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El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)
Correo del Sur (Sucre Bolivia)
Los Tiempos (Cochabamba Bolivia)
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Los Tiempos (Cochabamba Bolivia)
Es común en nuestras sociedades endosar culpa sobre
aquello que nos afecta a los demás. No hacemos autocrítica y tampoco enseñamos,
a los que nos suceden, la importancia de realizar balance periódico de nuestros
aciertos y hierros como individuos y colectivamente. Existimos creyendo que los
problemas que nos acosan atañen al resto y que aportar soluciones no es de
nuestra incumbencia, que es asunto de los demás.
Somos nosotros -el pueblo- los que cedemos y
hacemos fértil el terreno para el embuste, la improvisación, la mentira, la
arbitrariedad, el abuso, la corrupción y la impunidad.
Elegimos a nuestros gobernantes y nos olvidamos de
controlarlos, pidiéndoles rindan cuentas de sus actos de gobierno; pese a que
sabemos que ellos -de mutuo propio- no lo harán. Esto sucede en todos los
niveles de gobierno (nacional, regional, local) y se repite y se repite hasta
formar un círculo vicioso que se proyecta y crece en el tiempo, al extremo de
ser aceptado socialmente como normal.
Todo es importante para la gente, menos vigilar y
controlar a nuestros gobernantes. El futbol, los carnavales, las fiestas
religiosas de la ciudad y del pueblo, los escándalos televisivos, tomarse unas
chelas, reunirse para jactarse de los logros de los hijos y hasta comentar y
distorsionar la vida de los vecinos o de aquellos a los que llamamos amigos,
son más significativos y valiosos que tener una mayor participación en la vida
política de nuestros países. Lo asumimos como estándar, porque así nos han
“educado”, porque aun arrastramos broncas cadenas, sembrados en la consciencia
social, que tienen como nombre desinformación, desinterés, indiferencia, miedo,
etc.
Por eso es que, para la mayoría de nuestros
políticos, gobernar se reduce a dictar leyes, sin importar que éstas no tengan
como beneficiarios a todos y todas o que las dirigidas al pueblo no se cumplan
y que sólo sean cascarón y ruido mediático. Basta observar y preguntarnos
¿cuántos y cuáles de nuestros servicios básicos son brindados con calidad y
calidez?, como función de Estado; esto es servidos por las instituciones del Estado
cumpliendo los preceptos constitucionales, de otras leyes y estándares
promedio. ¿A lo mejor salud, educación, justicia, agua y saneamiento, vías y
medios de comunicación, seguridad, etc?, usted tiene la respuesta.
Estamos, en esta línea de reflexión, transitando
por una vida marcada por la entrega, casi siempre y sin condiciones al momento
de elegir gobernantes, de tareas y responsabilidades que, en una sociedad
democrática, es de todos y no sólo del elegido. Por eso elegimos a personas que
no conocemos que, una vez en el poder, se convierten en nuestros verdugos.
Ocurrió nuevamente, por ejemplo, en mi Perú con los integrantes del disuelto
Congreso y varios ex presidentes. No aprendemos de nuestros errores y seguimos
en más de lo mismo.
Este nivel de enajenación, que expresa un
distorsionado y perverso modo de vida y de relacionamiento social con el Estado
y los problemas nacionales, es tan profundo que nos bloquea y callamos, no
reaccionamos ante los atropellos de los gobernantes, porque -pese a la flagrancia
de sus ilícitos- seguimos creyendo que el control del ejercicio del poder
(gobierno) no es nuestra responsabilidad, no es asunto de los individuos. Es
más, por falta de cultura política y jurídica, desconocemos que al ser pueblo
somos Estado y que necesitamos recuperar el poder que por décadas hemos
regalado a políticos inescrupulosos a cambio de migajas.
No conocemos a nuestras instituciones y en esa
misma dimensión no las valoramos, lo que explica que -históricamente- hayamos
permitido que las élites dominantes las controlen para sus fines; por eso, en
varios de nuestros países, instituciones clave del Estado están vinculadas a
organizaciones criminales con operadores estratégicos en ellas. Personas que
actúan bajo un mando, con protección política y blindajes para su impunidad.
Siguiendo con los ejemplos, para no herir susceptibilidades, en mi Perú tenemos
infiltrados a Pedro Chávarry, Césas Hinostroza y otros y otras en las
instituciones del sistema de Justicia.
Necesitamos construir nuevas reglas, porque nuestro
marco social está retorcido, y avanzar todos y todas en nuestra evolución
histórica en justas y equitativas condiciones. Necesitamos proteger y
desarrollar nuestros derechos, como los civiles y políticos, pero no a costa
del perjuicio de las mayorías y éste es un buen tiempo para avanzar eligiendo
bien; considerando que en algunos de nuestros países tenemos en agenda
elecciones.
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