La cuatricentenaria
Universidad Nacional Mayor de San Marcos (1551), la “Universidad de Perú y
Decana de América” es un emblema de nuestra formación histórica. Desde sus aulas
y desde fuera de ellas -a través de sus notables egresados- se gestó y
configuró la República que hoy tenemos.
También fue actor clave
y relevante de cada hito de nuestra historia. Ilustró a varios de los
principales líderes gestores de nuestra independencia y, hasta los 80 y años
más, formó a la mayoría de personajes que aportaron al Perú y al mundo sus
conocimientos y análisis desde diversas disciplinas. La fecundidad es amplia,
abarca las ciencias jurídicas, políticas, económicas, sociales, literiarias,
etc..
San Marcos fue y es
“tradición”, “prestigio”, “calidad”, “selectividad”, pero también espíritu
contestatario. Me tocó vivirlo, en los 80, desde sociología en la Facultad de
Ciencias Sociales y desde Derecho y Ciencia Políticas; y pese a los acechos del
terrorismo senderista lo disfruté en lo que tiene de espíritu universitario y
vocación universal de conocimiento. No obstante, algo pasó, algo falló, porque
-ahora- como en algunas universidades de la Región, no suma. Siento que mi San
Marcos, se ha vuelto indiferente y que ha perdido fuerza de interpelación
frente al abuso y la arbitrariedad y otros problemas nacionales.
Radiografías de esta
triste y cuestionable realidad, existen varias. En el siglo pasado, hubiese
sido impensable que mafias corruptas y corruptoras como la “fujimontesinista” o
“alanista”, operen impunemente controlando a sectores clave del Poder Judicial,
Ministerio Público, Congreso y otras instituciones contraloras de la acción del
Estado y que los sanmarquinos no les salgan al frente en las calles. Lo
constaté -personalmente- durante las movilizaciones sociales de diciembre de
2018 y enero de 2019 en Lima que demandaban la salida del entonces Fiscal de la
Nación Pedro Chávarry. A lo mejor porque era vacaciones. También lo percibo y
con doble pesar, cada día, en la interacción con “amigos” de distintas
carreras, por medio de redes sociales, a los que percibo sólo les queda
reflejos para organizar festejos y una que otra ayuda solidaria; pues poco o
nada opinan de, entre otros temas, la corrupción y el declive institucional que
cada vez nos acerca más a una caricatura de democracia.
Soy consciente de que mi
mirada de la realidad, de la relación de los sanmarquinos y nuestro Perú, los
alejará de mi aún más, y asumo -estoicamente- los costos, porque para un
sanmarquino nuestro país y la familia son prioridad, luego lo demás. Caminan en
paralelo estos supremos intereses, no divorciados. Nos formamos a partir del
conocimiento y la comprensión de lo que significa ser peruano y muchos dejamos
las aulas amando la diversidad y multiculturalidad de nuestro Perú; pero no en
la retórica sino en los actos, en acciones concretas.
Un verdadero sanmarquino
es digno, no calla y sólo le teme a la ira de sus dioses. Un genuino
sanmarquino observa, lee y ha aprendido a escuchar y además tiene voz y opinión
propia; jamás es caja de resonancia de políticos y empresarios mediocres y con
espíritu fenicio. Un auténtico sanmarquino se actualiza permanentemente, tiene
cultura del trabajo, vocación de servicio y evita hacerse una carga
burocrática. Un sanmarquino con esencia es respetuoso de las reglas de juego
justas, jamás acepta forma alguna de abuso de poder y busca ser referente en
valores y principios que hacen a una vida en democracia. Un sanmarquino tiene
visión de país y es humilde porque es reflejo de todas las sangres de costa
sierra y selva; y -algo medular en la vida- jamás censura ni limita la libre
expresión, pues siempre está preparado para el debate autocrítico y
constructivo.
Así como nunca es tarde
para volver a empezar, nunca lo es para regresar a una vida digna, una vida
consagrada a nuestra familia y al Perú; aquel que decimos amar.
¡Feliz aniversario 468
amada San Marcos! Te abrazo con fervor y agradecimiento desde el Sur.
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