sábado, 1 de diciembre de 2018

Cuando la indiferencia resta

Publicado en:
Correo del Sur (Sucre Bolivia)
Los Tiempos (Cochabamba Bolivia)
El Clarín (Cajamarca Perú)
El Poder (Tarapoto Perú)

En varios de nuestros países existen peligros para la gobernabilidad democrática, por acción de gobernantes y políticos con perfiles populistas, autoritarios y ligados a la corrupción y la impunidad. A diferencia de otros tiempos, en los que el acceso a la información era un privilegio, ahora nuestra población conoce más y más y va tomando consciencia de esta situación. No obstante muy pocos lo expresan pública y libremente.
Si bien es cierto que opinar o callar son opciones, desde el plano legal derecho, debemos sopesar si nuestro silencio suma o resta –en tiempos de crisis– a la construcción de institucionalidad democrática y un país, entre otros aspectos, con ciudadanos y no meros números o estadísticas.
En ese sentido, respaldo la tesis que el verdadero poder no lo tienen nuestros gobernantes, sino las personas informadas, aquellas que eligen bien y controlan e interpelan las acciones de gobierno (en sus distintos niveles funcionales); sobre todo cuando éstas derivan de la arbitrariedad, el abuso, los excesos y la ilegalidad.
El poder conferido, cuando elegimos a una autoridad, debe ser controlado. Ese control es una prerrogativa de todos y todas y es un atributo de vivir en democracia. Debe ser realizado de modo permanente y persistente. No controlar a nuestros gobernantes (presidentes de Estado, presidentes regionales o gobernadores y alcaldes) da pie a la degeneración de la política y la destrucción de la democracia. De estas situaciones, que debemos repensar y superar con ejercicio de ciudadanía efectiva, que se expresan a través de diversos medios (prensa, mercado, instrumentalización de sectores en situación de vulnerabilidad, etc.), se alimentan los políticos mediocres y sin identidad de país, las dictaduras (de derecha centro o izquierda) disfrazadas de democracia a través de vías como la corrupción y la impunidad.
Me pregunto, en esa línea de reflexión siguiendo a Ken Follett, si los miembros de esta generación tendremos que lamentarnos no solo por las palabras y los actos odiosos de las malas personas que nos gobiernan, sino por los clamorosos silencios de las buenas. En ese mismo sentido, Martin Luther King, dijo que lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos.
No callemos, no caigamos en el plano de la indiferencia. Si bien es cierto ésta genera comodidad y, a lo mejor, proyección personal o familiar por sus beneficios, termina petrificando a los seres humanos al mostrarlos como autómatas, egoístas y sin responsabilidad y sensibilidad social, sin amor e identidad con la patria y como peso muerto de la historia.
Resulta comprensible que no todos estemos preparados para librar esta lucha contra el abuso de poder y las distorsiones que exhibe nuestra incipiente democracia. Pero no es aceptable que profesionales, que un día juraron cumplir reglas éticas y morales a favor de la construcción de un mundo mejor, ahora declinen y le den la espalda a una realidad que a todos y todas nos daña y aleja –cada vez más– del objetivo de país, que –penosamente– muchas de nuestras naciones aun no identifican.
Recuerda: ¡Nada es tan bueno para los políticos autoritarios y ligados a la corrupción y la impunidad que tu indiferencia…!

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