jueves, 16 de enero de 2020

Somos los del pueblo los que estamos fallando

Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)
Correo del Sur (Sucre Bolivia)
Los Tiempos (Cochabamba Bolivia)



Es común en nuestras sociedades endosar culpa sobre aquello que nos afecta a los demás. No hacemos autocrítica y tampoco enseñamos, a los que nos suceden, la importancia de realizar balance periódico de nuestros aciertos y hierros como individuos y colectivamente. Existimos creyendo que los problemas que nos acosan atañen al resto y que aportar soluciones no es de nuestra incumbencia, que es asunto de los demás.

Somos nosotros -el pueblo- los que cedemos y hacemos fértil el terreno para el embuste, la improvisación, la mentira, la arbitrariedad, el abuso, la corrupción y la impunidad.

Elegimos a nuestros gobernantes y nos olvidamos de controlarlos, pidiéndoles rindan cuentas de sus actos de gobierno; pese a que sabemos que ellos -de mutuo propio- no lo harán. Esto sucede en todos los niveles de gobierno (nacional, regional, local) y se repite y se repite hasta formar un círculo vicioso que se proyecta y crece en el tiempo, al extremo de ser aceptado socialmente como normal.

Todo es importante para la gente, menos vigilar y controlar a nuestros gobernantes. El futbol, los carnavales, las fiestas religiosas de la ciudad y del pueblo, los escándalos televisivos, tomarse unas chelas, reunirse para jactarse de los logros de los hijos y hasta comentar y distorsionar la vida de los vecinos o de aquellos a los que llamamos amigos, son más significativos y valiosos que tener una mayor participación en la vida política de nuestros países. Lo asumimos como estándar, porque así nos han “educado”, porque aun arrastramos broncas cadenas, sembrados en la consciencia social, que tienen como nombre desinformación, desinterés, indiferencia, miedo, etc.

Por eso es que, para la mayoría de nuestros políticos, gobernar se reduce a dictar leyes, sin importar que éstas no tengan como beneficiarios a todos y todas o que las dirigidas al pueblo no se cumplan y que sólo sean cascarón y ruido mediático. Basta observar y preguntarnos ¿cuántos y cuáles de nuestros servicios básicos son brindados con calidad y calidez?, como función de Estado; esto es servidos por las instituciones del Estado cumpliendo los preceptos constitucionales, de otras leyes y estándares promedio. ¿A lo mejor salud, educación, justicia, agua y saneamiento, vías y medios de comunicación, seguridad, etc?, usted tiene la respuesta.

Estamos, en esta línea de reflexión, transitando por una vida marcada por la entrega, casi siempre y sin condiciones al momento de elegir gobernantes, de tareas y responsabilidades que, en una sociedad democrática, es de todos y no sólo del elegido. Por eso elegimos a personas que no conocemos que, una vez en el poder, se convierten en nuestros verdugos. Ocurrió nuevamente, por ejemplo, en mi Perú con los integrantes del disuelto Congreso y varios ex presidentes. No aprendemos de nuestros errores y seguimos en más de lo mismo.

Este nivel de enajenación, que expresa un distorsionado y perverso modo de vida y de relacionamiento social con el Estado y los problemas nacionales, es tan profundo que nos bloquea y callamos, no reaccionamos ante los atropellos de los gobernantes, porque -pese a la flagrancia de sus ilícitos- seguimos creyendo que el control del ejercicio del poder (gobierno) no es nuestra responsabilidad, no es asunto de los individuos. Es más, por falta de cultura política y jurídica, desconocemos que al ser pueblo somos Estado y que necesitamos recuperar el poder que por décadas hemos regalado a políticos inescrupulosos a cambio de migajas.

No conocemos a nuestras instituciones y en esa misma dimensión no las valoramos, lo que explica que -históricamente- hayamos permitido que las élites dominantes las controlen para sus fines; por eso, en varios de nuestros países, instituciones clave del Estado están vinculadas a organizaciones criminales con operadores estratégicos en ellas. Personas que actúan bajo un mando, con protección política y blindajes para su impunidad. Siguiendo con los ejemplos, para no herir susceptibilidades, en mi Perú tenemos infiltrados a Pedro Chávarry, Césas Hinostroza y otros y otras en las instituciones del sistema de Justicia.

Necesitamos construir nuevas reglas, porque nuestro marco social está retorcido, y avanzar todos y todas en nuestra evolución histórica en justas y equitativas condiciones. Necesitamos proteger y desarrollar nuestros derechos, como los civiles y políticos, pero no a costa del perjuicio de las mayorías y éste es un buen tiempo para avanzar eligiendo bien; considerando que en algunos de nuestros países tenemos en agenda elecciones.

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