En mi columna de opinión de la semana pasada, “Cuidado con
el triunvirato”, traté de advertir del plan que la “señora K”, De Soto y López
Aliaga estaban ejecutando de cara a controlar el Congreso, colocando una
representación mayoritaria; considerando que ninguno de ellos ganaría la
elección presidencial en primera vuelta. También alerté el cuidado que debíamos
tener con aquellas propuestas cuyos “líderes” no habían deslindado con las
dictaduras, disfrazadas de democracias, existentes en América Latina.
En la correspondiente a la primera semana de abril, “Otra
vez el burro al trigo” que por cierto sólo medios de “provincias” publican,
adelanté que un sector importante del país volvería a votar por candidaturas
que representan el continuismo y la estabilidad de la corrupción y la
impunidad.
Tiempo atrás, y de modo reiterado dependiendo de la
coyuntura del país, ataqué los perjuicios que genera, a peruanos y peruanas, un
Estado captado por el crimen organizado. Sus resistencias a irse y la
manipulación de nuestras instituciones -como el Poder Judicial, Ministerio
Público y Tribunal Constitucional- para mantenerse en sus haciendas de poder
político económico y religioso, también fueron recurrentes en su tratamiento.
Otras voces, muchas y desde todo frente, hicieron lo propio
y -con sus matices- en el mismo sentido. No obstante, el conteo de votos nos
dio un resultado que corresponde analizar con calma, horizonte de país, respeto
al contrincante, desprendimiento ideológico y partidario, sin miedo ni
triunfalismos y descartando posturas discriminatorias y de odio.
Sabemos quiénes siguen en contienda electoral, sus acciones
pasadas y sus vínculos los preceden, y no hay necesidad de rasgarse las
vestiduras. Votar por cualesquiera, da contenido a una de las dimensiones de la
vida en democracia; aunque cueste comprenderlo.
Si quienes hacen al triunvirato legislativo (“Avanza País”,
“Renovación Popular” y “Fuerza Popular”) insisten en la captura del Estado para
fines extralegales, antes que a la oposición reprochándoles desde el Congreso
sus ilegalidades, tendrán al pueblo en las calles hasta lograr su renuncia. El
margen para la ejecución de sus planes, a diferencia de los 90, tendrá ese
doble límite. Las multitudinarias protestas sociales -no partidarias y con
resultados tangibles- en Chile, Ecuador, Colombia, Bolivia y otros países, en
los últimos años, son espejo de lo que ocurrirá; considerando que asistimos a
un tiempo de despertar de pueblos y de necesidad de materialización de más
derechos.
Lo propio ocurrirá si el candidato Pedro Castillo decide
apartarse de las reglas del “juego democrático” y, al imponer sus ofertas
electorales, patea el tablero. Tanto él como su competidora, pese a ser Ella
parte del triunvirato que le da una representación mayor en el Congreso,
tendrán que tejer alianzas para gobernar. En este marco, hacer propios otros
planes de gobierno y mejorarlos, por ejemplo, en agricultura, educación rural,
salud y vacunación -realista- contra la COVID, será más fácil para Castillo.
Queda también abierta la opción, en orden a los alcances del
artículo 184 de la Constitución Política, de generar condiciones para que el
Jurado Nacional de Elecciones declare la nulidad del proceso electoral, si es
que los votos nulos o en blanco, sumados o separadamente, hacen más de dos
tercios del número de los emitidos. Queda para el análisis de los pros y
contras.
Sea cual fuere el escenario que tengamos luego del 6 de
junio, desde el pasado 11 de abril, los competidores deben entender que no hay
más aguante para peleas de callejón o los protagonizados en los programas de
Laura Bozo. El “Perú profundo” se he expresado en las urnas claramente: “¡Ya
basta de ignorar nuestras demandas!” “¡Ya basta de ser invisibilizados y
ninguneados!” “¡Ya basta de postergar nuestras necesidades!” “¡Ya basta de que
otros decidan y lo hagan sin escucharnos y contra nosotros!”. Han transcurrido
200 años y no es posible que sigamos en las mismas disputas de inicios de
nuestra fallida República son, entre otras, las conclusiones que justifican
parte del resultado del proceso electoral.
En este contexto, la mayor responsabilidad de lo que ocurra a futuro con el país la tiene el “último bastión”, que es Lima. Es tiempo que aprendan y decidan con responsabilidad y dejen de discriminar y darle la espalda a las otras provincias del país."
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