jueves, 4 de marzo de 2021

Las resistencias al “lenguaje inclusivo”

 Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)

Con compasión aprecio que aún hay quiénes se irritan, lo veo siempre en los grupos en los que hago parte en redes sociales, cuando alguien expresa -en general- opiniones que afirman la importancia del desarrollo del “enfoque de género” en las políticas de Estado.

Llamar la atención, por ejemplo, debido a su frecuencia, sobre el innecesario uso de expresiones “sexistas” por ser discriminatorias, nos expone. También, entre otros, el uso del “lenguaje inclusivo” que alude, siguiendo a Naciones Unidas, a “la manera de expresarse oralmente y por escrito sin discriminar a un sexo, género social o identidad de género en particular y sin perpetuar estereotipos de género”.

Esta semana me tocó apreciar algunos de estos arrebatos cuando, en un gesto de cortesía, utilicé la frase “reciban un fuerte abrazo todos y todas”. El androcentrismo, que como es conocido hace referencia a la aberrante y primitiva práctica de otorgar al varón y a su valoración de las cosas una posición central en las sociedades la cultura y la historia, no se hizo esperar y buscó marcar terreno.

Es “moda”, "pose", "huachafería" indicaron algunos. Otros adujeron que es afán por “distorsionar el lenguaje”. Los más arraigados con su práctica simplemente ironizaron su uso y no dudaron en poner como sus interlocutores válidos a personajes públicos que, por su falta de “ubicatex” y pese a su renombre mundial, solo se han limitado -en el curso de su vida- a defender un patriarcado decadente y obsoleto y relaciones sociales basadas en privilegios viles del varón.

Sin duda, valorando que las palabras expresan lo que pensamos del mundo y de las personas, se trata de humanos que viven anclados en el pasado y que, en esa medida, se resisten a reconocer que el mundo evoluciona cada segundo. Que hay enfoques, como el de género, interculturalidad, derechos, políticas públicas y otros, que están marcando el desarrollo de las sociedades, desde lo normativo e institucional y otros ámbitos, debido a la persistente situación de vulnerabilidad, que buscan revertir, en la que aún se encuentran sectores tradicionalmente excluidos, como el de las mujeres.

Les aterra que el “lenguaje inclusivo” avance y acelere el proceso de igualdad de género y de combate a los prejuicios de género; considerando que el lenguaje es uno de los factores clave que determinan las actitudes culturales y sociales. Por inercia, o la justificación que fuese, estas personas son reacias a crear entornos de trabajo que abracen la igualdad y sean inclusivos. Tienen miedo competir, bajo reglas justas, con una mujer.

En ese sentido, una evolución en el lenguaje contribuirá a cambiar aquellas estructuras mentales obsoletas y retrógradas, marcadas por estereotipos y mandatos sexistas. Es imperativo un lenguaje incluyente, más equitativo y justo para todas las personas y en ese ámbito el proceso educativo juega un papel central.

Entonces no se trata de juego de palabras, es confrontación con las construcciones socioculturales imperantes. No es ir contra la sacrosanta Real Academia Española, es darle contenidos a los derechos de las mujeres. No es terrorismo gramatical, es encarar y cuestionar los roles comportamientos actividades y atributos que nuestra sociedad otorga -hoy- a los seres humanos dependiendo de su sexo, etc.

Por eso, situar al hombre como centro de todas las cosas, en pleno siglo XXI, es delirante. Aceptar su predominio por el solo hecho de ser hombre resulta irracional. El “lenguaje inclusivo”, en el cometido de despatriarcalización que se expresa en dominación y opresiones, es una herramienta valiosa que debemos potenciar; es lo que nos conviene en este proceso de construcción de sociedades más equilibradas y con oportunidades para todos y todas.

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