Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)
La Mula (Lima Perú)
Ahora que la corrupción acosa
nuevamente y cuestiona la esencia de la política y la democracia, los que
tenemos visión de país querido, en especial los jóvenes que se esfuerzan por
mejorarlo, debemos comprender que la verdadera transformación de nuestro Perú y
el mundo está en nuestras manos y no en la de los políticos y de algunos
servidores públicos estratégicos en las estructuras del Estado.
Somos cada uno y la población en su
conjunto los que, en ejercicio de ciudadanía efectiva, debemos repensar y reconstruir
los contenidos y la esencia de la política como una de las vías, la más
importante a lo mejor, de orientar la construcción de instituciones
democráticas fuertes, con legitimidad social y mandatos que trasciendan
coyunturas y gobiernos.
Urge, en ese sentido, aportar para que
desde nuestra sociedad emerjan nuevos líderes sociales que, como Haya L.A.Sánchez
Mariátegui y otros, entiendan la política como un sacerdocio, una misión, un
servicio, una entrega, una docencia del desprendimiento, un trabajo del No Yo,
un apostolado.
Necesitamos espíritu en nuestra clase
política, para que su entrega a los objetivos de sus pueblos sea colmada, pero
además que tengan contenido de ideas, propuestas claras y preguntas de
doctrinas. Debemos comenzar estudiando nuestra historia, para dilucidar qué ha
cambiado desde los años germinales de los grandes debates en el siglo XX hasta
hoy. Pasar por alto estos aspectos es sumar a la señal de nuestra decadencia
como país.
Evitemos que las grandes preguntas se
respondan en una fiscalía o ante un juez o una comisión investigadora. En esa
línea, la política no debe quedarse en los periódicos, debe explorarse en los
libros y en las líneas de los grandes maestros ¿Cuáles son hoy las preguntas de
fondo que nos ayudarán a salir del hoyo en el que nos encontramos? ¿Las que
leemos con pasmo en las portadas de los diarios? ¿Debemos volver atrás e
inspirar nuestra acción en las interrogantes sobre el régimen económico que
Haya, Mariátegui y Víctor Andrés Belaunde gestaron en la conciencia nacional?
¿Debemos resolver el gran reto geográfico que se planteó Belaunde Terry? ¿Y el
espíritu de exploración y respuesta que se planteó el joven Riva Agüero de los
“Paisajes peruanos? ¿Y las grandes dudas sobre la educación de los sabios pioneros?.
Así como no hay futuro sin jóvenes
tampoco hay futuro sin política y democracia. Por eso, necesitamos regresar a
las viejas grandes preguntas, porque de la ausencia de preguntas nace la sed
mercantil de mercaderes haciendo política y el espíritu fenicio de la mayoría
de nuestros políticos de las últimas décadas, el hambre de poder de las fugaces
lumbres y la avidez de fortuna de otros tantos que los lleva por la senda de la
corrupción.
En este contexto, nos corresponde
definir ¿Qué papel debemos asumir para adecentar y centrar el debate sobre el
futuro de la política y nuestra incipiente democracia? ¿Qué papel deben tener
los partidos políticos para formar nuevas generaciones y regenerarse? y algo
sustantivo ¿Qué puede aportar una ley de partidos para superar su crisis
estructural?. No seamos una generación que se suceda sin fecundar.
La política es fundamental para la
vida en democracia, pero necesitamos regenerarla. Ésta no debe ser más
instrumentalizada y constituirse en combis electorales (alimentadas por el voto
preferencial) que, por ejemplo, lleva a las organizaciones a preferir la
participación de solventes postulantes a la de aquellos jóvenes que,
desprovistos de recursos, solo tienen como sustento su capital intelectual.
La regeneración de la política, que
planteamos, solo será posible si es que cambiamos los viejos patrones de juego
y apoyamos el encumbramiento de nuevos valores, los jóvenes por ejemplo, de
esos que en germen constituyen la base de la institucionalización de las
organizaciones con vista a futuro. A ellos debemos formarlos en democracia, en
Estado de Derecho, en pasión por la justicia social y en vocación por la
libertad.
Los años venideros deben ser un tiempo
de profilaxis y sanación social a partir de una conciencia limpia, una doctrina
clara y una virtud sólida. Sólo así afrontaremos el bicentenario con la génesis
de la esperanza ¿Estamos preparados para hacer política y contribuir a la
construcción de democracia? La respuesta la debemos dar cada uno.
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