Así como la educación es una de las armas más poderosas que
podemos usar para mejorar el mundo, proveer de servicios de salud a los pueblos
de la Tierra es la mejor forma de apostar por vida con dignidad.
Trabajar por la salud es mostrar respeto al ser humano, es
proporcionar a la población -en general a toda y no apenas a unos cuantos- los
medios necesarios para enfrentar enfermedades y ejercer un mayor control sobre
estas, es desarrollar acciones de justicia que permitan alcanzar un estado
adecuado de bienestar físico mental y social, es fortalecer la unidad del
hombre con respecto a la naturaleza y crecer la amplitud y profundidad de su
inclusión en el medio circundante. Es mostrar lo mejor de lo humano.
No podemos aspirar a la continuidad de la vida como especie,
si no comprendemos su ciclo y respetamos las reglas naturales de nuestro
planeta y las que rigen su relación con el Universo. Necesitamos dejar de jugar
a ser dioses y poner -con humildad- el conocimiento y la ciencia al servicio de
la humanidad. Resulta fundamental repensarnos y renovarnos como humanos y,
recreando marcos normativos e institucionales y superando discursos que cada
vez resultan más inservibles como la “soberanía de los Estados”, avanzar en la
construcción de verdaderos mecanismos nacionales e internacionales de
protección de la salud. Los esfuerzos nacionales son reconocidos pero han
demostrado ser inútiles en tiempos de crisis, porque sus canales de
comunicación y coordinación son débiles y en muchos casos inexistentes. No
hemos comprendido que en asuntos de salud, todo se relativiza y las líneas
imaginarias llamadas fronteras no existen.
En este proceso, así como en otros donde las reglas y los
protocolos las ponen la ciencia y la tecnología, los políticos también deben
dar un paso al costado. Sólo deben limitarse a acompañar el anuncio de la
adopción de medidas y de ese modo evitar la distorsión e instrumentalización de
las mismas a favor de sus intereses partidarios e ideológicos. Reposicionar la
política desde este ángulo, como instrumento de ejercicio del poder al servicio
de los pueblos, es dar certidumbre al mundo de que estamos aprendiendo y que
navegamos hacia formas mejores y superiores de vida.
Conocimiento compartido, sinceridad y responsabilidad, son
tres atributos que las acciones humanas deben sumar en su esencia, en adelante,
para guardar esperanza de que venceremos a este (el coronavirus) y otros
acechos futuros. Nos alcanza a todos y todas y no solo a los que gobiernan
nuestros pueblos y países. En esa perspectiva, la construcción de políticas de
Estado en salud, que dicho sea de paso obedece a un proceso mayoritariamente
técnico y científico, si recae en personas que no tienen estas condiciones, se
convierte en cualquier cosa menos en oportunidad de tener sociedades con servicios
de salud accesibles eficaces eficientes y con altos niveles de predictibilidad
y previsión.
La pandemia del coronavirus, ha puesto a todo en
cuestionamiento. Hasta el Derecho interno e internacional está en jaque, porque
no previeron la atención de supuestos básicos que -como siempre ocurre en casos
de crisis- ahora impactan mayormente en los sectores en mayor situación de
vulnerabilidad y pobreza. La economía sigue ofreciendo respuestas
inconsistentes en su afán de seguir manteniendo el predominio de grupos de
poder y su reacomodo en el “orden mundial”. Cada ciencia tiene sus puntos
flacos y, por donde las miremos, exhiben sus debilidades y no ofrecen un rumbo
a seguir.
Vivimos tiempos difíciles que debemos convertir en
oportunidad. El aislamiento e incertidumbre que hoy nos acongoja y deprime,
podemos transformarlos en ocasión para cultivar un diálogo interno -les planteo
el reto de descubrir un propósito en su vida, aún estamos a tiempo- y uno
externo de masas de alcance mundial que contribuya a establecer prioridades en
nuestras sociedades y Estados. Salud, justicia, educación, alimentación y
otros, siempre serán prioridad y dice mucho del tipo de país que tenemos.
Si queremos vivir, apostemos por materializar el derecho
humano a la salud. Si no lo hacemos en este tiempo, trabajando por lograr
sistemas útiles, estamos condenándonos a sufrir una y mil veces otras plagas y
de mayores consecuencias en la vida humana."
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