miércoles, 15 de enero de 2020

Es tiempo de corregir errores

Publicado en:
El Clarín (Cajamarca Perú)
TRUJILLOPRENSAPERU (Trujillo Perú)

El pasado lunes 30 de setiembre es una fecha a la que cada peruano y peruana, que soñamos con un país más justo y equitativo, debemos dar contenido y valor histórico, por lo ocurrido en el curso de sus horas; la disolución temporal por el Presidente Martín Vizcarra del Congreso que sólo representaba a los intereses corruptos de sus integrantes y mecenas.

En esa perspectiva, se trata de una fecha que deberíamos recordar como una oportunidad, una de las tantas que hemos tenido en este tiempo de “país independiente”, para -entre otras diversas cosas- despojarnos de la corrupción política y económica; el principal lastre que nos ancla y posterga en nuestras aspiraciones de lograr una sociedad de ciudadanos y no de meras estadísticas y de construir un Estado fuerte y respetado con menos Gobierno y más instituciones.

El cierre temporal -constitucional y legalmente válido- del Legislativo, que en este periodo congresal gracias al voto de la mayoría de la población recayó en el mismo lumpen político y económico del país, abre ese abanico de posibilidades, que debemos aprovechar, para corregir cada error cometido.

Seguir divagando sobre cuántos presidentes tiene en este momento Perú y si el cierre del Congreso es legal, es estar desinformado y caer en el juego de la histórica mafia política y económica peruana, que se alimenta de cuantas crisis pueda crear.

No podemos salir del fuego para caer en las brasas. La elección de los Congresistas que culminarán el actual periodo congresal (28 de julio de 2021), el 26 de enero de 2020, es una de nuestras pruebas para demostrarnos -a nosotros mismos- que estamos construyendo cultura política y que empezamos a discernir al momento de elegir a nuestros siguientes gobernantes.
En ese sentido, es de importancia capital tener siempre presente que el actual entrampamiento político, del cual iremos saliendo progresivamente, fue generado por nuestra inestable y mezquina clase política, una que se ha vuelto -por causa de la corrupción que todo lo distorsiona y pervierte- presumida perezosa y avasalladora. Recordar con autocrítica este extremo, es parte fundamental del ejercicio de reconocer en qué fallamos y prepararnos para no incurrir en lo mismo.

Sólo preparándonos, que es lo mismo que desarrollar cultura política como pueblo, podremos evitar que a futuro volvamos a tener a personajes impresentables, sin escrúpulos y con un apetito voraz por el dinero mal habido, haciendo gobierno.

Prepararse implica leer más, aprender a escoger fuentes de información, aprender a analizares y desarrollar opinión propia y, entre otras acciones, jamás ser caja de resonancia o repetidora de la voz de otros. Es ganar conocimiento y construir argumentos para cuestionar o apoyar a cualquier autoridad que se aparta de su marco de legalidad y legitimidad de acción. Es ir ganando la condición de ciudadano, que aporta a los procesos de su país, es perfilarse como líder.

Este debe ser nuestro derrotero. Forjar un país con líderes que hagan gobierno y que, por su perspectiva de vida en valores y ética, alejen de nuestros espacios institucionales a aquellas formas corruptas manipuladoras y autoritarias de hacer política.

El desastre, el fracaso y la traición, no deben ser más estigmas de aquellos que elegimos para gobernarnos. Por eso debemos elegir a los más aptos, transparentes y con sensibilidad con la humanidad y la naturaleza, no a los que más ofrecen u compran con circo y farra tu voto. Necesitamos creer en nosotros reconstruyendo autoestima y defendiendo nuestra dignidad y pensando que, más temprano que tarde, un día dejaremos de ser ese tantas veces golpeado y sufrido pueblo y que debe ser meta constituirnos -verdaderamente- en el soberano.

Corregir errores, en este horizonte siempre, importa no votar por cualquier nulo, iletrado o prontuariado criminal. Ya bastante tuvimos, en estos últimos años, con los disueltos ex congresistas; un grupo de improvisados que sólo saben delinquir y que viven al margen de los grandes problemas nacionales.

El no seguir en lo mismo y ayudar a sanar a nuestra podrida democracia, depende más de nosotros mismos que de aquellos que elegimos.

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