Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)
Todo
desarrollo del sistema legal está marcado por las marchas y contramarchas que
generan los procesos sociales económicos o políticos que los promueven o
afianzan. En estos procesos las leyes dictadas por los gobernantes, por sí
solas, no han transformado realidades y tampoco -en positivo y
significativamente- el tejido social. Ha sido el arraigo o sentido de
pertenencia de estos procesos los que han asegurado éxito a las reformas y
revoluciones históricas. En ese sentido, el marco jurídico que regula y “ordena”
la estructura de un Estado, es apenas uno de los componentes que adquiere
esencia y carácter de proceso cuando es conocido, valorado y respaldado (como
bueno para el país) desde lo social.
En
materia judicial, pese a que hemos tenido intentos valiosos por mejorar el
servicio (por ejemplo el Acuerdo Nacional y la CERIAJUS a inicios del actual
siglo), los problemas persisten porque sus elementos son de orden estructural;
esto es, alcanzan y tienen que ver con el funcionamiento de todo el aparato
estatal y su relación de éste con la población. No obstante, existen ámbitos de
nuestro sistema de justicia (Fiscalía y Poder Judicial fundamentalmente) que,
en los últimos años, han aportado sustantivamente al crecimiento democrático
del país.
Uno
de estos ámbitos lo constituye el Sistema Nacional Especializado en Delitos de
Corrupción de Funcionarios, creado el 31 de marzo de 2017. Se trata de una
estructura nueva (D. Leg. N° 1307) integrada por órganos jurisdiccionales con
competencia nacional y por los juzgados y salas especializadas (D. Leg. N°
1342), cuya competencia es a nivel de cada distrito judicial (sólo funciona en
algunas regiones). Conoce los delitos de colusión, peculado, malversación, las distintas
modalidades de cohecho, tráfico de influencias, enriquecimiento ilícito, entre
otros. Forma parte de este sistema, un cuerpo especializado de fiscales
organizados bajo una coordinación que soporta y facilita los procesos
investigativos.
En
sus más de veinte meses de vida institucional, este diseño de justicia se está
consolidando como un “modelo”, por los resultados que está logrando; sobre todo
a nivel de los casos seguidos en Lima. Hasta inicios de setiembre de este año
eran 707 personas procesadas por delitos de corrupción y en los casos más
antiguos se habían logrado sentencia con pena efectiva. Antalsis, Catache, La
Centralita, Chinecas, Alejandro Toledo, César Alvarez, Ollanta Humala y Nadine
Heredia, “Los Cuellos Blancos del Puerto” y César Hinostroza, Keiko Fujimori,
PPK, Alan García y Edwin Oviedo, son algunos de los procesos más conocidos que
están bajo tuición de este sistema; cuyas cabezas más visibles lo constituyen
el juez Richard Concepción y el fiscal Domingo Pérez.
Sin
embargo, pese a contar con un inédito amplio reconocimiento y respaldo social
de “todas las sangres” y de la comunidad internacional informada y democrática,
el Sistema Nacional Especializado en Delitos de Corrupción de Funcionarios,
viene siendo objeto de un sistemático acecho de aquellas fuerzas ligadas y
representativas de la corrupción. En ese sentido, vuelvo a llamar la atención
sobre la necesidad de acentuar la vigilancia social; considerando que el acoso
del Fiscal de la Nación Pedro Chávarry sobre el Fiscal Domingo Pérez y cada uno
de los que integra el equipo a cargo de las investigaciones contra Keiko
Fujimori, Alan García y otros políticos con acusaciones por corrupción (caso
Odebrecht), no se ha detenido. Tampoco han cesado las voces de sectores
empresariales (Roque Benavides), periodísticos (Aldo Mariátegui, Mariella
Balbi), religiosas (Juan Luis Cipriani), políticas (Lourdes Flores, Víctor
Andrés García Belaunde) y de otros actores relevantes en la vida nacional,
descalificando -torpemente- la acción de este sistema de justicia
anticorrupción.
El
escenario es clarísimo. La corrupción quiere seguir operando con total
impunidad en nuestro país y el Sistema Nacional Especializado en Delitos de
Corrupción de Funcionarios, constituye un obstáculo; por eso los ataques y las
“movidas” desestabilizadoras de sus “operadores” como Pedro Chávarry y sus
protectores desde el Congreso de la República.
Queda
claro, en esa perspectiva, que la lucha contra la corrupción apenas inicia y
que si queremos derrotarla, debemos doblar nuestra vigilancia ciudadana sobre
todos los poderes públicos. Por ejemplo, tomar conocimiento de las decisiones
que se vienen adoptando a nivel del sistema de justicia; considerando que
quiénes acaban de “elegir” al nuevo presidente de la Corte Suprema (y del Poder
Judicial) tienen públicos vínculos con el “fuji-montesinismo” y el “alanismo”.
Lo propio, respecto a las iniciativas legislativas y leyes que viene
discutiendo y aprobando, respectivamente, en el Congreso a favor del latrocinio
con impunidad.
La
lucha contra la corrupción debería ser el alma de nuestro Perú y merecer todas
nuestras atenciones. Estamos ganando algunas batallas pero no la guerra!
Recordemos siempre que, la corrupción no duerme y acecha cada segundo, minuto,
hora, día, mes y año!
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