martes, 28 de mayo de 2019

Inmigrar es un derecho

Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)
Correo del Sur (Sucre Bolivia)

El ser humano por naturaleza ha sido, es y será migrante. Nada lo ha detenido, en el tiempo, en su proceso de movilización y adaptación en la faz de la tierra. No obstante, existen en el mundo, más visibles en las últimas décadas, visiones manchadas por el desconocimiento, el miedo y la intolerancia, que colocan a millones de seres humanos, en la condición de parias por ejercer su derecho a emigrar.

Desde el paleolítico y sus efectos climáticos en Africa, pasando por el periodo del Homo Erectus que llegó a Europa y Asia hace cientos de miles de años y los Homo Sapiens, experimentaron diversas olas migratorias y fusiones poblacionales hasta establecerse dentro y fuera de Africa. 

La invasión y colonización de América, otros tantos miles de años después, por ingleses, franceses, italianos, portugueses y, entre otros, los españoles -todos descendientes de migrantes Ilirios, dacios y tracios, georgianos, itálicos, etruscos, vénetos, ligures, colonos griegos, celtas, galos, réticos, suabos, vénetos, lugios y pueblos bálticos- son prueba irrefutable de que somos un crisol de mezclas emergentes de distintas e intermitentes olas migratorias y de exploración. 

Así, migrar es expresión del supremo valor del ser humano de ser y sentirse libre, de elegir su senda y transitarla. En ese sentido hoy, si bien es cierto existen avances en la construcción de marcos jurídicos a nivel nacional e internacional, aun falta fortalecer la gobernanza de la migración, a través de la adopción de una serie de normas jurídicas específicas, que emanen de las relaciones y negociaciones, como las binacionales y el multilateralismo, con el fin de restringir, regular y canalizar la migración; en coherencia con los derechos humanos de los migrantes y la necesidad de promover dichos derechos y protegerlos en el marco del ejercicio de la soberanía de los Estados. 

En la línea de lo anterior, en orden a los esfuerzos de la Organización Mundial para la Migración, es necesario promover y afianzar el desarrollo del derecho internacional sobre migración, el debate político y orientación, la protección de los derechos de los migrantes, la migración y salud y la dimensión de género en la migración.

En este marco de reflexión, ejemplos como el de los centroamericanos intentando llegar caminando -hace unos meses- a Estados Unidos, el de los cientos de migrantes y refugiados sirios que murieron intentando llegar a Europa, o los más de cuatro millones de venezolanos que -en los últimos años- abandonaron la patria de Bolívar, interpelan todos estos avances normativos e institucionales; pero sobre todo ponen en evidencia la conducta xenófoba que persiste en norteamericanos europeos y latinoamericanos.

La humanidad aun no ha comprendido, la situación de vulnerabilidad en la que la mayoría de migrantes se encuentra y -torpemente- la revictimiza con agresiones y ofensas de todo tipo, o desde la propia acción del Estado a través de la negación de servicios como el de salud o justicia. Ocurre –dramáticamente- en mi Perú frente a los venezolanos y ocurre en Bolivia cuando mis connacionales tienen el infortunio de estar en estrado judicial; entre otros ámbitos.

Está ocurriendo en este momento, mientras lee esta columna, y a casi nadie parece importarle. Pero no solo es indiferencia, es, en la mayoría de casos, una acción preterintencional de políticos populistas y sus aliados en sectores claves del mercado nacional e internacional, que actúan en la lógica de obtener beneficios económicos -de grupo o individuales- a costa de los derechos de los migrantes.

Paradójicamente, son los países que más beneficios han tenido de la migración, los que ahora la restringen y cuestionan. Doblemente paradójico es que sean los países que promovieron la suscripción de acuerdos, como la Declaración Universal de Derechos Humanos en 1948 y otros, los que ahora desconocen que toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado; o a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país.

Todos tienen en su árbol familiar un migrante. Es deber esencial de todo Estado y sociedad, por ello y más, comprenderlo apoyarlo y respetarlo.

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