sábado, 30 de marzo de 2019

El Perú es multicultural

Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)

Los peruanos no tienen una característica particular, pues en una sociedad como la nuestra rige la diversidad, y en ella caben tanto los que valen su peso en oro como los que no tienen por bandera la dignidad.

Empero, mientras haya gobernantes (a nivel municipal, regional o nacional), políticos, periodistas y otros personajes con espacios para influir que asocien al peruano con la tristeza la desconfianza la pandilla o el robo, hay razones para la réplica, porque peruanos son los empresarios emergentes que crean riqueza y desafían la ‘gravedad’, peruanos son los que socavaron los túneles y sembraron en las laderas desde tiempos ancestrales, peruanos son hoy los que abren zanjas para que discurran las aguas hayan cosechas y se alimenten los más de 32 millones de compatriotas y los amigos migrantes que ahora acogemos con comprensión cariño y solidaridad.

No es la tristeza la desconfianza la pandilla o el robo las que nos caracterizan, sino el coraje frente al reto y la derrota. No fueron tristes ni resignados, sino rebeldes empedernidos, personajes como Túpac Amaru, quien resistió que los invasores lo desmembraran en pedazos; o Bolognesi, quien eludió la fuga en nombre del honor y la muerte digna ¿Y qué decir de Grau que puso en vilo a toda una escuadra de la oligarquía sureña y sus aliados imperiales? ¿Y qué del pueblo -de hoy- que ganado por el civismo toma las calles en defensa de sus jueces y fiscales independientes y lucha contra las organizaciones criminales que tienen secuestradas algunas de nuestras instituciones democráticas? 

Que hay tristes al margen, los hay, como también hay desconfiados, degenerados y rufianes, pero personajes como Carlos Tubino Jaime Bayly Milagros Leiva y otros abusan de la generalización y sin recusar el exceso, se pierden en la exageración. Alguna vez, el inefable Bayly resintió que los peruanos altoandinos votarán por Ollanta Humala, porque en la serranía lo que escasea es el oxigeno. Quienes sostienen tales teorías, tan ligeras, olvidan la diversidad y que el criollismo, así como es melancolía, también es jarana y cajón; olvidan la marinera y el cimbreo de la negritud; olvidan las hazañas alegres y las formas de dolerse y condolerse.

El Perú es diversidad, y así como en mi Agua Blanca (San Miguel - Cajamarca) lloran y hacen la lava y guardan luto por sus muertos, en Chincha a la muerte del cercano todos bailan entre velas sobre el cadáver. En otras comunidades del sur fiestean por la tierra y la consagran como un don.

Tan plurales somos que toda generalización deviene en una afrenta y en una señal, la que indica que pocos son los que entienden que el Perú se ha erigido y se sigue construyendo en base a la ‘variedad’, y que en la variedad se expresa nuestra pluralidad cultural.

Mientras juzgo la tristeza del vals de Pinglo o la amargura de un huaylas, quizás en alguna comunidad campesina de Chuquinga o Tapairihua (en Apurímac) o entre los nativos de la fronda más agreste de Iñapari (en Madre de Dios), la alegría sea una constancia, cuando no un don.

Muchos son los vehículos para entender esta diversidad, que diversas emociones expresa, uno de ellas es la justicia. Son los jueces los que están llamados a entender el conjunto en cada una de sus partes y los propios límites de su justicia más allá de los estereotipos de la urbe occidental.

Los jueces, en su interacción con las comunidades, van comprendiendo, precisamente que muchos son los valores y las sensibilidades, como muchas son las normas y las autorreferencias. Por tales motivos, no hay forma de entender al Perú a través de un único término o categoría, a ese Perú plural y cargado de laberintos raciales y culturales.

Que el próximo “Día de la Eliminación de la Discriminación racial”, el 2020, sea un motivo de celebración y no de continuismo e indiferencia socio-político frente a un problema nacional que nunca fue un juego. 

Que la interculturalidad y el diálogo sean una forma de entender que en el espejo nacional no siempre nos reflejamos nosotros, sino una multitud que nunca acabamos de comprender y menos de asimilar.


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