Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)
Estamos
a menos de 72 horas del sufragio, el acto más importante de todo proceso
electoral, y vuelve a caracterizar a la contienda electoral regional y
municipal de nuestro Perú profundo, entre otras formas, la “compra de votos”,
los “votos golondrinos” y el financiamiento del actual alcalde o gobernador a
un candidato que le asegure impunidad en los siguientes años.
Nada
ha mejorado, respecto a los procesos anteriores, y más bien se han afianzado
estas malas prácticas que facilitan la corrupción, especialmente, en gran parte
de los municipios distritales y provinciales; debido al incumplimiento de las
funciones de nuestras instituciones contraloras y la tolerancia de la población.
El
Consejo Municipal no fiscaliza y más bien cumple un papel de complicidad y
facilitador de la corrupción; pues por lo general protege a las autoridades
salientes. La Contraloría, a través de sus Procuradurías Especializadas en
Delitos de Corrupción, es receptiva, jamás es proactiva y nunca confronta con
el estado de cosas. El Sistema Especializado en Delitos de Corrupción de
Funcionarios, como lo hemos insinuado en otras columnas, por sus competencias
es receptivo, pero no ha terminado de comprender que mientras avanzan dos pasos
en “su lucha” la corrupción ha dado cinco.
El
peor escenario lo encontramos a nivel de los electores, los que debido a su
falta de información y en general cultura jurídica y política, siguen siendo
presas fáciles de los mercaderes de la política; esos pequeños reyezuelos que
con el dinero sustraído afirman cada vez más su predominio local. También
ubicamos a personas que no dudan en traicionar a su pueblo y defienden a capa y
espada al corrupto y corruptor, sin necesidad de beneficio alguno. Éste es un
círculo perverso que cada vez gana más adeptos y multiplica sus formas de
revictimizar a la población. Se alimenta de la estafa y tiene como principales
herramientas a la mentira, la amenaza y el abuso de poder; que contra toda
lógica se perpetra contra los más necesitados, los que están en situación de
vulnerabilidad, aquellos que los eligieron.
Esta
es una realidad muy triste que está creciendo y divide a nuestros pueblos, por
lo que debemos cambiarla. Lo intento, al trazar estas líneas, y lo hago con el
compromiso de construir un mundo mejor para los que nos sucedan.
He
pensado mucho en si lo correcto es arrinconar y despreciar a los corrompidos o
es mejor descargar la frustración e impotencia, que genera el seguir viendo
postrados en el atraso y el subdesarrollo a nuestros pueblos, contra los
corruptos y corruptores. Me inclino por lo segundo, pero necesitamos un
acompañamiento estratégico e integral de algunos sectores del Estado.
Enfrentarnos
contra las víctimas de la corrupción resulta insensato y contribuiría a su
revictimización. No es bueno sumar a la división y el enfrentamiento entre
familias y hermanos de un mismo pueblo. Vivir así es justamente lo que
necesitan los corruptos y corruptores, en sus estrategias, y no debemos “pisar
el palito”. Debemos ayudar a que las víctimas escapen de estos círculos
viciosos a través, por ejemplo, de la información y la educación en valores.
Este
sombrío panorama, que refleja lo que viene ocurriendo, coloca en situación de
pérdida a nuestros pueblos. Sin políticos decentes no habrá planes de
desarrollo y tampoco posibilidades de salir de la pobreza; una que se justifica
y agota en los beneficios, para unos cuantos entre ellos las autoridades y ex
autoridades, y afectaciones que genera la corrupción.
Si
la decisión de la población, en esta elección, es seguir viviendo en corrupción
e impunidad es su decisión que no compartimos. Lo dejamos anotado, en la medida
que necesitamos contrarrestar los lamentos, los lloros y el crujir de dientes,
los siguientes años, de aquellos que ahora no desean comprender que no hay
forma de corrupción que ayude al progreso de nuestros pueblos.
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