para ello la distorsionan y envilecen. No obstante, elegimos mejor.
Los
políticos, en sus variopintas formas de organización y presentación, mostraron
su rostro de siempre. No proyectaron propuestas y mucho menos sustentaron sus
perspectivas del país, respecto a los problemas estructurales que nos afectan.
Tuvimos más de lo mismo. Ruido, chismes, ataques mediáticos y escaso periodismo
de investigación. Por más remozadas y costosas que estuvieron algunas caretas,
compradas en el mercado de la politiquería, ninguna sedujo en la hora de
elegir. De ese modo, los tranzas y rastreros de la política fueron castigados
-severamente- en las urnas.
El
pueblo encontró en este proceso una oportunidad y motivo de unión. Votamos en
contra del autoritarismo, la concentración de poder, la corrupción y la
impunidad. Hubo mayor información y por eso el voto lo orientamos a sancionar
las alianzas mafiosas y los conciliábulos de aquella mayoría tramposa que
mantuvo secuestrado al Congreso por años para generar impunidad a los crímenes
de sus “líderes” y aliados en sectores clave del Estado.
Nuestro
voto zanjó y deslindó con los oscuros intereses de los grupos de poder
económico y mediático y los bloqueos y sabotajes, de estos y sus operadores en
la política, a la vigencia de la Constitución Política del Estado. Votamos en
respaldo y reconocimiento a la labor que cumplen jueces y fiscales del sistema
de justicia anticorrupción para funcionarios públicos y otras islas del sistema
de justicia, que están visibilizando -a partir de casos concretos- la
importancia de una justicia independiente en la construcción de democracia.
En
esa perspectiva, para que la fiesta democrática se vaya completando, los
peruanos y las peruanas esperamos que las nueve (9) agrupaciones políticas elegidas,
que por cierto no llegarán a los 67 votos para aprobar en “el pleno” las
acusaciones constitucionales y tampoco a los 87 votos para nombrar a los nuevos
integrantes del Tribunal Constitucional, no se aparten de lo esencial y
respeten las reglas de juego democrático. En ese sentido, por ejemplo, cambiar
la Constitución de 1993, necesita de un contexto social y político más
favorable y maduro y sería un grave error intentarlo en este corto tiempo. Las
mejoras que el país necesita (reforma política, reforma judicial, derogatoria
de la inmunidad parlamentaria y otras) deben ser priorizadas, calendarizadas y,
respecto a ellas, desarrollarlas en el marco de un debate nacional. Este
diálogo puede ayudar a generar condiciones para ir perfilando el nuevo pacto
social, que el país necesita y demanda.
También
desgastaría y le restaría seriedad a la nueva representación nacional, si caen
en la tentación de distraer el tiempo en el tratamiento de medidas populistas
como la “pena de muerte para presidentes corruptos o para homosexuales”.
Discutir sobre estos puntos es retrógrado y es señal de desconocimiento del
carácter de progresividad que tienen los derechos humanos en el mundo.
Ahora
nos queda vigilar a los que elegimos. Lo que ellos hagan -en este tiempo que sigue-
y el perfil del Congreso del 2021 al 2025 depende, en gran medida, del tipo de
control que ejerzamos hoy.
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