jueves, 30 de mayo de 2019

Rondas Campesinas y corrupción

Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)

Como en su momento, cuando contribuyó a la derrota del terrorismo de Sendero Luminoso y sumó a la consolidación de la paz, las Rondas Campesinas -de hoy- pueden jugar un papel determinante en la lucha contra la corrupción; especialmente en las provincias y distritos de nuestro Perú; por ser lugares en los que la presencia del Estado aún es simbólica sino inexistente.

Si en Lima Callao y las otras grandes urbes del país, la corrupción, en sus modalidades política económica religiosa periodística y otras formas, ha ganado terreno hace algunos años, en las provincias y distritos alejados está instalada y por lo general dirigida por dos o tres familias que gozan de una robusta salud económica, desde hace más de 35 años; cuando nuestro Estado empezó a transferirles y sin control efectivo presupuesto de modo permanente.
Como es en “provincias”, en la comprensión de los citadinos predominantes, poco o nada importa. Esta valoración también la tienen quienes dirigen las instituciones contraloras, pese a que muchos de ellos tienen un origen “provinciano”; pues todo lo sacrifican en la pira sagrada de costos y beneficios para el Estado. “Cuesta mucho investigar”, “quién asumirá los costos” suelen argumentar. La población no sabe qué tipo de rendición de cuentas realizan sus Alcaldes y sus Consejos Municipales y ante quién del Estado, jamás investigan de mutuo propio -por ejemplo la Contraloría- y, es lógico en esa línea, si no hay auditorías e informes tampoco hay acción de jueces y fiscales, no hay responsables y sanción para nadie.
Así, la población -no organizada- permite la corrupción por acción y por omisión. La respalda bajo el argumento “roba pero hace obra”, por una limpieza de camino que costó quince mil, pero que cotizaron y “rindieron” en 120 mil. Sienten que no pueden contrarrestarla, por la enajenación que generan las migajas -y con dinero del mismo pueblo- que reciben del alcalde, por lo general en trago y fiestas. Este círculo vicioso de corrupción, manipulación, amenaza e impunidad, año a año se repite y crece. Nadie hace nada para frenarlo, pese a que no hay un antibiótico en la posta médica del Pueblo o el mobiliario de su colegio se está cayendo a pedazos. Aquellos que deciden enfrentar estas mafias terminan estigmatizados como “problemáticos”, “resentidos” y “envidiosos”.
Por su parte, para las autoridades nacionales y la prensa capitalina, la corrupción en el Perú profundo es invisible, inexistente; si es que en su desarrollo no hay de por medio sangre o muerte. El caso Ilave (2004) en Puno, en su momento, llamó la atención de esta realidad, pues puso al desnudo la ineficacia de los mecanismos de rendición de cuentas, la violencia silenciosa que esconde la frustración social y la irresponsabilidad e incumplimiento de funciones de las instituciones que tienen por mandato fiscalizar y velar por un adecuado uso del dinero del Pueblo. Quince años después, del ajusticiamiento público del alcalde de Ilave, el Estado sigue limitándose a entregar más y más dinero, pero no controla con rigor fiscalizador para premiar o sancionar ante un uso irregular.
Por ejemplo, al Municipio de Unión Agua Blanca (en San Miguel - Cajamarca) el año 2018, según el portal de transparencia del Ministerio de Economía y Finanzas (http://apps5.mineco.gob.pe/transferencias/gl/default.aspx), se le transfirió más de cuatro millones de soles (4,056,823.82), cuyo uso se desconoce; porque no hay obra alguna que justifique una inversión de ese tamaño. Estoy citando sólo lo recibido en un año.
En este contexto, a los logros que viene obteniendo el sub sistema de justicia anticorrupción, con fiscales como Pérez o Vela y jueces como Concepción o Chávez, podríamos sumar los aportes que realicen las Rondas Campesinas, considerando que su mandato constitucional y legal no es limitante. Conocen mejor que nadie su realidad local y saben cuándo un Alcalde y su Consejo Municipal, tienen las cuentas claras y coordinan con su Pueblo las obras e inversiones.
Hasta hoy, los mecanismos de autocontrol de las alcaldías, reconocidas por su propio marco jurídico, han favorecido y afianzado la corrupción y la impunidad. Los Consejos Municipales en lugar de controlar al Alcalde lo protegen.
Las Rondas Campesinas, si se apartan de su papel neutral y en muchos casos de cómplices, pueden ser un extraordinario aliado para vencer a la corrupción en nuestro Perú profundo. Lo planteo porque conozco lo potente que resultan sus estructuras (organización) para perseguir el crimen, la calidad humana de sus integrantes, y porque es lo que le conviene a sus respectivos pueblos y a nuestro país.

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